El PP ha hecho valer sus magras mayorías y la jugada le ha salido bien gracias a la responsabilidad de Ciudadanos y Vox
Isabel San Sebastián
El
centro-derecha sale fortalecido de la constitución de los ayuntamientos
gracias a que, salvo contadas excepciones, tanto en Ciudadanos como en
Vox ha primado la coherencia sobre la conveniencia cortoplacista. El PP
ha hecho valer sus magras mayorías, en ocasiones con órdagos muy
arriesgados («o Almeida o Carmena», proclamó Casado, tajante, en lo
concerniente a Madrid), y la jugada le ha salido bien, merced a la
responsabilidad de sus socios. Llegará la hora de juzgar en las urnas
las actitudes de unos y otros, sumando a esta predisposición inicial la
capacidad de gestión. Ahora falta por ver qué sucede en las comunidades
autónomas y en el Gobierno de España, donde los de Rivera sufren una
presión brutal para que abdiquen la palabra dada a sus votantes y actúen
con arreglo a «lo que conviene», más o menos según a quien.
Ciudadanos habría obtenido mucho más mando en plaza municipal y autonómica entendiéndose con el PSOE, eso es seguro. Tanto Castilla y León como Aragón, por citar solo dos ejemplos, le habrían abierto las puertas de unas cuantas capitales. Sin embargo, prometieron no pactar con el sanchismo y a eso se han atenido, ya que Emiliano Page, el «barón» castellano-manchego con quien sí han tejido acuerdos, nunca ha estado en la órbita del candidato a la presidencia, sino más bien en sus antípodas, aunque con escaso ruido; todo hay que decirlo. En la política actual la valentía brilla por su ausencia, entre otras razones porque dicho atributo no solo no obtiene premio por parte de la sociedad, sino que sufre un implacable castigo. Que se lo digan a los héroes históricos del PP o el PSOE vascos, laminados, sin excepción, por sus respectivos partidos. Los naranjitos se han decantado por cumplir sus compromisos, a costa de jugosas poltronas, porque la dirección ha impuesto su criterio y su disciplina. ¿Coherencia o conveniencia a largo plazo? Quisiera pensar que aquella se traduce necesariamente en esta, aunque la realidad me ha desengañado a menudo.
Si las cosas se desarrollan con arreglo a lo que dicta la lógica, el mapa de las autonomías reproducirá colores semejantes al de los ayuntamientos. Esto es, allá donde la suma PP-Cs-Vox resulte suficiente, habrá gobiernos de centro-derecha, por mucho teatro que preceda a la constitución de esos ejecutivos. Navarra, pieza clave en el tablero nacional por la voracidad con que le apetece el nacionalismo separatista vasco, quedará en manos de UPN, porque los socialistas no van a atreverse a recibir el apoyo de Bildu, formación inequívocamente vinculada al terrorismo. O sí. Está por ver hasta dónde llega la falta de escrúpulos de Pedro Sánchez.
Lo cual nos lleva a la investidura por excelencia, que es precisamente la suya. De aquí a que se produzca esa votación, los diputados que encabeza Albert Rivera van a ser empujados por tirios y troyanos a dar su sí al candidato del puño y la rosa, hasta el punto de cargar sobre sus espaldas una decisión que no es suya, sino de quien urdió una moción de censura con la extrema izquierda y el independentismo golpista. Los mismos que le afeaban haber sostenido a Susana Díaz cuando la derecha no sumaba en Andalucía le instan ahora a que apalanque a Sánchez «por el bien de España», apelando a su condición de bisagra, aunque ello signifique renegar de sus principios, incumplir una promesa firme y cavar su sepultura política. Para mí que hay quien confunde el bien de España con el suyo…
ISABEL SAN SEBASTIÁN Vía ABC
Ciudadanos habría obtenido mucho más mando en plaza municipal y autonómica entendiéndose con el PSOE, eso es seguro. Tanto Castilla y León como Aragón, por citar solo dos ejemplos, le habrían abierto las puertas de unas cuantas capitales. Sin embargo, prometieron no pactar con el sanchismo y a eso se han atenido, ya que Emiliano Page, el «barón» castellano-manchego con quien sí han tejido acuerdos, nunca ha estado en la órbita del candidato a la presidencia, sino más bien en sus antípodas, aunque con escaso ruido; todo hay que decirlo. En la política actual la valentía brilla por su ausencia, entre otras razones porque dicho atributo no solo no obtiene premio por parte de la sociedad, sino que sufre un implacable castigo. Que se lo digan a los héroes históricos del PP o el PSOE vascos, laminados, sin excepción, por sus respectivos partidos. Los naranjitos se han decantado por cumplir sus compromisos, a costa de jugosas poltronas, porque la dirección ha impuesto su criterio y su disciplina. ¿Coherencia o conveniencia a largo plazo? Quisiera pensar que aquella se traduce necesariamente en esta, aunque la realidad me ha desengañado a menudo.
Si las cosas se desarrollan con arreglo a lo que dicta la lógica, el mapa de las autonomías reproducirá colores semejantes al de los ayuntamientos. Esto es, allá donde la suma PP-Cs-Vox resulte suficiente, habrá gobiernos de centro-derecha, por mucho teatro que preceda a la constitución de esos ejecutivos. Navarra, pieza clave en el tablero nacional por la voracidad con que le apetece el nacionalismo separatista vasco, quedará en manos de UPN, porque los socialistas no van a atreverse a recibir el apoyo de Bildu, formación inequívocamente vinculada al terrorismo. O sí. Está por ver hasta dónde llega la falta de escrúpulos de Pedro Sánchez.
Lo cual nos lleva a la investidura por excelencia, que es precisamente la suya. De aquí a que se produzca esa votación, los diputados que encabeza Albert Rivera van a ser empujados por tirios y troyanos a dar su sí al candidato del puño y la rosa, hasta el punto de cargar sobre sus espaldas una decisión que no es suya, sino de quien urdió una moción de censura con la extrema izquierda y el independentismo golpista. Los mismos que le afeaban haber sostenido a Susana Díaz cuando la derecha no sumaba en Andalucía le instan ahora a que apalanque a Sánchez «por el bien de España», apelando a su condición de bisagra, aunque ello signifique renegar de sus principios, incumplir una promesa firme y cavar su sepultura política. Para mí que hay quien confunde el bien de España con el suyo…
ISABEL SAN SEBASTIÁN Vía ABC
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