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viernes, 9 de marzo de 2018

¿CATALUÑA TIENE CÁNCER?

Manuel Trallero


Durante mucho tiempo fue una palabra tabú, un tema maldito. No se mencionaba o se pasaba de puntillas. Incluso se empleaba el eufemismo que "tiene un mal feo" para referirse al cáncer que sufría alguien. Ahora en cambio se habla mucho de él y en Cataluña casi de forma constante. Los spots publicitarios efectuados por toda suerte de damas y caballeros embutidos en su correspondiente bata blanca en las proximidades de un microscopio, cuando no mirando por él, y agitando un tubo de ensayo es una imagen recurrente que percibe de forma cotidiana cualquier telespectador catalán. Se trata de un constante bombardeo, un aluvión incesante de los avances y los descubrimientos que se llevan a cabo en una gran multitud de centros de investigación de toda clase y condición. Al espectador se le insufla la creencia, cuando no la convicción, de que se encuentra no solo ante un hito trascendental en la carrera por la curación del cáncer sino que la meta está cercana, casi a tocar con la punta de los dedos. Todo ello, claro, está a cargo de la angustia provocada a los pacientes afectados que ven cómo con el paso del tiempo, la gran exclusiva periodística se va desvaneciendo en la simple nimiedad. Nadie se hace responsable de ello.

Es un claro ejercicio del complejo de superioridad porque Cataluña es una avanzada en esa prestigiosa lucha científica; porque no solo se realiza aquí por catalanes sino que incluso en los más prestigiosos centros del mundo --es decir, Estados Unidos-- hay ilustres catalanes que han tenido que emigrar para seguir triunfando como estrellas de cine o del rock. Mientras tanto en nuestros hospitales se dan brotes de sarna entre el personal sanitario o se mueren pacientes de un brote de legionela​ --eso sí, personas mayores con problemas crónicos, como si estuvieran ya precocinadas para ello-- al tiempo que la sanidad madrileña es el hazmerreír por el contagio de una auxiliar de enfermería en un episodio del ébola. Aunque nosotros, tranquilos, porque la Maratón de TV3 recauda fondos año tras año para la investigación. Es decir, para los laboratorios farmacéuticos que después comercializan los hallazgos que la generosidad de los ciudadanos ha hecho posible al sufragarlos en buena medida.
Cataluña tiene para los independentistas una dimensión morfológica, es como una persona. El cáncer también se utiliza como estigma maldito
Cataluña tiene para los independentistas una dimensión morfológica, es como una persona. El cáncer también se utiliza como estigma maldito. No hace mucho, un profesor universitario se sirvió de él en Twitter para calificar a los seguidores de Ciudadanos y de Tabarnia​ como el "cáncer de Cataluña" la "tercera generación de inmigrantes que nos odian, como la tercera generación de magrebíes de Francia, adeptos a la violencia y al odio en el país de acogida". Un país que está en el grado 4º de 5 por la alarma ante la amenaza de ataques islamistas.


La exhibición de lazos amarillos en apoyo a los supuestos "presos políticos" nos remiten directamente a las víctimas de una enfermedad maldita, una auténtica epidemia que como las pestes azotaban a la población en la Edad Media despertando la irracionalidad y provocando el pánico social. No es gratuito ni casual que Guardiola comparase el lazo amarillo que luce con aquellos otros lazos que hacen referencia al sida o al cáncer mama porque, para quienes lo portan, el cáncer de Cataluña se llama, precisamente, España.



                                                                                        MANUEL TRALLERO  Vía EL ESPAÑOL

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