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viernes, 19 de agosto de 2016

ESPAÑA: FIN DEL BLOQUEO

La investidura sigue siendo difícil y no es nada seguro que haya Gobierno a primeros de septiembre, pero los mecanismos de la democracia ya están funcionando.




Mariano Rajoy no es un hombre tan previsible como presume y muchos analistas creen. Bajo la obviedad y la aparente fortaleza de muchas de sus palabras y gestos, laten dudas y alguna inseguridad. Recuerden su extraño discurso la noche de las elecciones del 26-J. Sabe que no se puede equivocar y para ello se refugia en la elementalidad y una extrema prudencia. Hasta un grado tal que a veces roza la imprudencia, incluso la aventura.

Desde el 20-D, sabe que su elección como presidente es posible y probable, pero que en todo caso será muy complicada porque durante los cuatro años de mayoría absoluta fue rompiendo puentes (no siempre y todos por su culpa) con los nacionalistas vascos y catalanes (más) y con los socialistas. Con aquellos que ahora necesitaría para garantizar su investidura. Y el otro partido de centro derecha -Ciudadanos- se ha construido en gran parte como una protesta contra los escándalos de corrupción, cuyo caso más emblemático es el de Bárcenas y la financiación del PP.
El miércoles, compareciendo tras la reunión del comité ejecutivo del PP, dio la imagen de un hombre tocado, algo acorralado, que escurría continuamente el bulto hasta el extremo de negar la realidad, que no quería asumir las condiciones anticorrupción fijadas por C's, o que sentía ante ellas una agudísima alergia. En fin, que no iba a contestar a Rivera ni sí ni no ni todo lo contrario, que iba a intentar seguir trampeando y que no pensaba cambiar su primera norma de conducta desde el 20-D: no presentarse a una moción de investidura sin estar seguro de ser investido para no abrir escenarios indeseados, aunque ello implicara -como bien dice Pedro Sánchez, exagerando- paralizar el reloj de la democracia.
La propuesta de Rivera de apoyar a Rajoy a cambio de un pacto anticorrupción ha desbloqueado una parálisis política que ha durado más de ocho meses
Sin votación de investidura, con resultado positivo o negativo, no puede haber nunca Gobierno. Porque no habrá presidente electo ni tampoco empiezan a correr los plazos para las nuevas elecciones.
Pero ayer compareció un Rajoy algo diferente. No mucho, porque eso es imposible en el personaje. Pero pareció más convencido y conformado. Sabía dónde iba. El miércoles dijo que en el comité ejecutivo no se habían ni discutido las condiciones de Ciudadanos y ayer anunció, con solo algún ligero temblor de voz, que el grupo parlamentario del PP firmaría hoy el pacto anticorrupción. Tragado. El miércoles dijo que no se iba a ir a la investidura sin hablar antes con Pedro Sánchez, porque lo importante no era la investidura sino la formación de Gobierno, para lo que necesitaba contar antes con los votos necesarios, y ayer anunció que estaba en condiciones de ir a la investidura. Y cuando se le preguntó si ya tenía garantizados los votos, salió con una respuesta distinta y que suena racional: a una investidura no se puede ir con la seguridad de no ser elegido. Ergo, ahora acepta un riesgo que desde la noche del 20-D nunca había querido asumir.

 ¿Qué pasó entre las dos de la tarde del miércoles 17 y la misma hora del jueves 18 para que Rajoy modificara de forma tan sustancial su actitud ante la propuesta deCiudadanos y la fecha de investidura? La historia nos dará mas datos. Quizás ha habido conversaciones desconocidas que han inclinado la balanza o que le han dado seguridades. Quizá se le ha aparecido alguna virgen o ha tenido alguna revelación sobre el futuro. Creo que estas razones -que quizás existan- no han sido determinantes. Lo que ha pasado simplemente es que el reloj de la democracia, los fundamentarles del parlamentarismo (como los de la economía), se pueden ignorar por un tiempo e incluso puede negarse su existencia, pero están ahí. Y al final se imponen. Como la ley de la gravedad.

Rajoy no aceptó el encargo real tras el 20-D, y después del el 26-J -reforzado con 700.000 votos y 14 escaños mas- la acabó aceptando pese a la ausencia de garantías, aunque no sin dudarlo mucho y de forma poco ortodoxa. Aceptaba el encargo real, pero no se comprometía a ir a la votación de investidura, algo que parece inconstitucional si no comporta el inmediato apartamiento del primer plano de la política. La razón del cambio fue que no pudo parar por segunda vez el reloj de la democracia.
Rajoy ha tenido que asumir al final que la soledad política es imposible sin mayoría absoluta y que la realidad le obliga a firmar pactos que no le gustan
Ahora no quería fijar la fecha de la investidura y negociar a fondo con otras fuerzas asuntos con los que no está de acuerdo o que le producen (caso Bárcenas, aforamientos, sistema electoral) una incomodidad profunda. Creía que haciendo presión sobre C´s y sobre el PSOE -diciendo que si no había Gobierno y España sufría las consecuencias, sería culpa suya y caerían sobre ellos las consecuencias en unas hipotéticas terceras elecciones- sería suficiente. Le costaba asumir que ya no tenía mayoría absoluta y que la amenaza de unas terceras elecciones no era viable sin utilizar las herramientas que las últimas elecciones han puesto a su disposición.
La gota que hizo rebosar el vaso debió ser la discreta -pero sin concesiones- rueda de prensa del secretario general de Ciudadanos del miércoles por la tarde. Villegas dijo que si el PP no aceptaba sus condiciones innegociables para empezar a pactar la investidura, C's no se iba a sentir ninguneado. Simplemente no empezarían las negociaciones y C´s seguiría votando no en la primera votación y no pasaría de la abstención al sí en la segunda. No se iban a levantar de ninguna mesa negociadora por algo elemental, porque todavía no se habían sentado.
Rajoy debió asumir finalmente el miércoles por la tarde que la soledad absoluta y la mirada altanera (a veces despreciativa) a las otras fuerzas políticas eran imposibles de mantener sin mayoría absoluta. La economía ha ido bien, pero 137 escaños son solo 137, un notable castigo respecto a los 186 de 2011, y no podía hacer caso omiso de los únicos socios posibles que le permitían subir a 169 escaños, lo que le permitiría alcanzar una posición más sólida. Con C´s no llegaba, pero sin C´s quedaba en ridículo y como un político incapaz de pactar nada.
Tras el 20-D y su negativa antinatural a ir a la investidura, PSOE y C´s sumaban 130 diputados frente a 123 del PP. Entonces se negó a abstenerse en favor de Pedro Sánchez y unió sus votos a los de Podemos para impedir un Gobierno de centro-izquierda. Estaba en su derecho, pero dejó costes, aunque luego las nuevas elecciones le reforzaron. Ahora PP y C´s suman 170 escaños (con Coalición Canaria) frente a 85 del PSOE. ¿Puede Pedro Sánchez hacer como Rajoy entonces y votar en contra? Desde luego que está en su derecho y no es normal que el primer partido de la oposición sea el que ayude a formar Gobierno. Y tiene contraindicaciones que Podemos -un partido que no entiende la realidad europea de la que España no quiere salir (Grecia tampoco)- pueda pretender el liderazgo de la oposición y de la izquierda. Pero lo tiene que pensar bien.
Pedro Sánchez se inclina -hoy por hoy- a votar no y hacer fracasar la investidura de Rajoy y a buscar una solución tras las elecciones vascas y gallegas del 25-S
Lo relevante hoy para la vida política es que Rajoy -presionado por Rivera- ha activado los mecanismos fundamentales de la democracia que hasta ayer pretendía retrasar a su favor. Habrá sesión de investidura el 30 de agosto y Rajoy puede ganarla o perderla. Lo importante es que se ha puesto en marcha el procedimiento que llevará a que Rajoy salga elegido o a que se abra otro escenario de posibilidades: segundo intento de Sánchez, encargo real a otro candidato del PP si Rajoy se retira, o búsqueda de un independiente consensuado. La disyuntiva que planteaba el PP: o Rajoy o nuevas elecciones, era una simplificación tan propagandística que rozaba la falsedad. Aunque sí es posible -solo posible- que, si Rajoy es derrotado, al final haya que ir a unas terceras elecciones.
Lo importante, lo relevante, es que ayer se levantó el veto al reloj de la democracia.Ignacio Varela decía ayer en El Confidencial -en un brillante análisis- que lo que ha pasado estos meses es que Rajoy no ha querido ir a la investidura porque si fracasaba era dar una oportunidad a Pedro Sánchez y que el líder socialista quería absolutamente que Rajoy fuera a la investidura y no saliera elegido porque así se podía abrir un escenario mas favorable para los socialistas. Es cierto, pero se está viendo que Albert Rivera no es una mera comparsa. Porque el bipartidismo imperfecto casi se ha esfumado y porque Rivera -ha levantado acta Felipe González- ha actuado con sentido político.
¿Qué debe hacer ahora Pedro Sánchez? Pues lo que crea mas conveniente para los intereses generales y para el PSOE que -lógicamente- será también lo que mas le convenga, a no ser que crea -como Rajoy- que se pueden retorcer mucho las cosas. Lo que quiere la mayoría de militantes y muchos de los que le votan es que el PSOE no ayude a Rajoy. Jamás el PP ayudó a Felipe González o a Rodriguez Zapatero, sino que -la política es dura- utilizó todo contra los presidentes socialistas. Mas recientemente, Susana Díaz solo fue reelegida presidenta de Andalucia gracias a C´s, y el PP no tuvo en cuenta que ayudar a Susana Díaz en la primavera de 2015 podía darle algún dividendo tras las inminentes elecciones generales.

 El PSOE no puede regalar nada porque la política es una lucha por el poder y porque el PP ha sido siempre duro con los socialistas. Pero tampoco puede hacer caso omiso de algunos datos. Votar no sería incuestionable si hubiera una mayoría alternativa operativa. Pero sin Rivera y solo con Podemos, esa mayoría no existe. PP y C´s suman 170 escaños y PSOE y Podemos se quedan en 156, 14 escaños menos. ¿Puede España tener un Gobierno estable -capaz de hacer cosas y de transformar la realidad- siendo investido por los pelos gracias a diputados independentistas? Sin olvidar que el Gobierno con Podemos -como se demostró la pasada legislatura y ayer el PSOE tuvo que volver a puntualizar a Pablo Iglesias- sería de una inestabilidad notable y complicaría las relaciones con la UE.

Pedro Sánchez parece inclinarse -a día de hoy- a creer que el PSOE, por motivos ideológicos, políticos e incluso morales, no puede ayudar ahora a que Rajoy salga elegido. En esta hipótesis, Rajoy debe perder la investidura y abrirse un nuevo escenario. Luego, tras el 25 de septiembre y las elecciones vascas y gallegas, se puede buscar una solución. Rajoy, con Iglesias, votó contra la investidura de Sánchez en primavera y el PSOE no quiere poner ahora la otra mejilla.
¿Es eso lo más conveniente tras 300 días con un Gobierno en funciones y cuando la alternativa es muy complicada? ¿Puede el PSOE -como ha insinuado Miquel Iceta- apostar por otro candidato del PP? Sí, tras el 25-S todo puede ser diferente, pero tampoco es nada seguro que las elecciones gallegas y vascas apuntalen a los socialistas.
Lo relevante es que ayer Rajoy se tragó su apuesta de no ir a la investidura sin los votos garantizados y negociando poco con los otros partidos. Blandiendo solo el fantasma de un país a la deriva y sin Gobierno, o de unas nuevas elecciones.
De esta forma, España empieza a recuperar una cierta normalidad política. Todo sigue siendo muy complicado, pero los mecanismos de la democracia ya están operativos. Ahora le toca a Pedro Sánchez tomar una decisión tan difícil como la de Rajoy al aceptar ir a la investidura con el riesgo de perder. ¿Debe seguir el impulso de los que le han votado o debe abrir la puerta a pactar la abstención del grupo socialista -o de 11 de sus diputados- a cambio de un compromiso de inicio de la reforma de la Constitución, de abolir la ley mordaza y algunas otras cosas? Difícil decisión. ¿Votaría Rajoy contra el sentir de los electores del PP?
Hoy por hoy, Pedro Sánchez piensa que Rajoy -como le pasó a él tras el 20-D- debe perder la investidura. Luego…  

                                                             JOAN TAPIA  Vía EL CONFIDENCIAL








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