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miércoles, 19 de diciembre de 2018

DESMONTAR UN RÉGIMEN


El problema es muy sencillo o muy difícil, según se mire: pasar de los ERE a una nueva era en Andalucía


Antonio Burgos

No le arriendo las ganancias a los líderes del PP, de Ciudadanos y, si los llaman y acuden como la sangre a la herida o el amigo a las dificultades, a los de Vox. Terminen como acaben las negociaciones en curso, acordadas las fórmulas que hayan sido consensuadas para la presidencia y consejerìas de la Junta de Andalucía, redactado y asumido el programa común, tras la votación de investidura del sucesor de Susana Díaz les queda nada menos que la dificilísima labor del desmontaje de todo un Régimen y de su entramado de intereses y clientelismo. Una verdadera y tupida tela de araña, que el poder del PSOE ha ido tejiendo en Andalucía a lo largo de 37 años. A los que hay que sumarle los de la preautonomía, que presidía y dominaba otro socialista, de los de la vieja escuela de la ética y el patriotismo, el ya casi olvidado Plácido Fernández Viagas, quien no tenía empacho de decir que le habían largado el mochuelo de presidir algo en lo que no creía, cual Andalucía, como me confesó una tarde en que me pidió consejo en su machadiana tertulia de café de Nova Roma.

El problema, si queremos ponerlo en dos palabras de tres letras es muy sencillo o muy difícil, según se mire: pasar de los ERE a una nueva era en Andalucía. Pasar, como cuando se hizo la Transición, de la ley a la ley, de un Estatuto de Autonomía que sólo ha sido hasta ahora gobernado y aplicado por el PSOE, a una nueva situación inédita: que Andalucía no sea el cortijo y el granero de votos del socialismo, como desde tiempos de Escuredo en Sevilla y de González en Madrid. Como a la muerte de Franco, pero sin un Rey que sea «motor del cambio» como lo fue Don Juan Carlos, se trata de desmontar un Régimen y de crear otro de nueva planta, que si sale con barbas puede ser San Antón y, si no, la Purísima Concepción, cuyo Dogma con tanto ardor popular se defendió en Andalucía. Para que se consumara el cambio de Régimen en España, de la dictadura a la democracia, las Cortes debieron hacerse el harakiri y encajes de bolillos virtuosos de la llegada de la democracia cuyos nombres no hemos olvidado, como Torcuato Fernández- Miranda, Adolfo Suárez o el recientemente desaparecido Miguel Primo de Rivera (que a la jerezana se pronuncia «Miguelito Primo»).

Aquí es peor. Aquí ahora hay un entramando burocrático montado a su medida por el PSOE que no está dispuesto a hacerse el harakiri, sino a todo lo contrario: a hacerle la puñeta a los que llegan después de 37 años de hacer de su capa cuantos sayos les ordenaban desde el partido. Los que tienen que desmontar el Régimen Socialista andaluz se encontrarán con una mayoría de funcionarios por oposición eficientes y cumplidores, pero también con mucho emboscado, mucho estómago agradecido a quien el partido, de contratado, lo hizo fijo, quizá sin oposición. ¿Cuántos palos les puede poner en la rueda al PP y a Cs esta tela de araña de los 263.000 empleados, la segunda plantilla más grande de España, de una Junta que tiene en sus manos un presupuesto de 34.000 millones de euros? No se trata sólo de poner en la calle a los 9.000 cargos «a dedo». Se trata de que los amiguetes de esos 9.000 paniaguados que quedan dentro no se conviertan en perpetuadores nostálgicos del Régimen que deben desmontar si quieren que la autonomía andaluza sea administrada de otra forma, inédita hasta ahora. El «consorcio de la derecha» que va a gobernar Andalucía corre el peligro de tener a los enemigos en plantilla y a sueldo. Lo de los chiringuitos de Administración Paralela de las 83 empresas publicas, agencias y fundaciones es lo más fácil de desmontar. Lo difícil es la propia burocracia de la Administración que les deja el PSOE, que veremos a ver si son capaces.


                                                                                        ANTONIO BURGOS   Vía ABC

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