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jueves, 29 de diciembre de 2016

EL CAUDILLISMO AVASALLADOR EN LOS PARTIDOS POLÍTICOS




En las cúpulas dominantes de los partidos españoles hay una generalizada alergia a que los partidos sean democráticos en su estructura interna y en su funcionamiento. Esas cúpulas oligárquicas prefieren mandar ellos y que los militantes y los afiliados al partido obedezcan sus órdenes.

Sí, ciertamente, se sabe que la política no es un deporte, sino la forma pacífica -más o menos-, de guerrear. Y también es sabido que quien quiera ganar en la política ha de tener las cualidades del guerrero. Y que ha de estar siempre en pie de guerra. ¡Sin tregua!, porque en los partidos los enemigos están generalmente en el propio bando.

Por todo ello el legislador español ha establecido unas obligatorias reglas de juego para la política: el artículo 6º de la Constitución española dice que "Los partidos políticos...(en) su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos". Sin embargo, todos sabemos que en la realidad los partidos no practican internamente una verdadera democracia. ¿Por qué?.

Por supuesto, en España se cumple también la ley de hierro de la oligarquía que formuló Robert Michels: "la organización es la que da origen al dominio de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización, dice oligarquía". Efectivamente en la Partidocracia  española la cúpula oligárquica organiza el partido como una propiedad suya y avasalla a los simples y numerosos afiliados. Más aún, esa cúpula dominante tiene un líder, que es el único amo al que todos obedecen, como si fuera un medieval señor feudal. Esa obediencia es, sin duda, debida porque los cargos internos del partido los nombra el jefe del partido quién, además, puede incluir a quien quiera en las listas cerradas y bloqueadas de candidatos a cargos electivos, según la vigente Ley Electoral.

La promoción política de un afiliado solo depende de la voluntad del jefe, que está asesorado por los miembros de su cuadrilla, de la cúpula dominante. La obediencia y la lealtad al amo del partido es el valor supremo y el camino que lleva a la promoción personal. De esta forma, el jefe acaba acaudillando al partido, y basa su poder en una estructura jerárquica ilegal (contraria a lo que ordena el artículo 6 de la Constitución española) porque no es democrática. Desde luego, los caudillos de los grandes partidos establecen su poder absoluto mediante el miedo o la amenaza. Esos amos de los partidos desprecian las estructuras internas de participación democráticas que puedan existir teóricamente y emplean métodos de coacción que bordean la legalidad, exigiendo a veces compromisos personales inconfesables.




Todo ello es posible porque la legislación electoral vigente en nuestro Estado de partidos hace que los diputados y representantes políticos de los ciudadanos sean de hecho disciplinados empleados del partido que los incluye en las listas cerradas y bloqueadas de candidatos. Por ello, los candidatos elegidos no representan de hecho a los ciudadanos sino a sus partidos y anteponen sus intereses partidistas al interés general. Y esto ocurre tanto en los viejos partidos como en los nuevos. A veces el caudillaje del partido se ejerce bonachonamente por el presidente o el secretario general del mismo, pero también coopera en esa tarea el segundo personaje que gobierna el partido, que suele ser su contrapunto. En el viejo PSOE, Felipe González fue su caudillo, y el malvado Alfonso Guerra cooperó con el bueno de su jefe.

El viejo PP lo acaudilló Aznar y su heredero Rajoy le ayudaba en la tarea. Ahora Rajoy es el caudillo del PP, con poder absoluto. En Podemos Pablo Iglesias es el caudillo y Errejón se limita a cooperar con el jefe. Ciudadanos está acaudillado por Albert Rivera, apoyado en su jefatura por Villegas y por Girauta.

Los caudillos de los partidos actúan como amos, como propietarios del partido, tanto es así que cuando dejan sus cargos, incluso muchos años después, quieren seguir influyendo y caciqueando en los mismos, como Felipe González en el PSOE, al que muchos le consultan ahora quien debe ser el próximo secretario general; o como Aznar en el PP, a pesar de que Rajoy le ha salido respondón y no se lo consiente. A ello Aznar le replica privando al PP del apoyo de su FAES. Pedro Sánchez se creyó que podía acaudillar el PSOE con el apoyo de la militancia, pero Felipe González con el apoyo de algunos barones autonómicos lo puso en su sitio cuando quiso, sin miramientos democráticos.

Los caudillos de los partidos son líderes absolutos. Nadie se atreve a enfrentarse a ellos, salvo sus adjuntos o máximos cooperadores, porque "el que se mueva, no sale en la foto". A Felipe González, su alter ego Alfonso Guerra, tras muchos años de seguimiento total del jefe, se atrevió a contrariarlo pero solamente en asuntos secundarios. A Aznar lo obedeció ciegamente Rajoy, y si ahora se atreve a ignorarlo es porque Rajoy se encuentra sólidamente instalado en la presidencia del Gobierno. A Pablo Iglesias lo incordia Errejón, pero intermitentemente. Finalmente, al vacilante Albert Rivera comienzan a crecerle los enanos en su partido, pues algunos parece que quieren presentarle batalla en el próximo congreso de Ciudadanos, porque lo consideran culpable de haber apuntalado al PPSOE en la gobernabilidad, con lo que en vez de destruir al bipartidismo ha logrado que se consolide el PP como el gobernante "partido único", apoyado por dos partiditos auxiliares: PSOE y C's, y que solo tenga enfrente la oposición de Podemos, una organización o movimiento integrador de diversos partidillos antisistema. 



En fin, que siempre se acaba cumpliendo la ley de hierro de la oligarquía. Michels concluyó que tarde o temprano las elites que dirigen las clases dominantes terminan por reconciliarse y concertarse con el objetivo de retener el dominio sobre las masas. Incluso en los regímenes socialistas  —afirmó—  la mayoría obedece el orden establecido por la minoría dominante, puesto que en ellos se implanta la voluntad de la “nueva elite” que habla en nombre de la clase trabajadora o de la gente.

En todo caso, los enfrentamientos a los líderes caudillistas de los partidos, suelen ser cautos, tímidos. En España, los machos alfa no perdonan a sus opositores, como está experimentando ahora Errejón. Incluso A. Rivera quiere incluir en los estatutos de su partido en el próximo congreso de C's una advertencia de que aquellos que actúen de forma perjudicial para el partido o que promuevan ciertas corrientes de opinión serán castigados con la suspensión de militancia o incluso expulsados del partido. Los caudillos de los partidos no se andan con bromas. ¿Quieren esos caudillos que haya democracia?. Tal vez, sí; pero siempre que no afecte a su poder absoluto. El amo, el capo, es el único que debe tener mando en plaza(o sea, tras Franco, los franquitos). La Partidocracia es así. La Ley Electoral vigente ampara sus caudillajes.

Entonces ¿seguirá incumpliéndose el artículo 6º de la Constitución española?. ¿No se pueden democratizar los partidos?.  Depende, porque sin la conformidad y el consenso de los partidos para hacer esas reformas aunque les perjudiquen, será muy difícil cambiar la situación actual.



Para conseguir una regeneración política que elimine la dictadura de los partidos y el nefasto caudillaje caciquil de sus líderes, es preciso que haya un decisivo rearme de una sociedad civil que exija a los partidos un cambio radical que desmonte la partidocracia e instaure en España una verdadera democracia, devolviendo la soberanía popular a sus únicos propietarios: los ciudadanos, la gente.

Este cambio ha de comenzar con el logro de un objetivo básico: una modificación sustancial de la legislación electoral que permita a los ciudadanos elegir directamente a sus representantes políticos en distritos unipersonales; es decir, a sus diputados de distrito. Este cambio se ha de hacer urgentemente, si bien inicialmente tendrá solo el alcance que permita la actual Constitución. Por ello, el cambio deberá continuar avanzando incesantemente hasta que logre su meta final. En todo este proceso la sociedad civil intensificará cada vez más la presión a los partidos políticos y propondrá una eficaz política por objetivos con el fin de profundizar en la regeneración política y en la auténtica democratización, acometiendo para ello las reformas que sean necesarias de nuestra obsoleta Constitución. ¡España tiene que dejar de ser una partidocracia!. A los partidos inmovilistas que se opongan a esos objetivos, los ciudadanos tendremos que boicotearlos dejándoles de votar, porque ya somos mayores de edad políticamente y no necesitamos ni aceptamos la nefasta tutela de los partidos ni sus listas cerradas y bloqueadas de candidatos.

 

                                                   JOAQUÍN  JAVALOYS

2 comentarios:

  1. Amigo Javaloys. Cómo me alegro que te hayas sumado, al igual que yo, al Trevijanismo. Solo ha habido otro autor que me haya abierto tanto los ojos como D. Antonio García Trevijano. Especialmente con su profundísimo libro Teoría Pura de la República. Ese otro autor fue Carl Sagan, en mi juventud. Sagan también me hizo ver la ciencia desde otra perspectiva. Un cordial abrazo

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  2. Hola Vicente. Sí, coincido con Trevijano en el diagnóstico de la situación política. Sin embargo, creo que es inútil abstenerse en las elecciones generales pues, con tal actitud, más que deslegitimar el sistema se perpetua el mantenimiento del partido gobernante.
    Yo creo que los partidos no van a desmontar su estado del bienestar: la partidocracia dominante y las Autonomías. Por ello, ahora el protagonismo debe asumirlo una sociedad civil reforzada asociativamente que practique la dirección por objetivos en una nueva POLÍTICA POR OBJETIVOS: seleccionar unos cuantos objetivos fundamentales, proponerlos a los partidos y recomendar a los ciudadanos que voten solamente a los partidos que asuman la realización de esos objetivos básicos en sus programas electorales, de obligado cumplimiento. Para mi, ahora, el principal objetivo es una nueva Ley Electoral que posibilite la existencia del diputado de distrito, elegido directamente por los ciudadanos en distritos unipersonales.
    Los problemas de España no los van a solucionar los partidos políticos viejos o nuevos que están encantados con el vigente Estado de partidos. Las cúpulas de los partidos, concertadas, siempre defenderán sus intereses, no los de la gente. Es la hora de fomentar el protagonismo de la sociedad civil. Es la hora de desmontar la Partidocracia porque los españoles ya somos mayores de edad politicamente y queremos que los diputados no sean empleados de unos partidos que los incluyan en listas cerradas y bloqueadas; preferimos que los partidos dependan de unos diputados que los ciudadanos elegimos directamente en distritos unipersonales.

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