Sánchez en el Congreso.
EFE
Que los resultados de las autonómicas andaluzas han dejado al PSOE en estado de shock es una realidad que ayer quedó de nuevo en evidencia en la sesión de control al Ejecutivo. Pedro Sánchez se ha dado un golpe en la cabeza del que aún no se ha repuesto. En el partido se habla ya sin tapujos del desastre que viene (García-Page ayer mismo),
alentado por el temor de los barones socialistas con mando en taifa
autonómica a que el vendaval que se ha llevado por delante a Susanita, la celebrada reina del Sur, acabe por llevárselos también a ellos por delante dentro de unos pocos meses. La presión interna no deja de crecer, reclamando al equilibrista de La Moncloa un cambio de rumbo radical. Demasiado tarde, o eso parece.
Para frenar esa sensación de pánico tras lo ocurrido en Andalucía
(¡ay, esos altos cargos que por fin han pillado, han pescado sueldos de
decenas de miles de euros, algunos incluso de centenas, y que bajo
ningún concepto quieren dejar de chupar de semejante ubre!), Sánchez el
impostado, el de los movimientos estudiados ante el espejo del callejón
del Gato, esa cabeza hermosa pero sin seso, ese perenne vacío, intentó
ayer en el Congreso un más difícil todavía, un triple salto mortal sobre
el trapecio de su impostura, dispuesto a protagonizar ante los
españoles un viaje desde las mazmorras donde separatistas y populistas caribeños le tienen recluido hacia el constitucionalismo y el centro político.
En
realidad no se trató de ningún viaje al centro, sino de un intento de
situase entre el golpismo y el constitucionalismo, una equidistancia en
mitad de ninguna parte, un fraude político e intelectual de los que
tanto gustan al personaje. Y en viraje tan brusco, en voltereta tan
violenta, el artista se rompió la cintura, el macarra quedó en cueros,
zurrado por unos y por otros, zarandeado por golpistas y por
constitucionalistas, porque el movimiento solo hubiera podido resultar
creíble si desde la tribuna del Congreso el dizque presidente hubiera
anunciado el inmediato inicio de los trámites necesarios para la
reimplantación del artículo 155 en Cataluña. Un 155 con todas las de la ley, no el de mentirijillas con el que nos obsequió el cobarde Rajoy.
Sin ese argumento de fuerza mayor, el giro de Sánchez sobre el alambre
de espino de sus exiguos 84 diputados quedó en simple mueca, grotesco
escorzo, porque ya es demasiado tarde para virar 180 grados con la mera
(y mala y gastada) retórica.
No se trató de ningún viaje al centro, sino de un intento de situase entre el golpismo y el constitucionalismo, una equidistancia en mitad de ninguna parte, un fraude político e intelectual
Naturalmente habría que preguntar primero al crápula (al Sánchez que confesó a Évole
que “me equivoqué al tachar a Podemos de populistas, el PSOE tiene que
trabajar codo con codo con Podemos”), si de verdad quiere iniciar ese
viaje al constitucionalismo y, en caso de
respuesta afirmativa, si a estas alturas puede hacerlo. Y la respuesta
es que no, porque el susodicho está demasiado implicado en la estructura
de quienes pretenden desmontar el régimen de la Transición.
No, porque
en cuanto anunciara la aplicación de ese 155, separatistas, filoetarras,
podemitas y demás ralea que le sostiene en el cargo le retiraría de
inmediato su apoyo, abocándole a la disolución automática de las Cámaras
y la convocatoria de elecciones generales. Sánchez es un pájaro prisionero en la jaula que él mismo preparó para acabar con Rajoy y llegar a La Moncloa. Pillado.
La presión interna no deja de crecer, reclamando al equilibrista de La Moncloa un cambio de rumbo radical
Y Sánchez tampoco quiere eso, claro está. Porque él no es
ni centrista ni constitucionalista. Tampoco socialista. Mucho menos
separatista. Él es sanchista, del partido de Pedro Sánchez O Eso (PSOE),
y lo que a él le importa es durar, seguir en Moncloa a cualquier
precio, disfrutar del momento junto a su señora. Como aquí se dijo en
fecha relativamente reciente, la royal pareja monclovita vive entregada al carpe diem,
el elixir del avión, el helicóptero, Doñana, los grandes viajes, los
mejores hoteles, y hagámonos muchas fotos, Begoña querida, y engordemos
un gran álbum familiar sobre los días de vino y rosas en que ocupamos
Moncloa y nos hicimos retratos de cuerpo entero con los poderosos de
este mundo, y al resto que le vayan dando por donde amargan los pepinos.
Un jeta todo desparpajo.
Sánchez es un pájaro prisionero en la jaula que él mismo preparó para acabar con Rajoy y llegar a La Moncloa
El PSOE en un rastrojo
Eso sí, cada
día que pasa aumenta la certeza de que este impostado narciso va a dejar
al viejo partido socialista convertido en un rastrojo. Como cualquier sicópata del poder
de los que tanto abundan por el ancho mundo, su apuesta no podía ser
más arriesgada. Con el régimen en descomposición, los nacionalismos
jugando con descaro a la independencia, la Corona malherida por la conducta del Emérito, la derecha en los tribunales víctima de la corrupción,
y el vacío de poder por doquier, el estruendoso vacío de poder, era el
momento de los osados, la hora del tipo sin complejos dispuesto a
protagonizar el gran golpe, el de la ocupación del poder sin el
concurso de los votos. Y en estrecha alianza con lo peor de cada casa.
Sánchez apostó su futuro en la ruleta del todo o nada. Y va a resultar
que es nada. Porque la nación no estaba muerta, como se ha demostrado en
Andalucía. El gran impostor es un cadáver político que empieza a oler. Mal.
Sánchez no es ni centrista ni constitucionalista. Él es sanchista, del partido de Pedro Sánchez O Eso (PSOE)
El final podría ser apoteósico. Y acelerado. A ver qué pasa con ese Consejo de Ministros del día 21 en Barcelona, con esos CDR que alienta Torra
en desesperada búsqueda del muerto por la causa que no acaba de llegar.
Ver a los mandos policiales eligiendo una localización adecuada para
ese Consejo que permita una rápida evacuación en caso de tumulto, es una
de esas cosas que más que rubor produce vergüenza. El Gobierno de
España no puede reunirse en la segunda gran ciudad española. Yo
recomendaría a Pedro y Carmen la de Cabra
que hicieran el Consejo en El Prat y a bordo mismo del avión
presidencial, en cabecera de pista, con los motores en marcha y bien
escoltado el aparato por la Legión, a ser posible con cabra y todo. Y
con mucha ropa interior de repuesto. Porque la Diagonal es la salida
natural hacia Madrid, cierto, pero es muy larga y cualquiera sabe. Y
salir huyendo por el puerto en vil chalupa siempre es arriesgado, por
muy protegido que uno esté por la Sexta Flota.
JESÚS CACHO Vía VOZ PÓPULI
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