"La
exposición de motivos de una y otra norma apunta a la no discriminación
de un colectivo: el LGBTI. Sin embargo, la lectura desapasionada de su
articulado pone de relieve que el propósito de las leyes es otro: la
imposición de una dictadura del pensamiento".
Autor de este artículo: Gonzalo Altozano
Vía
RELIGIÓNenLIBERTAD
“Enhorabuena, ha sido niño”. O:
“Enhorabuena, ha sido niña”. Durante años, esta ha sido la manera con
que los médicos felicitaban a las mujeres que acababan de ser madres.
Sin embargo, la frase está hoy en vías de extinción, al borde del
desuso. Y no porque las ciencias hayan adelantado tanto que el sexo del
bebé se sepa desde meses antes del parto. Sino porque lo que hasta hacía
poco se entendía como una fórmula de cortesía, a partir de ahora puede
interpretarse como la expresión de un prejuicio o, más grave todavía, de
una ofensa. Prejuicio u ofensa, en cualquier caso, que podrían acarrear
al médico que fuera el pago de una multa; o la inhabilitación para
ejercer su profesión; o el repudio social; o su entrada en la cárcel; o
todo esto junto.
Un problema para cada solución
Nada de lo anterior es el resultado de una de esas novelas distópicas
que imaginan sociedades de pesadilla donde las personas viven alienadas,
como 1984 o Un mundo feliz. O sea, que no se trata de
poner a funcionar la imaginación. Ni tampoco de viajar a otro planeta o
a un futuro lejano. De hecho, no hace falta moverse del sofá. Basta con
buscar en el mapa uno de esos sitios donde los políticos encuentran un
problema para cada solución. O sea, casi cualquier punto del planeta.
Madrid, sin ir más lejos. El Madrid del año en curso. Madrid, 2016.
Policía del pensamiento
En fecha tan reciente como los pasados meses de agosto y marzo, la
Asamblea de Madrid aprobó dos leyes en materia LGBTI, es decir, en
materia de lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales. La
exposición de motivos de una y otra norma apunta a la no discriminación
de un colectivo: el LGBTI. Sin embargo, la lectura desapasionada de su
articulado pone de relieve que el propósito de las leyes es otro: la
imposición de una dictadura del pensamiento, con su policía y todo;
dictadura camuflada bajo el nombre de
ideología de género.
El nuevo orden de cosas
En el mundo que recrea la ideología de género, nadie nace hombre o
mujer. Los genitales del bebé, de hecho, no suponen una evidencia
biológica, en todo caso un arraigado prejuicio. Por eso el médico que
felicita a la mamá queda fuera del nuevo orden de cosas. Porque se hace
eco de un prejuicio y, con el prejuicio, de una ofensa. Y es que en la
realidad que reinventa la ideología de género, cada cual determina su
propio sexo, libremente, las veces que desee, y sin necesidad de
informes de ningún tipo u operaciones quirúrgicas; basta con una
declaración de la voluntad en el Registro Civil.
A mandar, Sire
El problema, sin embargo, no es cuando alguien se cree Napoleón. El
problema es cuando al resto se le obliga a dar a quien tal cosa sostenga
el tratamiento de Sire. Algo similar ocurre con las leyes de ideología
de género en vigor en Madrid, en el sentido de que la sola voluntad de
una persona obliga al resto; leyes, a propósito, elaboradas al dictado
de la minoría LGBTI. Porque, a pesar de ser disposiciones que afectan a
todos los madrileños, reguladoras de aspectos muy sensibles, sobre los
que no hay unanimidad, a pesar de todo esto, en fin, de ningunos otros
actores sociales se ha recabado la opinión.
Las nuevas tablas de la ley
Así, la propia Asamblea de Madrid reconoció en un escrito de mayo de
2016 que en el proceso de elaboración de las normas no se consultó con
expertos de ningún tipo, ni siquiera científicos. Lo cual hubiera sido
aconsejable, pues la nueva normativa incluye en la cartera de servicios
médicos básicos los muy discutidos métodos de bloqueo hormonal al inicio
de la pubertad o las intervenciones quirúrgicas de carácter
irreversible en menores. Lo grave es que al no tenerse en cuenta las
opiniones médicas desfavorables, la ideología de género adquiere
naturaleza de dogma, de verdad revelada, de tablas de la ley. De esta manera, la legislación LGBTI
aprobada no solo prohíbe el desacuerdo, también la indiferencia,
obligando a todos a la adhesión inquebrantable. Y desde la cuna a la
tumba.
A, B, C, D… L, G, B, T, I…
Porque, a partir de ahora, la ideología de género estará presente en la
educación de los 0 hasta los 18 años, y eso para empezar. Estará
presente en las aulas no como asignatura, sino como idea fuerza, como
principio informador. Así, no es exagerado imaginar que las letras del
abecedario podrán aprenderse con las siglas LGBTI y de los distintos,
posibles e infinitos géneros que cada día se inventan; o que los
anticuados problemas de matemáticas y física, por ejemplo, no se
resolverán a menos que incluyan en su formulación a un andrógino y a una
drag queen, lo que servirá de paso para ilustrar los nuevos
modelos de familia; o que la historia no será ya la sucesión sucesiva de
sucesos sucedidos sucesivamente, sino que habrá de estudiarse como la
lucha de siglos de un único colectivo, el LGBTI.
De obligada conmemoración
Pero, ojo, que lo que puede sonar a broma está a punto de ser una
realidad. Como lo es desde ya la obligatoriedad de conmemorar en las
aulas las dos fechas claves del movimiento LGBTI: el 17 de mayo y el 18
de junio. Y todo lo anterior sin importar que el colegio de que se trate
sea de titularidad pública o privada. Ni tampoco el derecho de los
padres a elegir la educación de sus hijos. Lo único para lo que se
requiere la autorización de los progenitores es cuando el menor quiere
someterse a un tratamiento de transexualidad; autorización que, en caso
de ser negativa, siempre podrá ser revocada.
Al infierno con La Divina Comedia
Por otro lado, en los campus universitarios se va a fomentar el estudio
de la cuestión LGBTI, siempre que las conclusiones a las que lleguen las
investigaciones no pongan en duda los presupuestos de la ideología de
género. Algo similar sucede con las bibliotecas públicas, obligadas a disponer de un
fondo documental sobre el asunto, cuyos títulos, eso sí, no podrán
contradecir la llamada diversidad sexual. ¿Significa eso la restauración
del índice de libros prohibidos? ¿Arderá en una pira, entre muchísimos
otros clásicos de la literatura, La Divina Comedia? ¿Veremos salir de las iglesias esposados a los curas los domingos en que la lectura no sea del agrado del lobby?
Un único discurso
Lo que sí vamos a ver y por ley es ondear la bandera del arcoiris en la
Asamblea de Madrid y en la sede de su Gobierno los días 17 de mayo y 18
de junio. Los ayuntamientos y el resto de edificios públicos, en cambio,
tienen libertad para izar o no la enseña… de momento. A los que no les
queda sino adaptar sus libros de estilo y líneas editoriales al credo
LGBTI es a los medios de comunicación de titularidad pública y a
aquellos otros privados receptores de ayudas, fondos y subvenciones; o
sea, la práctica totalidad. Por su parte, las empresas que quieran
contratar con la Administración, además de solvencia técnica, no solo
han estar libres de toda sospecha discriminatoria, sino acreditar
también buenas prácticas LGBTI. Los partidos políticos, en fin, pueden
mantener diferentes discursos sobre cualquier asunto, salvo uno: la
ideología de género.
Supuestos de laboratorio
Así se denominan las situaciones disparatadas a las que puede dar lugar
la aplicación de una ley cualquiera. Suele tratarse, ahora bien, de
efectos no previstos durante la elaboración de la norma y que rara vez
suceden. Pues bien, las leyes de género recién aprobadas no solo tienen
como resultado un sinfín de casos así, sino que ellas mismas son un
enorme supuesto de laboratorio.
El mundo al revés
Tan es así que el propio articulado posibilita el absurdo. Por ejemplo,
si el matrimonio formado por un hombre y una mujer acude al Registro
Civil, y cada uno solicita sobre el papel el cambio de sexo, y al llegar
a casa protagonizan un episodio de violencia, el Estado ofrecerá toda
su protección a quien figure como mujer, con independencia de si nació
hombre.
Colegiales con uniforme de colegialas
En otras ocasiones, las leyes LGBTI de la Comunidad de Madrid no solo
prevén lo imprevisible, sino que directamente lo regulan. Tal es el caso
del niño que se siente niña -o viceversa- y elige vestir el uniforme de
sus compañeras. Los profesores no solo no podrán impedírselo, sino que
estarán obligados a llamar a quien sea con el nombre con que desee ser
llamado. Y algo parecido con los funcionarios de la Administración. A
este respecto, se recomienda que, en caso de duda, se dirijan a los
administrados por el apellido, conjurando así la posibilidad de una
multa. Porque junto a la llamada discriminación por error, se regula
también un sistema de sanciones, de los 3.000 a los 45.000 euros.
¿Y el PP, qué opina de todo esto?
En este sentido, una de las conductas más duramente perseguidas y
castigadas es la de aquellos que traten de ayudar a quien quiera ser
heterosexual. Es irrelevante que la persona haya acudido sin coacciones y
por su propia iniciativa al despacho parroquial, la consulta del médico
o el lugar de que se trate. La cosa está terminantemente prohibida y
punto. Lo que significa que en el gran tablero de la ideología de género
uno puede caer en cualquier casilla salvo la de la heterosexualidad.
Con que si lo que se pretendía con leyes así era la reparación de una
injusticia histórica, se ha incurrido en una todavía mayor. Desde luego,
nunca tan pocos obligaron tanto a tantos. ¿Y el PP? ¿Qué opina de todo
esto? ¡Ah, leñe! Que me dijo usted que el PP ha sido el principal
promotor de la cosa.
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