Es curioso ver a los mismos que se rasgan las vestiduras porque Rita Barberá no ha sido políticamente lapidada, ser compresivos, o flexibles, con el caso de Otegi. El dirigente etarra fue condenado a diez años de cárcel por el intento de refundar Batasuna a través de una marca nueva, Bateragune. Además, se añadió como pena la accesoria de inhabilitación especial hasta 2021 para ejercer cargos, empleos o actividades públicas, y se le suspendió su derecho a sufragio pasivo; es decir, para ser candidato en unas elecciones. Pero además, moralmente, dicho sujeto es un terrorista confeso, que jamás se ha arrepentido, colaborado con la Justicia o pedido perdón a las víctimas. Es uno de los jefes de una banda, ETA, que no ha entregado las armas.
Es lógico que la Junta Electoral confirme la sentencia e imposibilite que Otegi se presente. Tan normal como que EH Bildu haga su campaña electoral entorno al condenado porque les sirve para mostrar su victimismo, su estrategia de acción-reacción, y el mito de la opresión española sobre el buen pueblo vasco. Lo que es una anormalidad es la permisividad y compresión de la nueva izquierda, tanto política como mediática, hacia el personaje y sus ideas. Esa actitud responde no solamente a la maldad y la ignorancia que se señorea por aquí, sino al anclaje del espíritu del socialismo del siglo XXI, que se hunde en la Nueva Izquierda sesentayochista.
Lo que es una anormalidad es la permisividad y compresión de la nueva izquierda, tanto política como mediática, hacia el personaje y sus ideas
La tolerancia hacia la presencia pública de Otegi procede de la política de reinterpretación del pasado que propugna el socialismo del siglo XXI y sus simpatizantes, eje de la hegemonía cultural que buscan. La violencia terrorista, alegan, es la vía a la que se empuja a los pobres y oprimidos, como decía el gurú izquierdistaFrantz Fanon en Los condenados de la tierra (1961). De esta manera, acabando con la pobreza y resolviendo los “problemas políticos” que producen la democracia y el capitalismo, se acabará con el terror.
Este izquierdismo resucitado como populismo sostiene que el régimen del 78 es ilegítimo porque procede del “fascismo franquista”, con el que no se ajustó cuentas, y que no es democrático porque permite un capitalismo que aumenta las desigualdades y que oprime a las naciones periféricas al negar el “derecho a decidir”. El grito de los que intentaron boicotear la conferencia de Rosa Díez en la UCM, allá por el 2010, es muy elocuente: "Democracia dónde, terrorista quién".
Pero es que, por otro lado, la izquierda que no ha optado por este camino se ha instalado en otro tópico del 68: el pacifismo fundado en la cesión ante la “verdad insoslayable del pobre y el oprimido”. De ahí que Zapatero llamara “hombre de paz” a Otegi, y que Batet haya dicho que el dirigente etarra se puede presentar porque ya ha cumplido con la sociedad. Y así lo dijeron olvidando a los socialistas asesinados por ETA.
Este izquierdismo resucitado como populismo sostiene que el régimen del 78 es ilegítimo porque procede del “fascismo franquista”, con el que no se ajustó cuentas
El socialismo del siglo XXI, en su versión podemita o en la de la CUP, interpreta que el terrorismo etarra fue la reacción a la violencia estructural, a la falta de solución para un problema político: la independencia del País Vasco. Así pudimos ver en abril de este año a Arnaldo Otegi invitado por una comisión del Parlamento europeo, presidida por Gabriele Zimmer, del partido alemán Die Linke y antigua militante del Partido Comunista de la extinta RDA, hablando de “presos políticos” en España.
Porque la responsabilidad del terrorismo es del que no cede al terror; es decir, de la víctima. Y es entonces cuando toman equidistancia o disculpan al asesino. No se ve entonces esa alta dignidad moral, ni la condena enérgica, ni la verborrea desatada, ni las apelaciones a la justicia que utilizan para denunciar los casos de corrupción de los “privilegiados” del PP, los desahucios, o la desigualdad económica. Ni usan las fotos de las víctimas de Otegi para denunciar sus ideas como utilizan la instantánea de un niño sirio de Alepo para criticar el “nuevo colonialismo”. Es esa izquierda que habla de “memoria histórica” pero quiere echar al olvido a las víctimas de ETA. Es más; es esa izquierda que no quiere ver que la sociedad entera vivió el terror, ese miedo al atentado indiscriminado, a lo Hipercor en Barcelona, que condicionó nuestras vidas, y que precisamos un mínimo resarcimiento moral: el ostracismo de esta gente.
La izquierda a la que Pedro Sánchez disputa la primacía se ha instalado en la doble moral; sí; es esa que alimenta poses, pancartas, declaraciones, portadas de periódicos y tertulias televisivas, mientras vacía de esperanza e inteligencia a esta democracia que se cae por dentro.
JORGE VILCHES Vía VOZ PÓPULI
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