En el ámbito de lo público, otra cosa es el espacio privado de cada familia, la destrucción de la paternidad parece una tarea asegurada. También la de la madre sobre todo si aparece como expresión de la unidad familiar; otra cosa es si se trata de una madre soltera o, mejor, lesbiana. Pero, sobre todo, lo definitivo es la demolición de la figura del padre.
Lo es en el terreno de la ideología que intentan convertir en hegemónica, la de género. La figura del padre, como hombre y heterosexual, constituye la concentración de todos los males. Uno de sus descalificativos lo muestra con claridad. La figura del patriarca que designa, bien al hombre que por su sabiduría es respetado y goza de autoridad, bien a algunos personajes del Antiguo Testamento que fueron los cabezas de una amplia familia y una numerosa descendencia, o bien a una autoridad religiosa cristiana, ha dado lugar a un calificativo descalificador, el “Patriarcado” que, si bien, en su sentido literal significa el gobierno de los padres, y corresponde a una fase antigua de la civilización que aún perdura en algunas culturas minoritarias, para la perspectiva de género significa una forma organizada de opresión contra la mujer de la que nuestra sociedad no ha conseguido todavía librarse.
Esta persecución fundamentalista del hombre y la voluntad, propia de toda ideología totalitaria de configurar un nuevo lenguaje, como bien narra George Orwell en 1984, le lleva a extremos tales como atomizar la idea de fraternidad, tan asumida en nuestra cultura, tanto religiosa como secular, al considerarla que por su raíz, frater, se refiere solo a los hombres, por esta causa ha acuñado una expresión equivalente para las mujeres, sororidad. Así lo explica uno de tantos sitios dedicados a la ideología Gender: “En sonoridad”, y derivados, como en “Saludos sororos” hace alusión específica a la solidaridad entre mujeres en el contexto patriarcal, es decir, en el contexto de un sistema social parte de la falacia biologicista patriarcal, por la que se justifica organizar la sociedad en función del sistema sexo-género, que parte a su vez de la clasificación básica de las personas en dos grupos definidos por el hecho biológico de que se disponga de un pene o de un útero (“sexo”; dejándose fuera además cualquier otro hecho biológico relacionado con el sexo) (Sic) (http://www.mujerpalabra.net/pensamiento/analisisfeminista/sororidad.htm)
La destrucción del hombre solo es posible si previamente se destruye la figura del padre, que encarna y propaga los males del patriarcado. No es gratuito que, en la legislación de Zapatero sobre el matrimonio homosexual y la correspondiente modificación del Código Civil, asumida en su literalidad por el PP, desaparezca el concepto de padre y el de madre sustituidos por el de progenitor.
Un observatorio privilegiado para constatar esta ofensiva son las series televisivas producidas en Estados Unidos para su explotación global. La constate en ellas cuando aparece un dato familiar es que el padre esté físicamente desaparecido, o que, sin estarlo, abandone absolutamente sus funciones, o sea, un malvado, o un abusador, o cualquier otra característica malsana. Recuerde series como Perdidos e intente encontrar entre la polifonía de personajes, un solo padre normal. Hoy cuando parece un padre que no sea homosexual -caso de Modern Family- difícilmente será una persona de buena moral. A lo máximo que se llega, en su prefiguración positiva, es a presentarlo como un tío más o menos simpático, pero cuyo papel paterno ha desaparecido, y se comporta de una manera similar a la del hijo; es un “amigo” más.
El resultado es la progresiva degradación de la imagen paterna, y la abundancia de padres jóvenes e hijos desorientados, porque carecen de referentes sobre su misión, y la sobrecarga de responsabilidades sobre la mujer, lo que facilita las rupturas de la pareja. El resultado está a la vista. Una sociedad dotada de los máximos recursos educativos de todas las épocas, presenta la más alta tasa de fallo educativo en los jóvenes: botellón y consumo de alcohol y otro tipo de drogas, elevada tasa de suicidios, inicio de las relaciones sexuales a los catorce años, y crecimiento de la promiscuidad y, con ello, aumento de las enfermedades de trasmisión sexual en los adolescentes y jóvenes. Abundancia de comportamientos violentos hacia las chicas, a pesar de la educación Gender recibida en la mayoría de centros escolares, las redes sociales y los otros medios de comunicación; elevada tasa de fracaso escolar y de ninis. La familia en España, como en los países latinoamericanos, desarrollaba una función que paliaba los déficits institucionales, que ahora se muestran más descarnados que nunca.
Nunca, ningún recurso público sustituirá los efectos beneficiosos de la figura del padre. Por eso, debe decirse de la ideología de género algo parecido a lo que se decía de Juan March y la II República española, “o se termina con la hegemonía de la perspectiva de género, o ella terminará con nosotros”.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
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