La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. (Ilustración: Raúl Arias)
Están equivocados quienes piensan que la llegada de Susana Díaz a la secretaría general del PSOE se producirá con los métodos normales de elección de un líder. No, a estas alturas, ya no. Acaso en otro tiempo, meses atrás, podría pensarse en un congreso federal en el que asumiera la secretaría general con un apoyo amplio, como esas mayorías búlgaras que se dan en los partidos cuando la disidencia queda reducida a menos de un 10%. Alguien puede tener la tentación de pensar que, tal y como están las cosas en el PSOE, una mayoría como esa ya sería muy satisfactoria para cualquier líder, suficiente para iniciar un nuevo periodo. Pero si lo piensa, es que no conoce al personaje: por lo que se está viendo, Susana Díaz ya no se conforma con el liderazgo por unanimidad, ni siquiera por aclamación; en lo que está pensando es en el liderazgo por Asunción, un método inmaculado que la eleve a los altares sin mácula de refriegas estériles ni mancha de batallas internas.
Hay que atender, por ejemplo, a las palabras que dijo el otro día de ella el presidente de Aragón, Javier Lambán, para entender el fenómeno paranormal que se está amasando en el PSOE para la Ascensión de Susana Díaz. Dijo Lambán: “Los dioses del socialismo y de la política la cubren con un manto más poderoso del que la cubrían hace un año. Va ser requerida en los próximos meses para parar, templar y mandar”. ¿Lo ven? No existe un anuncio igual en la historia de la política. Por eso, porque se trata de una Asunción.
Tan grande fue el sobresalto que algunos veteranos socialistas andaluces de renombre, como Amparo Rubiales o Enrique Linde, se quedaron perplejos ante el anuncio: “No sabía que el socialismo tenía dioses… ¡Por favor!”. Otros lo achacaron a los efluvios de la localidad en la que se produjo el anuncio, Umbrete, un pequeño pueblo del Aljarafe sevillano que es famoso por el mosto, pero no era esa la explicación. El presidente aragonés solo cumplía un encargo (debe aclararse que para saber lo que piensa Susana Díaz, hay que acudir siempre a los portavoces que ella nombra, que hablan por ella), llegó de ángel mensajero y anunció la buena nueva.
De hecho, esta misma semana, la siguiente al anuncio de Lambán, Susana Díaz ya tiene preparado un gran mitin, el primero de sus grandes mítines, para intentar demostrar que es con ella con quien está la militancia, y contrarrestar así la perniciosa imagen de ‘golpe de Estado’ que se le quedó adherida tras el convulso comité federal de octubre en el que otra de sus enviadas tomó Ferraz al grito de “la autoridad soy yo”.
Para devolverle a su imagen pública los componentes necesarios de devoción popular, este mitin se celebra en Jaén, una de las provincias de más arraigo socialista, tierra del omnipresente Gaspar Zarrías o de sus herederos, y junto al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, uno de los que más se han mojado en su defensa y en el derribo de Pedro Sánchez como secretario general. El PSOE andaluz ya deslizó que se pensaba volcar con la organización de este mitin, con lo que el ‘baño de militancia’, que es la expresión acuñada para la ocasión, está garantizado. Por eso Jaén, porque en esta provincia, a diferencia de otras andaluzas como Sevilla, Málaga o Cádiz, Susana Díaz no tiene críticos ni díscolos que hayan constituido plataformas de apoyo a Pedro Sánchez.
El decorado está dispuesto y las entradas vendidas para que comience la teatralización de este ascenso, que alcanzará su clímax cuando las presiones programadas la aboquen, con modestia y sacrificio, a confirmar su disposición a liderar el Partido Socialista. ¿Dónde está el problema, entonces? El problema está fuera, en la calle, donde no se venden entradas ni se alquilan lealtades. Son oleadas inesperadas, que ni siquiera salen de la oposición; por eso son las peores en la acción política, porque no se controlan desde un despacho. En el Parlamento andaluz, aunque el PSOE no tiene mayoría absoluta, disfruta de una serena estabilidad gracias al apoyo sin demasiados compromisos de Ciudadanos. Las protestas de la oposición del Partido Popular y de Podemos se quedan reducidas a las sesiones de control parlamentario, que en el peor de los casos no pasan de un berrinche para la presidenta cada 15 días.
La rebelión de los profesores y la marea blanca de la Sanidad destrozan el discurso oficial y han dejado a Susana Díaz como un gigante con pies de barro
Con billetes a cinco euros, el doctor Spiriman, Jesús Candel, lleva una par de semanas vendiendo plazas de autobús para convocar en Jaén otra de las macromanifestaciones que viene organizando contra el diseño hospitalario de la Junta de Andalucía, que no es más que ingeniería política para camuflar losrecortes que se vienen realizando en la Sanidad andaluza. Tras las protestas de Granada, Huelva y Málaga, ahora llega Jaén: media Andalucía contra la Sanidad andaluza. Y junto a ellos, alentados por esa marea blanca de la Sanidad, los profesores también han comenzado su rebelión cuando se ha conocido el recorte en la convocatoria de plazas públicas para Infantil y Primaria en una comunidad en que los sindicatos cifran en 8.000 los puestos de profesores sin cubrir. En una semana, el informe PISA que descuelga a Andalucía a los últimos puestos de la calidad y la formación de los alumnos andaluces y el anuncio de la Junta de Andalucía, como una provocación, para recortar más plazas de profesorado.
¿La Sanidad y la Educación revueltas en Andalucía? Esa es una realidad desconocida en la larga hegemonía del socialismo andaluz. Pero es así. Por eso, Susana Díaz llega a la cumbre de su escalada orgánica en el PSOE en su peor momento como gobernante, con dos pilares básicos, clásicos, de la estabilidad socialista en Andalucía tambaleándose. En todos estos años, el mensaje principal de los socialistas andaluces y, por extensión, de la Junta de Andalucía consistía en repetir todas las semanas que gracias a la gestión del Gobierno autonómico, “Andalucía está blindada frente a los recortes de la derecha”, sobre todo en Educación y en Sanidad. O como dijo la presidenta andaluza, en una declaración que siempre podrá usarse como símbolo del paternalismo político: “No pienso recortar en mis colegios, en mis hospitales, en mis dependientes, porque ahora en Andalucía lo que se tiene es que recuperar derechos”. La rebelión de los profesores y la marea blanca de la Sanidad destrozan el discurso oficial y han dejado a Susana Díaz, como en la pesadilla de Nabucodonosor, como un gigante con pies de barro que camina por Andalucía.
JAVIER CARABALLO Vía EL CONFIDENCIAL
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