Mariano Rajoy lleva meses haciendo lo que mejor sabe hacer: esperar. Para desesperación de propios y extraños el líder del PP ha basado toda su estrategia política en mantenerse inamovible dejando que fueran los demás los que se movieran y confiando en los errores de sus adversarios. Eso le permitió ir a unas segundas elecciones sin desgaste político y mejorar sus resultados mientras los demás sufrían las consecuencias de sus acciones. Pero la mejora, con ser bastante, no fue suficiente, y 137 escaños se hacían igual de escasos que 123, con la única diferencia de que si con 123 el PSOE pudo soñar en algo, con 137 solo en la cabeza de Pedro Sánchez permanece un sueño imposible alimentado por el instinto de supervivencia.
En los días previos a las elecciones del 26-J varios dirigentes del PP me dijeron que si el resultado les situaba por encima de los 130 escaños tendrían la abstención del PSOE y no necesitarían el apoyo de Ciudadanos. Ese análisis, muy arriolista y apoyado por el entorno de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, se demostró enseguida equivocado, pero fue el que condujo a Rajoy a confiarse en que la presidencia del Gobierno le llegaría por necesidad y, casi, por adhesión inquebrantable. Inmenso error.
Pero el tiempo, ese con el que ha querido jugar Rajoy, ha puesto a cada uno en su sitio, y ha demostrado el error cometido por el PP ninguneando a Ciudadanos
Rajoy manejó los tiempos seguro de que las presiones sobre el PSOE surtirían efecto y podría seguir considerando irrelevante a Ciudadanos, como había venido haciendo hasta ahora, al tiempo que Ciudadanos jugaba a sentirse irrelevante dejando todo el protagonismo a un PSOE al que se le han abierto tantas vías de agua que va a ser imposible taparlas todas, pase lo que pase. Pero el tiempo, ese con el que ha querido jugar Rajoy a su favor, ha terminando poniendo a cada uno en su sitio, y ha demostrado el error cometido por el PP ninguneando a Ciudadanos.
Rafael Hernando -el mismo que llamaba 'naranjito' a Albert Rivera- rubricaba el viernes con Juan Carlos Girauta un pacto contra la corrupción que hace unas semanas hubiese sido motivo de escarnio por parte del PP... Bueno, no de todo el PP, porque en definitiva lo que ha pasado también es la victoria de los Pablo Casado, Javier Maroto, Andrea Levy, Fernando Martínez-Maíllo y, un poco más allá, en la Puerta del Sol, Cristina Cifuentes, que siempre han defendido la necesidad de esa negociación con Ciudadanos frente a los partidarios del exterminio -político, se entiende- encerrados en la vieja guardia pepera.
Me veo votando con el polvorón en la mano. Pero entonces ya no serán ni Sánchez ni Rajoy, porque el tiempo se habrá agotado ya para los dos
El pacto obligaba a poner fecha a la investidura, algo a lo que se venía resistiendo Rajoy porque era el último reducto de tiempo que le quedaba como as en la manga, pero ha tenido que ceder, y con la garantía de 170 escaños no podía ampararse en la 'irrelevancia' de Ciudadanos para volver a decir que 'no' a Felipe VI, así que irá al Congreso el día 30 en el último intento por conseguir que el PSOE se avenga a razones. Eso es lo que, en buena lógica, debería ocurrir, pero Sánchez hace tiempo que perdió todo el sentido, el común y los demás, y eso puede conducir a Rajoy a salir por la puerta de atrás de la Carrera de San Jerónimo sin poder ser presidente a pesar de los 170 escaños, pero con la cabeza alta porque al menos lo habrá intentado, y ya no será cosa suya el no haberlo conseguido.
Pero el tiempo se le habrá acabado. Hay quien cree que podría haber otra sesión de investidura tras las elecciones vascas y gallegas... Es posible, y yo ya no me atrevo a aventurar nada porque nos hemos equivocado mucho en todo este tiempo, pero tiendo a creer que si a la primera no sale, no habrá una segunda salvo que o Sánchez o Rajoy den un paso a un lado, y como eso no va a pasar, me veo votando con el polvorón en la mano. Pero entonces ya no serán ni Sánchez ni Rajoy, porque el tiempo se habrá agotado ya para los dos.
FEDERICO QUEVEDO Vía EL CONFIDENCIAL
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