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martes, 11 de diciembre de 2018

HIPOCRESÍA





La rasgadura de vestiduras que han supuesto los resultados de las elecciones andaluzas son para esculpirlas en piedra a modo de los miliarios romanos y colocarlos en las entradas de las aldeas, villas, pueblos y ciudades de nuestra Andalucía, para que los visitantes presentes y futuros se empapen que hubo un momento en el  que pueblo despertó de su larga siesta clientelar, afirmó basta ya y decidió entregar sus destinos a otros sumidos largos años en la oscura y cómoda oposición parlamentaria, o en el desierto árido del suelo extraparlamentario.

Ante la irrupción de los nuevos en el viejo hospital de las Cinco Yagas sevillano, toda España, y sus terminales mediáticas, se han rasgado las vestiduras al modo de los antiguos profetas bíblicos cuando llegaba el momento de llorar sus pecados y se vestían de sayal echando cenizas sobre sus cabezas. Todo era puro teatro para que los viera la gente.
Cuando Jesús de Nazaret comenzó su predicación muy libremente los retrató del siguiente modo, en el evangelio de San Mateo 23,23-26, diciendo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello! hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña e intemperancia! ¡Fariseo ciego, purifica primero por dentro la copa, para que también por fuera quede pura!”.
El pueblo, la gente, el personal, el individuo, no tenemos un pelo de tontos, sabemos tomar nota, pues, aún, disponemos de memoria, inteligencia y voluntad, que son las tres potencias del alma humana, con la que venimos a este mundo, valle de lágrimas y de cantos de victoria camino de la Casa del Padre. En este viaje por la tierra no estamos solos.

Contamos con la presencia, los católicos bautizados en la Iglesia, con la asistencia constante del Espíritu Santo, tercera Persona de la Santísima Trinidad, que lo recibimos a lo largo de nuestra biografía sacramental desde el Bautismo en adelante. Cuando rogamos al Espíritu del Señor que nos ilumine a la hora de emitir nuestro voto electoral en una urna, no nos dejamos llevar ni por filias ni fobias, ni por estirpes ni militancias, ni por subsidios ni sopas bobas, ni por recomendaciones ni cogotazos de gañote. Vamos gozosos y alegres.

Lo hacemos con la plena libertad de los hijos de Dios, conocedores que buscamos siempre el bien común de la agrupación humana en la que vivimos: la familia, el trabajo si se tiene, la vecindad, la región y la nación española donde hemos nacido y deseamos descansar cuando el Señor nos llame al termino de nuestro ciclo vital.

Por esto, producimos rasgaduras de vestiduras farisaicas en quienes nos toman por tontos, lelos, chalados, o marionetas que pueden vestirse de lo que sea y se callan, y se osa llevar y traer desde los hilos sin rechistar. No e infinitas veces no. Los católicos cuando votamos lo hacemos con memoria, inteligencia y voluntad. Otros se equivocan si nos toman por lerdos.


                                                                                   TOMÁS DE LA TORRE LENDÍNEZ
Artículo publicado en el Diario Ideal, edición de Jaén

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