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viernes, 26 de agosto de 2016

ANTE UN TERREMOTO POLÍTICO

La imprevisibilidad es una de las consecuencias del vaciamiento de la política, porque donde reina la apariencia todo se reduce a colocarse en primera fila. Tal parece estar pasando con las negociaciones entre Rivera y Rajoy en las que, por cierto, ninguno de ellos está presente, como si se tratase de un trámite fácil y ligero cuando, de ir en serio, habrían significado para el PP de Rajoy algo así como su certificado de defunción al recibir el alta médica.
Pero, mientras el más alto botín sea un retrato, una foto, un plano largo, hasta las baratijas podrán venderse como un tesoro. Como estas son las circunstancias, no se puede tener la certeza sobre si estamos ante un intento cabal de facilitar lainvestidura, o ante una doble jugarreta para endosar el previsible fracaso. Las motivaciones del apaño entre Rajoy y Rivera no han podido ser más diversas, lo que hace más probable una farsa que la procura de un bien mutuo con beneficio de terceros. Da toda la impresión de que Rajoy ha intentado ganar tiempo, mientras que Rivera se ha arriesgado a desmentirse para mostrar una condición cercana a la de Rambo, si es que logra salir vivo de un enredo tan escasamente sutil como una trampa para osos.
Salvar al soldado Rivera
¿Son estas negociaciones de pitiminí el heroico expediente para salvar a Rivera de un mal paso histórico? Como recordarán los lectores, Spielberg nos contó cómo un comando del ejército americano trata de retirar del frente al menor de cuatro hermanos porque tres ya habían caído en combate. Rivera se presenta como el retoño de una familia repetidamente masacrada, la UCD y el CDS de Suárez, la operación Roca y la UPyD. Ahora corre peligro inminente de morir en el equivocado intento de librar a Rajoy de su fatal destino. ¿Son los de C’s tan listos como para haber concebido su empujón a la investidura de Rajoy como una añagaza para salvar su responsabilidad? ¿Se han dado cuenta, simplemente, de que corrían el riesgo de acabar siendo el cadáver en este prolongado entierro? 
Rivera se presenta como el retoño de una familia repetidamente masacrada, la UCD y el CDS de Suárez, la operación Roca, la UPyD
El crecimiento de C’s ha respondido, como el de Podemos, no a méritos propios, sino a defectos ajenos. Con un PP medianamente normal, y con un PSOE no herido de muerte, Ciudadanos no hubiera podido pasar de la adolescencia. De ahí su error al prestarse a ser el rodrigón de Rajoy, porque, en el mejor de los casos, lo que Rivera podría lograr no sería el “desbloqueo” de España, quimérica hazaña fuera de su alcance, sino hacerle a Rajoy una especie de respiración asistida.
Un terremoto puntual
Por esta vez vale el oxímoron, porque los terremotos son siempre imprevisibles, pero hasta en esto es distinta la política de los fenómenos naturales. Si Rajoy no llegase a presentarse a la investidura del 30, lo que muy probablemente hubiera intentado sin la inoportuna oferta de Rivera, el terremoto sería de enorme magnitud, porque, o bien Rajoy se iría a su casa, lo que no es poco, o bien Rajoy se dedicaría a releer la Constitución, ante el pasmo general, el tumulto parlamentario, y escasísimas probabilidades de éxito.
Si Rajoy, por el contrario, se presenta a una investidura sin garantías, contra su deseo y su orgullo, contra esa peculiar doctrina que le han venido preparando, según la cual el debate no tiene sentido si no se ha amarrado antes un resultado favorable, será despellejado, desollado vivo, y ya no podrá decir que “ha ganado las elecciones”, porque el órgano de la soberanía popular le habrá retirado la idoneidad para ser presidente; será digno de atención, en tal caso, el alegato de Rivera, que deberá hacer un curso intensivo de lírica para enjaretar el discurso del “sí”, una especie de “Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero”. De manera que, sin investidura o con investidura de casquería, terremoto a comienzos de septiembre
El final de un discurso engañoso
La próxima semana, el PP de Rajoy verá cómo se derrumba con estrépito el trampantojo ideológico que habían construido con tanta habilidad como atrevimiento, no podrán volver a decir que “han ganado las elecciones” o que alguien les “bloquea”, porque si Rajoy no le dice que no al Parlamento, el Parlamento le dirá que no a Rajoy, y eso deja muy poco margen al disimulo. Empezará a consumirse un tiempo tasado, pero que no tiene un único final. Desde un punto de vista lógico, aunque sean raras, hay varias alternativas, no es cierto que no haya otra que repetir los comicios. La primera posibilidad, que lo intente el otro gran partido, aunque sea aritméticamente posible, parece puramente quimérica, y creo que nunca ha sido otra cosa que uno de los espantajos utilizados por Moncloapara forzar la supuesta generosidad de Sánchez, o un inverosímil despiste de varios de los suyos.
El Rey tiene que buscar fórmulas que eviten esa mezcla tan insólita como nefasta de inepcia, incertidumbre y esterilidad que supondría votar en Navidad
La segunda, que vuelvan a intentarlo Rivera y Sánchez, bien apoyándose en el PP, ya con Rajoy fuera de combate, bien con alguna rara especie de apoyo por parte de Podemos, suena también a política ficción, tal vez algo menos que la primera.
La tercera, que Rajoy, de seguir vivo, volviera a intentarlo, carece de precedentes, pero no es seguro que sus fieles no traten de hacerlo, aunque puede que haya un serio obstáculo por medio, convencer al Rey de que ese sea un camino razonable, que no lo parece, ya que, si al PP se le uniera el PNV, cabe sospechar que se le descolgase Rivera, o no, como diría Rajoy.
El rey ante las siete y media
Resulta que todavía somos una Monarquía parlamentaria, y no una especie de República presidencialista-partidista, así que el Rey tiene dos meses de plazo para proponer candidatos, conforme al artículo 99, que reza: si “no se otorgase la confianza para la investidura, se tramitarán sucesivas propuestas en la forma prevista en los apartados anteriores”. Oídos los grupos parlamentarios, el Rey tiene que buscar fórmulas que eviten esa mezcla tan insólita como nefasta de inepcia, incertidumbre y esterilidad que supondría votar en Navidad.
No es pequeña prueba la que ha de superar Don Felipe, pero tendrá que escoger entre el riesgo de pasarse, y el de no llegar. No se lo pondrán fácil, y es especialmente probable que un PP todavía de Rajoy intentase evitar cualquier nuevo ensayo, especialmente si tuviere visos de viabilidad, pero el Rey no puede ser una pieza inerte que no contribuya a algo que todos dicen desear. Cabrían, pues, diversas soluciones, y esa sería la oportunidad en que se ponga a prueba el verdadero patriotismo de unos y otros. Es necesario tener un Gobierno y, una vez demostrado imposible el de Rajoy, todos debieran hacer un último esfuerzo por retirar los escombros del terremoto y limpiar el espacio público para que la vida política pueda volver a tomar impulso después de la larga y agónica pesadilla padecida. El día tres habrá de convertirse en un hoy que, al decir del poeta, sea siempre todavía.


                                                        J. L. GONZÁLEZ QUIRÓS  Vía  VOZ PÓPULI

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