Las concesiones de Macron a los ‘chalecos amarillos’ suponen una nueva grieta que puede debilitar el edificio europeo
Angela Merkel y Emmanuel Macron
EFE
Dos grandes eventos azotaron a Europa hace poco más de
una semana. El primero de ellos, el retraso en la votación del documento
de acuerdo sobre Brexit en el parlamento británico. La prevista falta
de votos a favor obligó a la Primera Ministra, Theresa May, a dejar para mejor momento su trámite en Westminster. La segunda, la revuelta de los chalecos amarillos en Francia, y que después de varias semanas de inusitada violencia y presión, han arrancado del presidente Macron concesiones inesperadas, así como también su propia estima.
Ambos eventos pudieran parecer de trascendencia similar.
Sin embargo, para el conjunto de los ciudadanos europeos, el segundo
tiene una relevancia particularmente crítica. Mientras este supone una
nueva grieta que puede debilitar el edificio europeo, el Brexit no deja
de ser una escena más de una película desagradable que todo el mundo
desea que acabe.
Los arcos clásicos, románicos o
góticos disponen de una piedra que, por su localización justo en la
parte central de los mismos, sirve para mantener al resto de las piezas
que conforman dicho arco en equilibrio y en pie. Como muy bien saben los
segovianos, si las piedras de un arco se disponen convenientemente,
estas pueden mantenerse tal como se las deja por siglos o milenios,
incluso sin mezcla que las una. Sin embargo, si se quiere derrumbar todo
el conjunto, lo único que hay que hacer es eliminar esa piedra. Una vez
fuera la piedra angular, el resto del arco colapsará y todo se vendrá
abajo.
Macron no ha cumplido con las expectativas y, una vez amortizado, puede que no haya nada entre el euro y Europa a un lado y el caos al otro
En la destreza de los arquitectos de las catedrales
góticas, la esbeltez de los arcos apuntados exigía, a su vez, y junto
con la piedra angular, el aporte de los contrafuertes y arbotantes,
refuerzos exteriores que aseguraban que la presión ejercida por la
estructura soportada por el arco se distribuyera de forma más armoniosa
asegurando la estabilidad de la estructura. Esos contrafuertes y
arbotantes, tan característicos en la arquitectura gótica, soportan
junto a la piedra angular unos edificios que más bien parecen levitar
desafiando a la gravedad.
Tenemos que entender a Europa
como un edificio gótico, con sus arcos apuntados, sus contrafuertes y
sus arbotantes. Sus bases son sólidas, pero para darle esbeltez se
necesita una arquitectura armoniosa donde nada sobre: ni las piedras
angulares ni sus contrafuertes ni sus arbotantes. Sin embargo, si alguna
de estas piezas cede, ya sea la piedra angular o el resto de los
elementos que aseguran la verticalidad del edificio, todo se vendrá
abajo.
La piedra angular del edificio europeo es el euro.
Sin el euro, todo colapsará. El problema, y esta es la cuestión, y tal y
como han comentado no pocos economistas desde Europa hasta California,
es que quizás hemos construido arcos armoniosos a la vista, pero
intrínsecamente inestables, es decir, sin sus arbotantes ni
contrafuertes. Sin estos, el equilibrio del arco y del edificio es
precario, por lo que la probabilidad de que todo se venga abajo es
elevada.
Francia es
crítica en esta construcción. Sin ella sería como quitar la piedra
angular del arco. Todo cedería por su parte más importante. Los hechos
de estas semanas ponen de manifiesto que el actual presidente de Francia
no ha cumplido con las expectativas asumidas y que, una vez amortizado,
puede que no haya nada entre el euro y Europa a un lado y el caos al
otro. La alternativa a Macron, ahora mismo, son partidos anti-europeístas
que abogan no solo por no construir esos contrafuertes y arbotantes
necesarios, sino en alguno de los casos, por eliminar la misma piedra
angular que todo lo sostiene.
La piedra angular del edificio europeo es el euro, y el papel de Francia es crítico para mantener en pie lo hasta ahora construido
Por ello, hoy quizás más que nunca, debemos terminar la
construcción europea. Los movimientos anti-europeistas en Francia,
Italia, Países Bajos, Austria o ahora en España tratan de canalizar
muchos de los descontentos que de forma torticera se dirigen hacia esta
piedra angular. Aunque no se puede negar la existencia de “perdedores”
del euro y que en parte sus demandas puedan ser legítimas, las opciones
para el futuro de Europa no es menos euro, sino más.
Como muy bien nos explicó esta semana pasada en Sevilla mi querido Federico Steinberg,
la solución es más Europa. Es construir los contrafuertes y arbotantes
para reducir esta tensión que genera costes asimétricos entre países y
entre ciudadanos. Estos contrafuertes son las necesarias reformas en el
sur para eliminar recelos en el norte. Los arbotantes son la unión
bancaria, la unión de los mercados de capitales, la unión de los países
en torno a un euro más fuerte y, en definitiva, la unión política y
fiscal. Porque una moneda única necesita un gobierno único, y esto,
amigos míos, es una decisión política.
MANUEL ALEJANDRO HIDALGO Vía VOZ PÓPULI
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