Que Santiago Matamoros siga siendo patrón de España en esta época multicultural y de abrazos y ternuras hacia todo lo que no sea la tradición propia, parece un poco incongruente, pero, si bien se mira, es una muestra más de que aquí nunca pasa nada, y que, cuando pasa, todo conspira eficazmente para volver de inmediato al punto de partida, a lo de siempre, ese secreto de nuestro peculiar carácter que administra con notoria eficacia don Mariano Rajoy, el único que parece haber salido indemne de un año 2016 en el que toda decepción ha tenido su asiento.
En realidad, nuestro patronazgo debería otorgarse a los Santos Inocentes, porque los niños asesinados por un equívoco y la sádica arbitrariedad del mandamás de turno, representarían a la perfección ese toque de pasividad, ignorancia y conformismo que adorna a una buena mayoría de la sociedad española, acostumbrada a que la engañen, la toreen, a tragar con todo y, en último término, a poner cara de que las cosas van un poco mejor, como siempre.
Un año político muy singular
En 2016 los españoles estuvimos a punto de descubrir que sin gobierno se vivía mejor, es decir, igual, como mínimo, y sin nuevas leyes, y la posibilidad de que ese descubrimiento acabase por hacer reflexionar a los españoles ha sido el verdadero motivo que precipitó una salida política tan inverosímil como absurda, la prórroga de un Rajoy sin mayoría parlamentaria y la condena de Sánchez a la leyenda, a convertirse en la autoestopista misteriosa que se aparece en algunas curvas a los del PSOE para recordarles que no lo están haciendo demasiado bien.
Esa sensación de asueto que experimentábamos al ver a un Gobierno sin posibilidades de cometer tropelías, terminó de manera abrupta mediante el dispositivo del hartazgo, porque los españoles estuvimos a punto de perecer bajo la insistente matraca de la gobernabilidad, que fue el pudibundo seudónimo tras el que se ocultaba muy gallegamente el de siempre. Además, la amenaza de unas terceras elecciones, con el animoso empujón de Ciudadanos dispuesto a hacer de lubricante y a convertirse en la partera de la abuela, terminó por hacer tragable la solución. Fue el momento de gloria de Marhuenda, la razón arrodillada a los pies de un analista tan implacable como certero.
Panorama tras el parto de los montes
Hecha la investidura y constituido el Gobierno, caben dos cosas, dedicarse a ensalzar las virtudes del presidente, misión apta sólo para tipos muy competitivos, dado el extraordinario número de hagiógrafos que posee, o tratar de ver si el panorama político ofrece alguna pista de lo que puede acabar sucediendo, más allá de los ires y venires de una legislatura anómala. Decía hace poco Guillermo Gortázar que la política es no saber qué pasará mañana, una definición muy española, ciertamente, pero eso no excusa, especialmente en los cambios de fecha, de tratar de adivinar lo que pudiere esperarnos.
El PP de Rajoy está en su momento de máximo esplendor, porque ya consigue gobernar sin tener la mayoría necesaria, y porque ha demostrado ad nauseam que eso de tener principios, ideales, objetivos, o cualquier simpleza de ese estilo, es el arte de ponerse palos en las ruedas de la gobernabilidad. Poseído de esa superioridad intelectual que le da conocer el secreto de la supervivencia sin motivo, se dispone, y es solo un ejemplo, a ampliar el concepto de familia, asunto que, como todo el mundo sabe, trae en un sinvivir al 99% de sus votantes, y a proclamar en su próximo Congreso la prórroga indefinida del marianismo, más allá de cualquier objeción de esa panda de envidiosos que son los de Ciudadanos. Rajoy no incurrirá en el defecto aznaril de limitar sus mandatos, y no cometerá el error de nombrar un sucesor, a no ser que le dé tiempo de promocionar a su niño, si es que le da por esto de la política, y por eso Soraya está tan activa porque sabe que tiene que ganarse la designación y acabar con la envidiosa de Cospedal, aunque tiene tiempo por delante. Resumiendo, que por la parte del PP más de lo mismo y así para siempre. Amén.
El PSOE
Del PSOE podría decirse lo que dijo Sabino de Armada, en otro momento que tampoco fue fácil: “ni está ni se le espera”. Su postración es tan grave que ya hasta Rafael Hernando, más dado a la truculencia que a la sutileza, se permite chanzas, como decir que se han abstenido, por delicadeza, de intervenir en su situación interna “que es la que es”, una definición rajoyana como pocas. El PSOE agoniza en medio de la indiferencia general y con el palmeo de una gestora que ha heredado un crimen más propio de El Caso que de un partido moderno, la orgía decepcionante de lideresa del sur, cuyo ideario específico es todo un enigma, y cuyo encanto fuera del patio andaluz está por ver, y el estruendoso silencio de los históricos, que han desaparecido del mapa, tal vez avergonzados de la que han liado. Para acabar, algunos sacan a pasear el cadáver insepulto de Sánchez, que parece haber descubierto que la solución de los males del PSOE ha estado en ser poco proclive al nacionalismo, así que no es nada fácil ver por do va a salir este partido.
Las encuestas son implacablemente malas para el PSOE, pero los concernidos todavía no se han puesto de acuerdo sobre si sus perseguidores son galgos o podencos, y están tardando mucho en emprender la carrera, de forma que cabe suponer que puedan acabar asfixiados por el abrazo del oso de un Rajoy dispuesto a lo que sea para ocupar su espacio, y lo que les salga por la izquierda, si es que termina por salir algo, que está por ver.
Ciudadanos
Ciudadanos empezó con la idea de regeneración, que es un viejísimo tópico de la historia política española y ha terminado con el más crudo posibilismo; empezó hablando de una nueva política y se ha dedicado a prorrogar a Rajoy con la excusa de la gobernabilidad y aceptando la retórica ruda y elemental del rajoyismo, con todas sus conchas y sus retrancas; ha pretendido someter a Rajoy a sus principios y don Mariano les ha aplicado el viejo método de vuelva usted mañana que yo ya se lo que me hago. Con todo no hay que descartar que Ciudadanos vuelva a tener oportunidades de importancia, siempre existirá un electorado que prefiera el eufemismo de Ciudadanos que el cinismo en vena.
Su gran oportunidad fue la de renovar, pero han desperdiciado hasta tres ocasiones de hacerlo mínimamente en serio, y ahora dependen, más que nada, de las veleidades del clima, del acaso, porque ha mojado su pólvora y sus gestos se han convertido en mueca gastada. Veremos si existe la posibilidad de recuperar oportunidades perdidas, pero son muchos los rasgos que apuntan a que el gurú de la renovación ha sido víctima de la gramática parda antes de haber acabado siquiera su primera obra original.
Todavía hay tiempo para que Ciudadanos monte una buena orquesta de cuerda, pero si persiste en los solos del concertino, su público volverá a preferir la charanga y la pandereta por aquello de que, puestos a desperdiciar el voto, es preferible el morbo de ganar.
Podemos, pares e impares
A Podemos hay que agradecerle un espectáculo impagable, de un dramatismo shakesperiano, con traiciones, ira, furor, arrepentimiento y nostalgia de la gran belleza. Es como si quisiera devolverle a la derecha los favores prestados demostrando que la política es un asunto en el que la mentira siempre gana. Hay quienes están asombrados de esta deriva pendenciera, pero hace tiempo que los revolucionarios se caracterizan más por emular la estética guevariana que por mantener una mínima lógica, aunque sea marxista. Es digno de mejor causa ver a Iglesias pedir perdón a los candorosos militantes que no se han comido un colín, ni se lo llevarán jamás a la boca, por haber dejado que se transparenten las vergüenzas de la ambición, pero es que Shakespeare es así, no están representando un sainete sino una tragedia, o eso nos quieren hacer creer para sentirse magnánimos, indispensables.
Al tiempo que líderes y diputados sin misión definida se dedican a las grandes pasiones, los personajes con cargo de responsabilidad les secundan en esa tarea de desvelamiento profundo de su altruismo. Así Carmena y Maestre, y demás compañeros, han descubierto que pueden joder a medio Madrid con eso del medio ambiente, que siempre es más estético que lo de las basuras, y se dedican a prohibir que es lo suyo. Deben estar felices practicando la pura arbitrariedad, los días pares las matriculas pares, los impares las nones, que saben que no va a arreglar nada, pero empieza a quedar claro que saben mandar, que pueden ser tan ejecutivos como Montoro, y también se les ocurren cosas para hacer la puñeta al respetable. Mandar es un placer, genial, sensual, y eso es lo que Iglesias no está dispuesto a cederle al ñoño de Errejón, ni al cursi de la Asamblea, o a la creída de su ex. No piensa consentirles que con sus ambiciones perjudiquen a Podemos, faltaría más, esa unión entre todo lo bello, lo digno y lo sublime que aquí se ha encarnado en el coletas, como en otras partes en Chaves o en Maduro, como en Fidel. Pero de este drama fingido tampoco aprenderán nada nuestros santos niños.
Lo malo es que los santos inocentes lo reciben todo como un regalo, no tienen malicia, y esa divina paciencia la explotan a modo los Herodes de este mundo, no con más acierto ni con menor saña. O sea, que tienen la culpa, que su inocencia irresponsable consiente que nuestra deuda esté casi tres veces por encima de lo que establecen los pactos europeos, que admiten, de nuevo, pagar más, que siguen creyendo en los cuentos públicos sin intereses privados, y venerando las nuevas religiones con el debido respeto y la más católica sumisión. Así nos va, hasta que en 2017 volvamos a celebrar su fiesta, como si todo fuera una broma.
J. L. GONZÁLEZ QUIRÓS Vía VOZ PÓPULI
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