PABLO CASADO
Había plagio, pero pequeño. Un 13% de
plagio, según Moncloa, o el equivalente a unas 42 páginas de las 323
reales de que consta el texto. Plagio sí, ma non troppo.
Un plagio pequeñín. Un miniplagio. Ocurre que en un centro
universitario serio, el descubrimiento de una trampa como esa, por
pequeña que sea, incluso de un solo párrafo, supone el suspenso
automático del infractor en la asignatura o curso de que se trate.
Suspenso sin paliativos. El doctor Sánchez disiente. Es la “derechona” que no acepta que yo sea presidente del Gobierno, vino a decir el jueves en Facebook. Y es Pedro
quien ha acabado liándose en una madeja de equívocos que lo ha
conducido al descrédito, siendo así que en principio el pueblo soberano
no le pedía más que cumpliera su promesa de convocar elecciones una vez
desalojado Rajoy de la Moncloa. Como Capone
con el fisco, Sánchez ha tropezado con una tesis que es un bodrio, una
estafa intelectual, un trabajo que, lo más grave del episodio,
probablemente no haya escrito él sino su amigo Carlos Ocaña, como parece demostrar ese libro que el citado firma como autor, con Sánchez como “director”.
Y a partir de ahí, leña al mono. “Hay consigna dentro del
partido de husmear a muerte en los trapos sucios de Ciudadanos". El “te
vas a enterar” se ha tomado en el Gobierno y en el partido como una
orden”, me aseguraba ayer una fuente cercana a Moncloa. Hurgar en el
cubo de la basura de Albert Rivera y dirigir las baterías contra Pablo Casado,
el nuevo presidente del PP que ahora camina por la política española
con la mano atada a la espalda de su famoso máster, el lastre de la Juan
Carlos I, el miedo a salir a la palestra y recibir la carga hueca del
chaparrón que llevó a Cifuentes y a Montón a dimitir. Pato cojo. Era la
gran operación urdida por Moncloa: sacrificar un peón del montón, nunca
mejor dicho, para poder dar jaque mate al líder del PP cuando
conviniera, y en todo caso tenerlo arrinconado hasta la celebración de
generales.
Era la gran operación urdida por Moncloa: sacrificar un peón del montón, nunca mejor dicho, para poder dar jaque mate al líder del PP cuando conviniera
¿Qué
posibilidades tiene Casado de escapar al cepo tendido por la locura de
esta nueva inquisición que se ha puesto en marcha en España con los
títulos universitarios de los políticos? La armada mediática al servicio
del Gobierno Sánchez, que tiene en el grupo Prisa, RTVE y en las
televisiones de Mediaset y AtresMedia sus acorazados, no cejan en su
empeño de exigir al líder del PP que muestre públicamente los trabajos
de su master, y probablemente tienen razón. El palentino se resiste,
convencido en su fuero interno de que las explicaciones que ante la
prensa dio el martes 10 de abril pasado, con exhibición de los
documentos respectivos, no solo no han aplacado la voracidad de sus
perseguidores sino que han excitado su apetito. En consecuencia, ha
decidido que las explicaciones que tenga que dar las ofrecerá al
Tribunal Supremo (TS) cuando éste se las pida.
¿Cuándo
será eso? La petición cursada por la Sala II del alto tribunal este
jueves a la Fiscalía para que emita informe reglamentario sobre si debe o
no investigar al presidente del PP como supuesto responsable de los
delitos de prevaricación administrativa y cohecho impropio, podría estar
de vuelta en una o dos semanas a lo sumo, por lo que la Sala de
Admisiones estaría en condiciones de pronunciarse a finales de
septiembre. La impresión general es que habrá archivo. El cohecho, en su
caso, habría prescrito, y el delito de prevaricación sólo podría salir
adelante si el Supremo apreciara la existencia de algún tipo de
concertación entre el político y el director del instituto de la URJC, Enrique Álvarez Conde,
el “emprendedor” catedrático en el epicentro del negocio de los
masters, asunto sobre el que no existe la menor prueba en la exposición
razonada remitida al TS por la titular del Juzgado de Instrucción número
51 de Madrid, Carmen Rodríguez-Medel.
El
archivo no solucionaría, ni mucho menos, los problemas de Pablo Casado
al frente del PP. En mi modesta opinión, el problema del PP no es el
master de su presidente, sino el propio PP, un partido necesitado de un
cambio radical, una brigada de bomberos dispuesto a barrer con la mugre,
ideológica y de la otra, acumulada durante años de resignada deriva por
la cuesta debajo de una socialdemocracia apellidada tecnocrática,
ineptocrática más bien, con rechazo expreso a cualquier matiz liberal,
con mucho amor al dinero, mucho desprecio por las bases, y una constante
sangría de talento que ha dejado la estructura tiritando. Los problemas
del PP no se arreglan con la salida por la puerta de atrás de Rajoy y
su vicetoda, por importante que haya sido. El PP
necesita con urgencia abrir las ventanas, airear la casa y salir a la
calle a propalar un ideario nuevo y un proyecto de futuro. En realidad,
el PP necesitaría cambiar de sede y, lo más importante, de siglas. No se
puede edificar ningún proyecto sólido sobre la escombrera en que el rajoyismo
ha terminado por convertir el partido tras 14 años de inanidad. No se
puede construir ningún futuro sobre un montón de mierda. Lo cual explica
que a día de hoy no se haya producido ningún tipo de “efecto Casado” en
las estimaciones de voto popular. ¿Está Casado en disposición de
abanderar esta auténtica revolución liberal-conservadora?
“Defender mi honorabilidad”
Y,
¿qué es de Casado? ¿Dónde anda Casado? ¿Cómo se encuentra?, se pregunta
la buena gente popular. Contra lo que pudiera parecer, el nuevo titular
de Génova dice sentirse “animado y en plena forma, disfrutando de mi
nueva posición”. No se ha ido de vacaciones, obligado por la necesidad
de atender el envite de su master “y también evitar que se me
desintegrara el partido. Obligado a actuar con calma, a manejar con
acierto los tiempos, porque primero tengo que defender mi honorabilidad
para poder después pasar al ataque, dicho lo cual, me encuentro
francamente tranquilo en lo que al Supremo se refiere”. Los problemas se
acumulan sobre su mesa de trabajo. Elegir un líder para el PP catalán,
un candidato a la alcaldía de Barcelona, una solución para Andalucía,
donde el partido, al mando de Juan Manuel Moreno, parece resignado a un nuevo varapalo, arreglar lo de Valencia con Isabel Bonig, mediar en Asturias, alicatar Cantabria, y no dar demasiadas muestras de debilidad ante Feijóo,
el gran capo gallego. Todo, o casi, abierto en canal, con el gong de
unas generales que podría sonar cogiendo a Casado y a su partido a la
luna de Valencia.
Nada, quizá, más importante o más
grave, como se quiera, que la ausencia de un grupo de colaboradores
fuerte y compacto en su derredor. El equipo que rodea al nuevo líder del
PP es muy junior: tres o cuatro personas,
procedentes de la rama juvenil del partido, que componen su fiel e
inexperta guardia de corps, porque la segunda línea heredada del rajoyismo,
gente cuya fidelidad está ligada más a los garbanzos que al compromiso
político e ideológico, no es muy de fiar. Desesperadamente obligado,
pues, a incorporar talento. Los partidos, en particular los dos grandes,
se han descapitalizado de talento hasta tal punto que han terminado
convertidos en auténticos páramos en lo que a la excelencia, tanto
política como humanística, se refiere. Plagados de Celáas, Carmencalvos, Montones, Monteros
y compañía. Los buenos profesionales, los currículums académicos
brillantes no necesitados de tesis compradas en el Rastro universitario a
precio de saldo, hace tiempo que huyeron de unas organizaciones donde
se pagan sueldos bajos, en comparación con el sector privado, y donde se
corre el riesgo de quedar chamuscado a las primeras de cambio con el
chapapote de desprestigio que hoy envuelve a una clase política muy
desacreditada, vilipendiada incluso.
Encontrar un imán
capaz de atraer al partido a profesionales liberales, a gente de
prestigio, es quizá el gran reto futuro de Casado. Soltar lastre e
incorporar talento. Y echarle valor, mucho valor. Valor para no
abandonar el campo de batalla sin haber luchado. Mientras tanto, el
centro derecha representado por el PP languidecer en la inacción. Varado
en las arenas movedizas de un máster cuya decisión final está en manos
ajenas, manos sometidas a todo tipo de presiones políticas y mediáticas.
Casado en el dique seco, y el PP con él y, si me apuran, España entera.
Una España de nuevo vuelta al pasado y más que nunca dividida en dos
bloques irreconciliables, bloques separados por la profunda hendidura de
un odio como no se conocía desde el inicio de la Transición. Es el
último “regalo” de un partido centenario, el PSOE, que ha decidido
romper con el pacto de reconciliación que los españoles suscribieron
tras la muerte de Franco. Es el fruto podrido de Zapatero
y su Memoria Histérica, que su heredero, Sánchez, se ha propuesto
revitalizar en beneficio propio y maleficio de casi todos. Tiempos
sombríos.
JESÚS CACHO Vía VOZ PÓPULI
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