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jueves, 22 de diciembre de 2016

CONSTRUYENDO LA FELICIDAD





Conseguir la felicidad es el gran deseo de todo ser humano, el fin que todos compartimos, porque ¿quién no aspira a ella?

En nuestro tiempo es fácil confundir la felicidad con la pasión. Es un error que daña la vida. La felicidad nace de dentro, es un estado interior consecuencia de nuestros actos y meditaciones, y que integra todas las dimensiones humanas. La del deseo y la del sentimiento ciertamente, pero también la de la razón y la del deber. La pasión es un impulso interno que se come a toda la persona si no es canalizada. Es tan fuerte que se consume a sí misma, puede servir para cebar la bomba, pero después de la explosión solo quedan restos.
La felicidad es fruto de la sabiduría, que no depende tanto de los títulos o del dinero, como de la reflexión sobre el vivir y su sentido.
Un camino a la felicidad lo define bien un salmo (37) de la Biblia, “LA SUERTE DEL JUSTO Y DEL MALVADO” es su título. Los Salmos son una fuente inagotable de respuestas. Ellos nos hablan en nuestro quehacer diario. De ellos aflora el consuelo, sientes la esperanza y te ayudan a entrever el camino. Te dan mucho y solo piden una condición: hacerlo tuyo, “leer” tu circunstancia concreta, porque a pesar de que nos separan más de 2500 años de las manos de quienes los escribieron, la Voz que les inspira se dirige a toda persona en todo los tiempos. Y esta es también una gran maravilla.
A mí, este salmo me guía de esta manera:
Primero, confía, encomiéndate y descansa en Dios. Quien confía en Él, y a Él se dirige, lo acoge y puede descansar del todo en Él. Actuando claro está, pero con diligencia tranquila, sin agitaciones que de noche y día te recomen por dentro.
Segundo, no te irrites, no te indignes, ni exasperes porque errarás la respuesta, el camino. Quien reacciona impulsivamente al estímulo externo no se posee.
Tercero, se justo, es decir, vela para dar a cada uno lo que realmente le corresponde, también a ti. No quieras más. Da más de lo que recibes, se humilde y cultiva esta virtud porque cuando florece es muy agradecida. Haz el bien y por tanto esfuérzate en discernir y edifica las virtudes -las prácticas, los hábitos- que lo hacen posible. Se, por tanto, benevolente, se aquel que quiere ser bueno con los demás. La bondad, como las otras virtudes, es un ejercicio de la voluntad hasta el dominio de su práctica. Promueve la paz y no el conflicto en todos los ámbitos de tu vida. Fíjate en los buenos, y no en los que “triunfan”, porque el único triunfo verdadero se verifica justo antes de morir, y entonces es tarde para rectificar. Mira a los honrados y no a los “listos”. Ten descendencia y cuídala, es lo más importante que puedes hacer, además de servir a Dios.
Cuarto, el Señor te guía, sigue sus caminos, te protege del peligro, te ayuda y libera. Refúgiate en Él.
Pero ¿y si no creo en Dios? Serás feliz si respetas al que sí cree y actúas de la misma manera que si creyeras, quizás a veces te sentirás más solo, pero también encontrarás tu recompensa. No hay que tenerle miedo a la felicidad. Está a tu alcance.


                                                                                   JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL    Vía FORUM LIBERTAS

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