Las mejores imágenes de la Diada 2018 en Cataluña
EFE
Era francamente difícil, hay que reconocerlo, pero lo han conseguido. Nunca como este año la Diada ha obtenido semejantes récords, batiendo de manera inapelable todas las convocatorias organizadas desde el 2012. Jamás hubo un once de septiembre más cargado de ira, mentiras, discordia y con una fractura social tan colosal entre catalanes. Enhorabuena.
¿Cuántas falsedades caben en un metro cuadrado?
Societat Civil argumentaba, en buena lógica matemática, que para llegar al millón de asistentes que la Guardia Urbana de Barcelona
ha otorgado a la manifestación separatista deberían meterse a diez
personas en un solo metro cuadrado, dadas las dimensiones y longitud de
la Diagonal barcelonesa. Pura lata de sardinas, vaya. Pero ya se sabe,
el podemismo rampante de Colau y sus mariachis – estaban todos en la manifestación, faltaría más – es capaz de reconvertir cifras, volumetría y hasta la jaula de Faraday si conviene con tal de beneficiar sus intereses torticeros y vergonzantes.
Sin embargo, SCC calcula el número de asistentes en doscientas mil personas.
Puede ser, pero, más allá de cuantos eran, que eran muchos, puedo dar
fe de ello, lo que debería preocuparnos a los que asistimos a esta
kermesse de despropósitos denominada procés no es el número de gente que acude a estos actos, sino cuanto odio y cuanta mendacidad caben en un metro cuadrado.
Que
no es poco, créanme. De la misma manera, también podríamos preguntarnos
cuanto fanatismo, cuanta puerilidad, cuanta manipulación caben en ese
espacio. Quizás sea mejor no hacer el cálculo, porque estoy convencido
de que el resultado nos helaría la sangre en las venas.
Empezó la Diada 2018
la noche anterior, con Torra y los separatistas desfilando solemnemente
con la Flama el Canigó, portando fúnebres antorchas, caminando a paso
lento, lúgubre, por las calles de Barcelona, antaño dama señera de
modernidad y liberalismo y hoy convertida en cateta y fea barraganadel separatismo podemita por obra y gracia de Colau y Torra.
A mí, personalmente, me asustan dichas
antorchas en la oscuridad acompañadas de unos parlamentos inflamados,
retóricos, cargados del peor de los patriotismos que es el excluyente.
Era como si de repente resucitaran las marchas alemanas de los años
treinta, hacia la Feldherrnhalle, con un fuego
destructor que avanza reptante sin detenerse ante nada. No creo que
exista en toda España ninguna formación política que organice nada
similar, con rasgos tan ominosos.
Esos entrantes
sirvieron para alfombrar el estómago blindado de los separatistas,
siempre ávidos de vocear su odio hacia todo lo que no sea lo suyo,
constituyendo un hiperventilado proemio de cara al plato fuerte del día,
a saber, la manifestación del martes.
Viendo esas
familias llegadas de todas partes de Cataluña en los autocares fletados
por la ANC, me vino a la cabeza un chiste que ha circulado por las redes
sociales estos días. Ante la masa aborregada, uno pregunta “¿No veis
que os están engañando?”, a lo que le responden “¿No veis vosotros que
nos gusta?”.
Es la mejor descripción de lo que sucede
con los ex votantes convergentes, reconvertidos al separatismo radical
por obra y gracia de un Artur Mas que, ante
el coste electoral que intuía le iba a pasar factura con los recortes,
decidió ser más papista que el papa poniendo a su partido junto con todo
el edificio de ingeniería social creado por Convergencia al servicio
del extremismo. Parece increíble, pero la gente que había allí se cree a
pies juntillas todo lo que le han dicho.
Eso es lo
primero que debe entenderse desde el Estado, si es que se quiere hacer
algo con este gravísimo problema. Para los manifestantes, los encarcelados son unos héroes,
Puigdemont es un mártir, en España todavía gobierna Franco y el
separatismo es mucho más democrático que la constitución. Y se lo
explican a sus hijos. a sus nietos, a los que llevan de la manita para
que vayan calafateándose en el separatismo. Han convertido a España en
el chivo expiatorio de todos sus problemas. Igual que pasó en Alemania
con los judíos, exactamente igual. De ahí que me pregunte cuántas
falsedades caben en un metro cuadrado. Me temo que tantas como
separatistas entren en el mismo. Vienen mentidos de casa.
Qué se dijo
El tono de las intervenciones es fácilmente imaginable. El abogado de la fugada ex consellera Ponsatí, Aamer Anwar, dijo que Franco – siempre el general – estaría orgulloso de la España contemporánea; Ben Emmerson, uno de los abogados de Puigdemont, exigió a Sánchez libar a los presos, la mundial, vamos.
Claro
que ya venían calentitos después de escuchar la víspera a la actual
consellera de agricultura, recuerden, la que recomienda beber leche sin
esterilizar, de la ubre a la boca, Teresa Jordá,
de Esquerra, llamar a la desobediencia contra un estado demofóbico,
perverso y fascista. También debieron hacerles mella las palabras del
inefable Eduard Pujol, el hombre que
susurraba a los patinetes, que prometió que la república catalana estaba
ya aquí y que no tardarían en verla implementada.
Todo eso transcurría ante la sonrisa complaciente de Jaume AlonsoCuevillas, otro abogado del fugado ex President, Gabriel Rufián, al que no parece importarle que le silben los suyos en actos pro independencia, la ex alcaldesa e Badalona, la cupaire Dolors Sabater que iba flanqueada por la plana mayor de las CUP -Carles Riera, Natàlia Sánchez y Natàlia Reguant ente otros – el filósofo pro Esquerra Josep MaríaTerricabras, el cantante Gerard Quintana, en fin, un who is who del separatismo porque ya lo dijo Alfonso Guerra en su día, el que se mueve no sale en la foto.
Al final, lo de menos es el contenido
de los parlamentos porque todos giraban alrededor del catecismo
separatista: nosotros tenemos razón, España es una porquería que debemos
abandonar, aquí está el pueblo catalán plantando cara y, eso sí,
ganaremos sea como sea.
Pero, cuidado, porque si hasta
ahora hemos hablado de lo que cabe en un metro cuadrado, podríamos
hacerlo también de lo que no sabe en ese reducto que el separatismo ha
reservado para ellos solos, acaso reviviendo el grupo de Nosaltres Sols de la república, esa sí, la de verdad.
Ahí
no cabemos los constitucionalistas, los que preferimos la ley al
tumulto proto fascista, los disidentes, los librepensadores, los que no
formamos parte de los dos millones y medio de catalanes que aman el
amarillo y repiten mantras cual sonámbulos hipnotizados por un maléfico
doctor Caligari. No cabemos cuatro millones y medio de catalanes, si a
las estadísticas nos remitimos.
Tampoco cabe la idea
de un estado moderno, social, reformista, moderado, dialogante, en el
que se rija desde el parlamento y no desde la calle. Es lógico, pues,
que estas gentes arrojen pintura amarilla a la policía nacional en la
jefatura de Vía Layetana, como hicieron, o que se peleen entre ellos al
pie del monumento a Casanovas por ser unos del Moviment Identitari Català, de ultra derecha, y los CDR, que son lo mismo pero disfrazados de anti fascistas.
Ya
no es un problema de cuantos están con ellos, sino de cuantos no lo
estamos y de quién nos defiende. Sánchez juega entre un 155 que no tiene
coraje para aplicar y un referéndum pactado que es perfectamente capaz
de convocar.
Incluso Borrell habla de que no le gusta que haya presos separatistas.
Uno no sabe a que santo encomendarse, máxime cuando Torra proclamó en
su mensaje institucional que hacía un llamamiento a la resistencia para,
al día siguiente, comentar que bien sabía él que no podía liberar a los
presos. Es un vértigo incesante, un despropósito y un caso inaudito en
la Europa actual.
MIQUEL GIMÉNEZ Vía VOZ PÓPULI
No hay comentarios:
Publicar un comentario