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lunes, 12 de diciembre de 2016

POPULISMO Y CRECIMIENTO, LA FALSA CORRELACIÓN

Mientras los partidos tradicionales sigan favoreciendo el actual modelo económico, surgirán, por desesperación, movimientos que trataran de cubrir los agujeros del sistema.


Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional. Gtres





Todos los defensores del actual modelo de crecimiento: desigual, sin inversión privada, creciente financiarización de la economía y depredación del medio ambiente son los que con más fuerza echan la culpa del auge del populismo a la falta de crecimiento. Estos hooligans demuestran una cierta falta de análisis de la realidad política, económica y social y solo se ven influidos por la corte de tertulianos que, a sueldo de grandes corporaciones, tratan de influir en el sentimiento del elector.
Correlacionar populismo con falta de crecimiento es tan falso como interesado
Este argumento, tan pueril, como falso, consiste en relacionar casi con correlación unitaria, el crecimiento de los llamados movimientos populistas a la falta de crecimiento de las principales economías occidentales. Esto no se sostiene si se escruta los últimos episodios de crisis económicos en la economía occidental, finales de los 70, los primeros ochenta, la década de los 90 y por supuesto la última y más severa iniciada en 2008. Durante estos episodios en muchos de los países referenciados no tuvieron episodios de alzas electorales de movimientos llamados populistas, como se han dado recientemente en Francia, Italia, España o EEUU.
Este fenómeno viene impulsado por el progresivo empoderamiento de parte de la población que ha abandonado a las fuerzas políticas tradicionales
La historia económica reciente contradice esta moda pseudo intelectual que defiende esta posición
Este fenómeno que, disimuladamente, ha escandalizado a ciertas elites viene impulsado por el progresivo empoderamiento de parte de la población que ha abandonado a las fuerzas políticas tradicionales, las mismas que nos han traído hasta aquí. Pero es significativo que, en España, por ejemplo, tras las sucesivas crisis de los 80 y los 90, los ciudadanos continuaron confiando en las políticas fallidas de PP y PSOE, a lo que hubo que unir la creciente corrupción que ha lacerado completamente la confianza en las instituciones políticas nacionales. Francia es otro ejemplo que contradice la correlación entre populismo y crecimiento, pues a pesar de que Le Pen padre tuvo sus opciones en los primeros 2000, no ha sido hasta ahora cuando la posibilidad real de tener una Presidenta fascista cobra mayor valor. Y, sin embargo, Francia ha pasado por episodios de crecimiento bajo, e incluso decrecimiento, pero ha seguido confiando en personajes como Hollande que, una vez más, ha defraudado a una población castigada por un modelo de crecimiento hostil para una gran parte de la población.
España y Francia son ejemplos de cómo en periodos de crisis y crecimiento no han tendido fenómenos populistas
EEUU es otro ejemplo que contradice esta correlación espuria e interesada. En el momento de mayor crecimiento de los últimos años, con una tasa de paro (teórica) en mínimos, la población norteamericana ha elegido a un verdadero ejemplo de fascismo de cuello blanco. Por tanto, no es cierto que sea el crecimiento el antídoto para evitar que nuevos gobiernos de este fuste, lo cual merece que los grandes mandatarios mundiales se planteen si no es hora de cambiar de modelo de crecimiento.
La intensa financiarización de la economía ha causado una grave quiebra de los procesos de inversión y creación de empleo
Este modelo de crecimiento se asienta sobre una base irrefutable: una parte de la población siempre tiene que quedar a la intemperie para que esta desigualdad, que generará un individualismo depredador beneficioso, pueda favorecer procesos de acumulación intensos, cada vez más cortos, apoyados por episodios de burbujas financieros. La intensa financiarización de la economía ha causado una grave quiebra de los procesos de inversión y creación de empleo, lo que sin duda acorta los ciclos y los hace más vulnerables. El punto de partida se sitúa a finales de los 90, cuando desde EEUU se cebó el dogma más estúpido, en palabras del Presidente de BlackRock, que consiste en maximizar el valor del accionista por encima de cualquier otra función objetivo en las grandes corporaciones. Aquí está el origen de la quiebra de la confianza entre el mundo el capital y el trabajo, pero que no ha estallado hasta recientemente, cuando ya una generación entera se apresta a finalizar su vida laboral y constata que ya es más pobre que sus antecesores. La pobreza de una parte de la sociedad se puede considerar ya crónica, lo que va acompañada por un desempleo a largo plazo que según la OIT alcanza a más de 200 millones de personas en el mundo occidental.
La estupidez de maximizar el valor de los accionistas como máxima empresarial está detrás de parte de los efectos devastadores del capitalismo financiero
Este devenir, que se ha visto complementado con una leyenda internalizada por los garantes de la ortodoxia, la UE entre ellos, que consiste en deprimir los salarios como variable de ajuste en los periodos de crisis. Este empobrecimiento, que ya no se corrige cuando los ciclos voltean su punto de giro, asienta los procesos de acumulación de beneficios de aquellas empresas que todavía producen algo o prestan algún servicio. La desconexión entre trabajadores y poder sindical es otro resultado de la ofensiva financiera contra el mundo del trabajo, ayudado por procesos de descreimiento y pérdida de prestigio de estas instituciones, en paralelo al de los partidos políticos tradicionales.
Los ciclos económicos son cada vez más cortos y menos intensos, lo que permite no desandar lo implementado en los periodos de crisis
Pobreza, deflación salarial y desempleo crónico son elementos que explican el fenómeno populista
Las consecuencias últimas es que una parte importante y creciente de la población es abandonada entre las cifras de mejora de los indicadores macroeconómicos, verdad absoluta que esgrimen los funambulistas de este tipo de régimen. Los ciclos económicos son cada vez más cortos y menos intensos, lo que permite no desandar lo implementado en los periodos de crisis. Por eso, lo perdido en esta fase del ciclo, salarios, empleo de más calidad y derechos sociales, no se recuperarán, como no lo hicieron los perdidos en fases anteriores. Esta es la táctica del sistema para callar las fuerzas sociales que tratan de rebelarse. Con la promesa de que todo cambiará en breve, nos juntaremos con la próxima recesión y comenzará, de nuevo, la trituradora de elementos de bienestar, tan nocivo como caro para los que creen en el individualismo, un eufemismo para calificar el darwinismo social.  
La rebelión social, como el caso de las Kellys, reflejan muy bien la dinámica de la acumulación sin escrúpulos.
Por todo ello, no caigamos en la trampa de creer que todo este malestar se aliviará con crecimiento, porque ya estamos creciendo y las migajas del crecimiento, solo dejan modelos como el de las Kellys en el sector turístico, verdadero paradigma de la farsa del capitalismo: hay que crecer para repartir. En resumen, mientras los partidos tradicionales sigan favoreciendo este modelo, surgirán, por desesperación, movimientos que trataran de cubrir los agujeros del sistema, sin que logren nada más que exacerbar el cainismo de la lucha del hombre por el hombre, como ya anticipó Marx hace unos cuantos años.

                                                                 ALEJANDRO INURRIETA  Vía VOZ PÓPULI


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