En España, en buena parte de ella, en la
cultura que la domina, en las cifras que señalan el vigor de la creencia
en Dios, parece como si Dios se estuviera esfumando progresivamente,
como si desapareciera del mapa. Ha muerto tan intensamente que los
jóvenes ya no tienen ni noticia. Se pierde incluso el recuerdo; se está volatilizando, ciertamente es así.
Pero no es así. Dios está donde siempre, y espera como siempre.
Es la Realidad Ultima que da sentido a todo. Es de nuestros corazones y
mentes donde se difumina, es en nuestra cultura común donde desaparece.
Somos nosotros y no Él quienes nos difuminamos.
Sería un error pensar que el mundo es como España. Al revés, somos una excepción a la religiosidad del mundo.
¿Por qué? En todo caso, el laicismo y la indiferencia crecen y la
tendencia no cambiará haciendo lo de siempre, porque está fuertemente
asentada en la dinámica demográfica. Mueren, como es lógico, las gentes
de más edad, donde hay más católicos practicantes, y se incorporan
jóvenes de 18 años en los que la experiencia religiosa es minoritaria.
Necesitamos una gran transformación, capaz de alterar el declive. “Siempre hay que recomenzar. Tan solo nuevos comienzos temporales aseguran una continuación de la regla perpetuamente eterna” sostiene Péguy. Empezar siguiendo a Santa Teresa de Jesús: “Confianza y fe viva / mantenga el alma / que quien cree y espera / todo alcanza“. Empezar con la virtud cantada por Kipling: “Si puedes contemplar, roto, aquello a lo que has dedicado la vida / y agacharte y construirlo de nuevo …”
Y es que la oscuridad de la ausencia de Dios permite ver los resplandores que brillan dispersos.
Parroquias formidables, grupos de evangelización, Guías y Scouts de
Europa y otros grupos de jóvenes, algunos movimientos y organizaciones,
forman un entramado fulgurante de fuego y brasas surgidas de la fe y de
la esperanza, la más pequeña de las virtudes como la califica Péguy.
Recomenzar, sí, pero ¿cómo? Lo resumiremos en una visión y misión que no es nuestra: La Iglesia no debe seguir a la sociedad, sino vivir para ser seguida. Hay
que asumir que solo hablan bien de ella cuando concuerda con la
ideología dominante. Su gran riesgo es que yendo detrás del mundo
ofrezca buenas escuelas, se transforme en un magnífico hospital, una
gran ONG, pero pierda la capacidad de explicar y conducir a la gracia y
el misterio de Dios porque ya no recuerde cómo se hace.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
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