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sábado, 24 de diciembre de 2016

EL AÑO DE LA REBELIÓN

Que se apele a la rebelión desde la derecha no es más que otra muestra de que hay que reescribir los libros de política. Pero este resurgir del populismo y del nacionalismo no es sólo de derechas, como demuestran los casos de España y Grecia. ¿Qué explica este resurgir de algunos de los peores instintos políticos?
La presidenta del Frente Nacional francés, Marine Le Pen. Gtres

Recientemente, el semanario Newsweek señalaba lo siguiente: “Si Marine Le Pen, del Frente Nacional, gana la elección presidencial de Francia en mayo, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas estarían liderados por Trump, Le Pen, la Rusia de Vládimir Putin, Xi Jinping en China y la británica Theresa May, que está guiando la salida del Reino Unido de la UE”. Si una institución encarna el consenso posterior a la II Guerra Mundial es ese grupo de países privilegiados, y el llamado populismo lo está haciendo saltar por los aires.
El mundo de la Guerra Fría tenía dos referentes muy claros, y éstos se perdieron, por fortuna, con el fracaso histórico del comunismo
En Francia se da una circunstancia que muestra hasta qué punto mucho de lo que dábamos por sabido se viene abajo. En las elecciones presidenciales se van a enfrentar un candidato de la derecha, François Fillon, otro candidato de la derecha que podría ser Manuell Valls o Emmanuel Macron, y Marine Le Pen, líder del FN y que es la única esperanza de la izquierda francesa. El Partido Socialista ha perdido su identidad, y sólo podrá ganar
la presidencia de la república con Macron, que está a la derecha de Fillon. Por su parte, Marine Le Pen ha realizado una de las operaciones políticas más importantes de este siglo. Ha despiojado ideológicamente al partido de su padre, y ha centrado su mensaje en el rechazo a la globalización cultural, financiera y migratoria y a las instituciones supranacionales que la intentan manejar, y en la defensa del Estado de Bienestar.
Entre las elecciones presidenciales francesas, las de Holanda en las que Geert Wilders lidera las encuestas, las alemanas en las que el terremoto populista es improbable pero posible, Italia a punto de estrellarse contra Beppe Grillo y Matteo Salvini y la toma de posesión de Donald Trump, el ufano presidente de Hungría, Viktor Orbán, ha declarado 2017 “el año de la rebelión”. Que se apele a la rebelión desde la derecha no es más que otra muestra de que hay que reescribir los libros de política. Pero este resurgir del populismo y del nacionalismo no es sólo de derechas, como demuestran los casos de España y Grecia. ¿Qué explica este resurgir de algunos de los peores instintos políticos?
El mundo de la Guerra Fría tenía dos referentes muy claros, y éstos se perdieron, por fortuna, con el fracaso histórico del comunismo. Pero la pérdida de referentes globales es lo que ha permitido esta vuelta al nacionalismo. El sistema ha aunado la integración económica con una tendencia a la mundialización del gobierno. Esas superestructuras políticas han asumido un conjunto de ideas con vocación global, y muchas de ellas provocan rechazo. La crisis económica ha demostrado que el sistema no está a la altura de sus promesas, y ha arruinado su credibilidad. En el crepúsculo del gobierno mundial muchos han encontrado refugio en la comunidad nacional y en sus manifestaciones políticas expresamente nacionalistas. Y el descrédito alcanza a las élites con acceso al poder; de ahí el papel político del populismo.
El descrédito de los políticos es más que merecido y el populismo, entendido como desconfianza hacia las élites, es muy sano
Por otro lado, la libertad siempre tiene enemigos. De los cascotes del comunismo resurge el socialismo del siglo XXI. Pero el socialismo es autodestructivo y ya sabemos cómo luchar contra él. Cuestión aparte es el islamismo. Esta sociedad de cultura post histórica no sabe cómo enfrentarse a él.
El descrédito de los políticos es más que merecido y el populismo, entendido como desconfianza hacia las élites, es muy sano. Pero el resurgir del nacionalismo (que también tuvo lugar tras la Gran Depresión) es un hecho muy grave. Las sociedades abiertas y libres, que comercian con bienes y servicios, comparten referencias culturales y compiten por mejorar las cosas, esto que hemos llamado capitalismo, ha mejorado la condición del hombre sobre la tierra y le ha reconocido su dignidad.
El nacionalismo populista no va a triunfar electoralmente siempre. Una vez en el poder, no va a poder cumplir todo su programa. Y lo que lleve a cabo va a fracasar como todo intento de coartar las sociedades libres. Pero los posos del nacionalismo pueden ser muy difíciles de digerir.

                                                           JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ  Vía VOZ PÓPULI

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