Se crió en un ambiente político y despuntó en las Juventudes. Supo generar complicidades con Sánchez, Rubalcaba o Joan Lerma. Su compromiso con la meritocracia siempre estuvo bajo sospecha
Carmen Montón, en su etapa de 'consellera' de Sanidad. (EFE)
Carmen Montón ha mamado política desde la cuna. El escándalo de su máster sellado por la Universidad Rey Juan Carlos, que ha acabado con su dimisión
como ministra de Sanidad, no ha salpicado a una persona ajena a la
jungla de la exposición pública. Pese a su juventud, su aspecto frágil y
su discurso educado, Montón es una encajadora curtida en mil batallas
desde que comenzó a despuntar en las Juventudes Socialistas,
a las que se afilió con apenas 16 años. Su padre, hoy presidente de las
casas regionales de Castilla-La Mancha en la Comunidad Valenciana, fue
concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Burjassot, uno
de los municipios del llamado 'cinturón rojo' del área metropolitana de
Valencia, donde familias de clase obrera se instalaron durante los
estertores de la dictadura y el principio de la Transición para labrarse
un futuro en entornos urbanos en crecimiento y expansión.
En este universo popular de compromiso político-social nació y se
crio la ministra de Sanidad saliente. De su padre heredó el virus de la
política. De su madre, gobernanta durante años en uno de los hospitales
públicos de Valencia, ese gusanillo por el mundo sanitario que la
inclinó a estudiar medicina, al igual que sus dos hermanas. Este apunte biográfico es importante para entender por qué su currículo como gestora pública incluye los cargos de titular de la Conselleria de Sanidad o la cartera ministerial del mismo ramo.
Sanidad y política. Con ese cóctel libró sus primeras batallas en el Ayuntamiento de Burjassot, donde, como antes su padre, fue elegida concejala en 1999 con apenas 23 años. Su habilidad para navegar por las aguas de la siempre agitada federación socialista valenciana, su discurso socialdemócrata de libro y sus vínculos con el llamado sector lermista (el expresidente autonómico y senador Joan Lerma fue uno de sus primeros valedores) la elevaron a la candidatura del PSOE al Congreso de los Diputados por Valencia en 2004, el año que José Luis Rodríguez Zapatero accedió al Gobierno. En la Cámara Baja, Montón pronto consolidó su posición en otras dos banderas de su partido: el feminismo y la igualdad y la defensa de los derechos LGTB. Desde su escaño, fue ponente de la ley de matrimonio de personas del mismo sexo y de la ley del aborto, que despenalizó la interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana 14ª de gestión.
Es poco después de esto, entre finales de 2010 y junio de 2011, cuando Montón decide reforzar su currículo con el máster en Estudios Interdisciplinarios de Género del polémico Instituto de Derecho Público de la Universidad Rey Juan Carlos. Las irregularidades en su expediente coinciden con la decisión del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad que dirigía Leire Pajín de comenzar a colaborar con la URJC en la financiación de ese máster. Una colaboración que se hizo efectiva en el curso 2011-2012, tal como reveló El Confidencial. Montón se había matriculado el curso anterior en el posgrado con Nuria Valera, entonces directora de Comunicación de Bibiana Aído en Igualdad, según publicó 'eldiario.es'. De nuevo, sombras sobre posibles contrapartidas en el instituto que dirigía el catedrático Enrique Álvarez Conde.
Montón trabajó, paseó y conspiró en las moquetas del Congreso de los Diputados durante tres legislaturas, desde 2004 hasta 2015. Tiempo suficiente para trabar nuevas amistades y buscar nuevos aliados en el PSOE. Fue aquí donde conoció a Pedro Sánchez y también a Alfredo Pérez Rubalcaba, otro de los 'capos' del PSOE que vieron potencial político en la exministra. Sus lazos con la dirección federal en Madrid y con las familias del PSPV en Valencia se completan con el matrimonio con Alberto Hernández Campa, hijo de una de las secretarias de confianza del expresidente de Castilla-La Mancha José Bono. Este último vínculo cierra el círculo de la fidelidad del clan manchego de asesores y cargos de confianza que la han acompañado en sus responsabilidades de gestión, primero en la 'conselleria' y después en el ministerio.
Ximo
Puig decidió apostar por ella cuando los ciudadanos votaron cambio
político en la Comunidad Valenciana. Montón asumió su responsabilidad
como abanderada del rescate de los hospitales públicos de gestión
privada impulsado por el PSOE y la recuperación de derechos sanitarios y
políticas de bienestar y salud. Resucitó la sanidad gratuita universal
—aun a costa de enfrentarse con el Gobierno de Mariano Rajoy,
que llevó el cambio legal al Tribunal Constitucional—, eliminó los
copagos farmacéuticos e inició una relación muy tensa con empresas
privadas colaboradoras de Sanidad, como Ribera Salud, con la que libró una guerra sin cuartel alentada por ambas partes, o el Instituto Valenciano de Oncología (IVO).
En discurso y coherencia política, nadie puede reprochar a Montón haber
dado bandazos en sus objetivos. Su apariencia frágil esconde una
determinación a prueba de bombas en la consecución de sus objetivos.
Pero la batalla librada entre Pedro Sánchez y Susana Díaz por el liderazgo del PSOE estuvo a punto de quebrar su escalada. Pese a ser consejera de Puig, se mantuvo fiel a su amistad con el actual presidente del Gobierno cuando tocó tomar partido y elegir lealtades. Pese a la insistencia del 'president' valenciano, se negó a estampar su firma en el documento de renuncia como miembro del comité federal con que los barones trataron de dar un golpe interno y forzar la dimisión de Sánchez en octubre de 2016. La resistencia de su consejera obligó a Puig a tener que retratarse en el documento para poder presentar las firmas necesarias, lo que le supuso un importante desgaste a nivel interno y externo. Nunca se lo perdonó.
Tras ganar Sánchez las primarias, lanzó un candidato contra Puig (el alcalde de Burjassot, Rafa García) en la batalla por la secretaría general del PSPV-PSOE. Montón demostró habilidad en esta segunda guerra, en la que nada tenía que ganar y sí mucho que perder, y se puso del lado de su presidente. Cuando Puig refrendó su liderazgo territorial, tuvo que mantenerla en el Consell: "No la tiraré, pero si se la llevasen, me harían un favor", dicen que dijo a los suyos. Para entonces, Montón comenzaba a acusar el desgaste de su gestión en la consejería.
Su compromiso con las políticas socialistas, sin embargo, ha estado siempre contaminado por una debilidad que ahora ha estallado en toda su magnitud con el escándalo del máster: su más que dudoso compromiso con la meritocracia. Para Montón, los procedimientos de selección de personal, equipos y recursos humanos son un estorbo si impiden situar a quien ella cree que debe ocupar un puesto, casi siempre personas de confianza o de probada lealtad. Se estrenó como consejera con una polémica por el nombramiento de la exsenadora del PSC Mónica Almiñana como gerente del Hospital Universitario La Fe de Valencia, aunque los juzgados no consideraron ilegal el nombramiento. También fue muy reprochada la designación como director de Gestión Sanitaria del periodista leonés Germán Temprano, sin experiencia sanitaria y con un perfil claro de asesor político y de comunicación. La oposición en la Comunidad Valenciana le atribuye una habilidad casi mítica para 'enchufar' en puestos con salario público a personas cercanas a las filas socialistas. El caso más sonado fue su rifirrafe con la vicepresidenta de Compromís, Mónica Oltra, cuando esta le reprochó el nombramiento de su marido en Egevesa, una empresa de la Diputación de Valencia presidida por el PSPV-PSOE. Aunque este nombramiento no dependía directamente de Montón, Hernández Campa decidió abandor el puesto para atajar la polémica.
La moción de censura y la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa dieron a Montón la oportunidad de abandonar Valencia, regresar a Madrid y dar el salto al Gobierno. Hay quien dice que fue segundo plato tras recibir el nuevo presidente algún portazo para su cartera sanitaria, pero en cualquier caso lo cierto es que confió en ella para el puesto y le encomendó la tarea de importar al Ejecutivo medidas ya desplegadas en la Generalitat, como la extensión de los derechos sanitarios, que tendrían que ser uno de los ejes estrella del discurso del PSOE. Una investigación periodística se ha cruzado en el camino de la ministra, quién sabe si para liquidar su prometedora carrera para siempre. El 'mastergate' es un tsunami con antecedentes. Arrasó a Cristina Cifuentes y ahora también a Carmen Montón. Quizás el próximo sea Pablo Casado. Parece que la España que madruga no tolera favores ni mentiras cuando se trata de escalar en el ascensor social.
VÍCTOR ROMERO Vía EL CONFIDENCIAL
Su
compromiso con las políticas socialistas ha ido acompañado de una
debilidad en su concepción de la meritocracia que le ha perseguido
siempre
Sanidad y política. Con ese cóctel libró sus primeras batallas en el Ayuntamiento de Burjassot, donde, como antes su padre, fue elegida concejala en 1999 con apenas 23 años. Su habilidad para navegar por las aguas de la siempre agitada federación socialista valenciana, su discurso socialdemócrata de libro y sus vínculos con el llamado sector lermista (el expresidente autonómico y senador Joan Lerma fue uno de sus primeros valedores) la elevaron a la candidatura del PSOE al Congreso de los Diputados por Valencia en 2004, el año que José Luis Rodríguez Zapatero accedió al Gobierno. En la Cámara Baja, Montón pronto consolidó su posición en otras dos banderas de su partido: el feminismo y la igualdad y la defensa de los derechos LGTB. Desde su escaño, fue ponente de la ley de matrimonio de personas del mismo sexo y de la ley del aborto, que despenalizó la interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana 14ª de gestión.
Es poco después de esto, entre finales de 2010 y junio de 2011, cuando Montón decide reforzar su currículo con el máster en Estudios Interdisciplinarios de Género del polémico Instituto de Derecho Público de la Universidad Rey Juan Carlos. Las irregularidades en su expediente coinciden con la decisión del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad que dirigía Leire Pajín de comenzar a colaborar con la URJC en la financiación de ese máster. Una colaboración que se hizo efectiva en el curso 2011-2012, tal como reveló El Confidencial. Montón se había matriculado el curso anterior en el posgrado con Nuria Valera, entonces directora de Comunicación de Bibiana Aído en Igualdad, según publicó 'eldiario.es'. De nuevo, sombras sobre posibles contrapartidas en el instituto que dirigía el catedrático Enrique Álvarez Conde.
La URJC confirma los cambios en las notas de Montón y "depurará responsabilidades"
Montón trabajó, paseó y conspiró en las moquetas del Congreso de los Diputados durante tres legislaturas, desde 2004 hasta 2015. Tiempo suficiente para trabar nuevas amistades y buscar nuevos aliados en el PSOE. Fue aquí donde conoció a Pedro Sánchez y también a Alfredo Pérez Rubalcaba, otro de los 'capos' del PSOE que vieron potencial político en la exministra. Sus lazos con la dirección federal en Madrid y con las familias del PSPV en Valencia se completan con el matrimonio con Alberto Hernández Campa, hijo de una de las secretarias de confianza del expresidente de Castilla-La Mancha José Bono. Este último vínculo cierra el círculo de la fidelidad del clan manchego de asesores y cargos de confianza que la han acompañado en sus responsabilidades de gestión, primero en la 'conselleria' y después en el ministerio.
Con solo 16
años se afilió a las Juventudes Socialistas. Ha mamado la política desde
la cuna. Sucedió a su padre como concejala en Burjassot
Pero la batalla librada entre Pedro Sánchez y Susana Díaz por el liderazgo del PSOE estuvo a punto de quebrar su escalada. Pese a ser consejera de Puig, se mantuvo fiel a su amistad con el actual presidente del Gobierno cuando tocó tomar partido y elegir lealtades. Pese a la insistencia del 'president' valenciano, se negó a estampar su firma en el documento de renuncia como miembro del comité federal con que los barones trataron de dar un golpe interno y forzar la dimisión de Sánchez en octubre de 2016. La resistencia de su consejera obligó a Puig a tener que retratarse en el documento para poder presentar las firmas necesarias, lo que le supuso un importante desgaste a nivel interno y externo. Nunca se lo perdonó.
Puig
no le perdonó que no firmase el documento de renuncia del comité
federal de 2016: "No la tiraré, pero si se la llevasen, me harían un
favor"
Tras ganar Sánchez las primarias, lanzó un candidato contra Puig (el alcalde de Burjassot, Rafa García) en la batalla por la secretaría general del PSPV-PSOE. Montón demostró habilidad en esta segunda guerra, en la que nada tenía que ganar y sí mucho que perder, y se puso del lado de su presidente. Cuando Puig refrendó su liderazgo territorial, tuvo que mantenerla en el Consell: "No la tiraré, pero si se la llevasen, me harían un favor", dicen que dijo a los suyos. Para entonces, Montón comenzaba a acusar el desgaste de su gestión en la consejería.
Su compromiso con las políticas socialistas, sin embargo, ha estado siempre contaminado por una debilidad que ahora ha estallado en toda su magnitud con el escándalo del máster: su más que dudoso compromiso con la meritocracia. Para Montón, los procedimientos de selección de personal, equipos y recursos humanos son un estorbo si impiden situar a quien ella cree que debe ocupar un puesto, casi siempre personas de confianza o de probada lealtad. Se estrenó como consejera con una polémica por el nombramiento de la exsenadora del PSC Mónica Almiñana como gerente del Hospital Universitario La Fe de Valencia, aunque los juzgados no consideraron ilegal el nombramiento. También fue muy reprochada la designación como director de Gestión Sanitaria del periodista leonés Germán Temprano, sin experiencia sanitaria y con un perfil claro de asesor político y de comunicación. La oposición en la Comunidad Valenciana le atribuye una habilidad casi mítica para 'enchufar' en puestos con salario público a personas cercanas a las filas socialistas. El caso más sonado fue su rifirrafe con la vicepresidenta de Compromís, Mónica Oltra, cuando esta le reprochó el nombramiento de su marido en Egevesa, una empresa de la Diputación de Valencia presidida por el PSPV-PSOE. Aunque este nombramiento no dependía directamente de Montón, Hernández Campa decidió abandor el puesto para atajar la polémica.
La moción de censura y la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa dieron a Montón la oportunidad de abandonar Valencia, regresar a Madrid y dar el salto al Gobierno. Hay quien dice que fue segundo plato tras recibir el nuevo presidente algún portazo para su cartera sanitaria, pero en cualquier caso lo cierto es que confió en ella para el puesto y le encomendó la tarea de importar al Ejecutivo medidas ya desplegadas en la Generalitat, como la extensión de los derechos sanitarios, que tendrían que ser uno de los ejes estrella del discurso del PSOE. Una investigación periodística se ha cruzado en el camino de la ministra, quién sabe si para liquidar su prometedora carrera para siempre. El 'mastergate' es un tsunami con antecedentes. Arrasó a Cristina Cifuentes y ahora también a Carmen Montón. Quizás el próximo sea Pablo Casado. Parece que la España que madruga no tolera favores ni mentiras cuando se trata de escalar en el ascensor social.
VÍCTOR ROMERO Vía EL CONFIDENCIAL
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