/EFE/MARISCAL
Desde que la economía ha comenzado a ofrecer síntomas inquietantes, el
Gobierno se ha empeñado en limitar sus efectos tras parapetarse en la
autocomplacencia de la recuperación. Es evidente que ni España ni el
conjunto de la Unión Europea atraviesan una coyuntura similar a la
crisis de hace una década, pero resultaría un ejercicio de supina irresponsabilidad frivolizar con los datos que aconsejan no abandonar la senda reformista.
Éste es el principal motivo por el que las continuas rectificaciones de
Pedro Sánchez y sus ministros, especialmente en lo tocante a la
política fiscal, no solo contribuye a erosionar -aún más- la debilidad
gubernamental sino que alimenta la inseguridad y la incertidumbre, justo
los dos peores enemigos del crecimiento económico.
Ciertamente,
los indicadores adelantados constatan una desaceleración del
crecimiento del PIB, lo que ha repercutido negativamente en las ventas
minoristas y en grandes empresas, el índice de producción industrial y
el déficit comercial. Sin embargo, el Gobierno no parece tomarse en serio estos nubarrones.
En lugar de profundizar en la senda de la consolidación fiscal y
acometer las reformas pendientes, muestra su ansia por volver al
derroche. España no puede gobernarse a salto de mata. Sánchez juega con
fuego si se empecina en minimizar los preocupantes efectos de un
enfriamiento de la economía que no se corregirá con un alza fiscal.
EDITORIAL de EL MUNDO
No hay comentarios:
Publicar un comentario