Tal avalancha de crímenes sexistas está generando psicosis colectiva… e
individual. Esta confusión sexista ha llegado y se ha instalado como
nuevo signo de los tiempos de nuestro mundo posmoderno, e incluso con
una colaboración buenista e inocente, está colándose una guerra sexista
hasta en lo más cotidiano, lo más íntimo, que es el pensamiento, por el
camino corto, que es la confusión del lenguaje. ¿Dices que es machista
eso que he dicho? Yo te hablo de una persona concreta, y tú trasladas mi
crítica al mundo en general y en abstracto: al “universo mujer”. ¿O es
ser machista decir que una mujer tiene una peca en la punta de la nariz?
¿No serás tú la sexista… o neura? Entre todos, debemos evitar las
suspicacias e imposiciones. Hay quien ha dicho (ni más ni menos que un
humorista), que nunca como en la época de la transición democrática en
España habíamos gozado de libertad de opinión, que hoy ya es difícil
hacer reír sin ofender a nadie. Profetizo, en la línea de algunos de mis
artículos, que esa falta de libertad que empieza a impedir que nos
entendamos, si va a más y saltara la chispa, pronto nos abocaría a una
revolución, y de ella sería muy fácil que cayéramos en la lucha armada,
grupito contra grupito, y más tarde en un todos contra todos. Porque, al
no poder ni respirar, algún tonto o no tan tonto se alzaría incapaz de
aguantar las mil y una fantochadas que el amordazamiento de libertades
llegue a provocar. O no tan tonto, porque ¿será por legítima defensa? No
lo sé. Pero algunos están intentando ir con el arma de doble filo de la
falta de libertades contra los oprimidos para dominar; y de ahí a
dominar el mundo sería un paso, para un gobierno mundial, que más pronto
que tarde se implantará. No sería malo por ser mundial, que conviene,
sino por los medios empleados para someter a las masas. Insisto, como
hago a menudo, en que abracemos el diálogo, que tiene sus reglas, y hay
que respetarlas. La primera e indispensable es la apertura al otro con
respeto debido a quien es, otro tú como tú, con la misma dignidad, pero
inevitablemente distinto, y por tanto libre de pensar y opinar. Lo
resumía bien el filósofo Simon Critchley en “La Contra” de La Vanguardia
de este 3 de diciembre: “A mí esa levedad me recuerda al período de
entreguerras, cuando los países se insultaron y amenazaron durante años
sin que pasara nada, hasta que pasó”. Para evitarlo, estemos al tanto de
no caer en la neura y gocemos del paisaje en el recorrido entre la
libertad y el diálogo, y el diálogo y la libertad. Es la llave de la
única puerta de este callejón sin otra salida.
JORDI MARÍA D'ARQUER Vía FORUM LIBERTAS
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