/ANTONIO MORENO /EFE
De modo que las reacciones airadas de Quim Torra y Roger Torrent vienen a probar el acierto discursivo del Monarca. Incapaz de escapar de la mentira y el sectarismo que le constituyen, Torra ha tenido la desvergüenza de replicar al Rey que no existe un problema de convivencia en Cataluña sino uno de "democracia y de justicia". Algo que solo puede afirmar un líder ignorante del Estado de derecho, en el que son los jueces con arreglo a la ley quienes imparten justicia, y desconectado del deber de representar a todos los catalanes, también a esa mayoría no independentistas cuyos derechos llevan mucho tiempo siendo vulnerados por el rodillo separatista que manda en las instituciones catalanas. La última vez que vimos el estado de salud de la convivencia en Cataluña fue el pasado viernes durante la celebración del Consejo de Ministros en Barcelona. Torrent, por su parte, volvió a insistir en la tesis del "conflicto político" existente en Cataluña -en realidad creado por la deslealtad nacionalista- y llamó a superar en un referéndum de autodeterminación "el régimen del 78".
Desde Moncloa se apuntan a señalar la sintonía del Gobierno con las palabras del Rey, lo que supone un ejercicio de afinidad selectiva cuando no de cinismo: el Rey apeló al consenso dentro de la Constitución, pero Pedro Sánchez viene de firmar con Torra un comunicado que omite deliberadamente la referencia a la Carta Magna. Parecido ejercicio de retorcimiento hermenéutico realizó Pablo Iglesias, a cuyo juicio el Rey ha rectificado su discurso del 3 de octubre en plena intentona golpista; como si la defensa de la legalidad constitucional no equivaliera a defender la concordia entre distintos que ha guiado siempre la coherencia programática del reinado de Felipe VI. Así lo reconoció Albert Rivera, que destacó la convivencia como patrimonio constitucional de todos, y también Pablo Casado, que subrayó la demanda de respeto a las reglas de todos.
Fue el eje social -en especial el énfasis en la dura realidad laboral de los jóvenes y en la lucha por la igualdad de las mujeres- el que suscitó una aceptación prácticamente unánime. Un reconocimiento de los problemas que desvelan cada día a los españoles que actualiza el papel de la institución monárquica y la acerca al sentir de los ciudadanos.
EDITORIAL de EL MUNDO
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