Translate

martes, 30 de agosto de 2016

OTEGI, OUT; RIVERA, IN

El verano ha sido pródigo en discusiones políticas de calado gracias a la inminencia de nuevas elecciones autonómicas y al culebrón de la formación de gobierno. La más relevante de todas ha sido el cumplimiento de la ley en el caso Otegi, ya que sigue inhabilitado por su pasado terrorista, que ha revelado, una vez más, el desprecio por el imperio de la ley y el Estado de Derecho de la extrema izquierda representada por Pablo Iglesias y Alberto Garzón, reducidos a ser los Zipi y Zape folclóricos de una radicalidad domesticada.
La polémica del verano fue francesa pero con repercusión en toda Europa porque se podría haber extendido el veto laicista y republicano contra las vestimentas religiosas en las playas. Afortunadamente, el Consejo de Estado francés estipuló que las prohibiciones de algunos municipios eran anticonstitucionales y las aguas volvieron a su cauce en las playas francesas. Porque una cosa es denunciar el carácter machista y misógino de las prendas islámicas y otra es prohibirlas. En Francia debe haber a estas alturas sólo cuatro o cinco liberales pero todos ellos están en dicho Consejo de Estado.
Rivera se está revelando como el ganador moral de la esquizofrénica situación de parálisis institucional provocada por Rajoy
Por supuesto, que también el pacto entre Ciudadanos y el PP. Y coloco en primer lugar al partido de Albert Rivera porque se está revelando como el ganador moral de la esquizofrénica situación de parálisis institucional provocada por Mariano Rajoy, alguien cuya indecencia política al no haber renunciado al poder presidiendo un partido devastado por la corrupción pone de manifiesto que, sobre todo, es necesario pasar página de una generación, la representada por gente comoFelipe González, Jordi Pujol o Rodrigo Rato, subdesarrollada desde el punto de las categorías éticas. Albert Rivera es la gran esperanza regeneracionista, tanto en lo personal por su juventud como en el proyecto por lo equilibrado, que esperemos sobreviva a la inercia electoral de una derecha que ha hecho de la corrupción un modo de ser en el mundo y una izquierda vacía de ideas y de compromiso que se agarra a los fantasmas populistas.
El Pacto PP-Cs va en la buena dirección de ajustar el presupuesto, fortalecer la separación de poderes, potenciar la dimensión constitucional frente a la nacionalista, arrinconar a los populistas, poner el acento en la lucha contra la corrupción y, sobre todo, dando ejemplo de cómo hay que plantear las negociaciones políticas sin caer en clichés sectarios ni lemas propios de lobotomizados políticos. Con su negativa no sólo a formar gobierno en una “Gran Coalición”, sino a dejar que gobiernen los que han llegado a un acuerdo no tan distinto al que firmó en su momento, Pedro Sánchez queda retratado como el peor líder de la oposición de la historia democrática española y un lastre para su partido y para España. 
Con Otegi fuera de las instituciones gracias a que el Estado de Derecho sigue sin arrugarse ante los violentos y con la posibilidad de un gobierno limitado en su nepotismo por la política basada en la evidencia y en la ética de Ciudadanos, el futuro de España se despeja y cabe un optimismo crítico para llevar al país por la senda de la prosperidad que la demagogia de Zapatero y la corrupción de Rajoy nos hizo abandonar.  No será el mejor de los mundos posibles, allí donde crece el presupuesto indefinidamente sin necesidad de subir los impuestos, pero sí el menos malo, donde una bajada de impuestos en el IRPF se plantea unida al objetivo del déficit. Para empezar, nos ahorraríamos unas terceras elecciones.


                                                               SANTIAGO NAVAJAS  Vía VOZ PÓPULI

No hay comentarios:

Publicar un comentario