Karl Jacobi está en la estela de otros nobilísimos compatriotas suyos,
como Oskar Schlinder y Otto Weidt, que resistieron frente a la pesadilla
hitleriana
Captura del momento en el que Jakobi se levanta en contra de Torrent
EP
Cuando el pasado martes 6 de Marzo el empresario Karl Jacobi, un fornido licenciado en Psicología y Sociología originario de Colonia que lleva treinta y cinco años establecido en Cataluña,
se levantó durante el coloquio subsiguiente a una conferencia
pronunciada por el Presidente del Parlamento de Cataluña en el Círculo
Ecuestre de Barcelona y le dijo las verdades del barquero en un español
gramaticalmente correcto y fonéticamente germánico, despertó la cólera
desatada de la tropa separatista a la vez que se ganaba la admiración y
el afecto de millones de catalanes hartos de la farsa del “procés”. Lo
que la breve y contundente intervención de Karl Jacobi expresó con
despiadada claridad es lo que piensan la mayoría de ciudadanos de una
Comunidad martirizada por el golpismo totalitario de los partidos
secesionistas y la práctica totalidad de los habitantes del resto de
España sobre una aventura política disparatada que está causando un daño
tremendo a la economía catalana y que se prolonga de forma absurda
hasta llevar a sus víctimas, que somos todos los que deseamos seguir
siendo simultáneamente catalanes, españoles y europeos, al agotamiento
de nuestra paciencia.
"Lo que la breve y contundente intervención de Jacobi expresó con despiadada claridad es lo que piensan la mayoría de ciudadanos de una comunidad martirizada por el golpismo secesionista"
Cada una de las profundamente sentidas palabras vertidas por el interpelante de Roger Torrent
sin un solo titubeo, como una salva de artillería dialéctica de
cañonazos verbales consecutivos y certeros, fue como una liberación de
la angustia y la indignación por tanto tiempo contenida de una sociedad
atrapada entre la delincuencia organizada y mafiosa de los políticos que
han controlado durante casi cuatro décadas la Generalitat y la inanidad
pasiva de gobiernos de la Nación incapaces de dar una respuesta
adecuada a la conspiración que se iba desarrollando ante sus ojos y a la
que inexplicablemente han financiado. Es ya patente que el desafío a la
legalidad y a la razón perpetrado por Mas, Puigdemont, Junqueras y sus
secuaces jamás hubiera llegado al nivel de corrosión hirviente al que
hemos asistido si la sociedad civil catalana, y en particular su clase
empresarial, no hubiera colaborado cobardemente bien por fanatismo, por
conveniencia o por omisión, con la organización criminal que, incrustada
en las instituciones gracias al voto de una población sometida a un
lavado unilateral de cerebro, consentido por las instancias centrales
del Estado, ha campado a sus anchas sin que nadie hasta ahora pusiese
coto a sus desmanes. Con la honrosa excepción de Josep Bou y los aguerridos integrantes de su asociación Empresaris de Catalunya y algunas meritorias individualidades como el llorado José Manuel Lara Bosch o Josep Lluis Bonet Ferrer,
el grueso del tejido empresarial catalán o se ha sumado con fanático
entusiasmo a la tropelía o ha puesto el cazo o ha callado poseído por el
miedo. Siempre será un oprobio para los que fueron considerados un día
“el motor de España” y “uno de los cuatro motores de Europa”, con la
salvedad de unos pocos valientes, que haya sido un empresario extranjero
avecindado y arraigado en Cataluña el que, jugándose el tipo y
arriesgándose a las represalias furibundas de los separatistas, haya
demostrado la gallardía, la entereza y la dignidad que a ellos les ha
faltado. Si desde que empezó este ejercicio de demencia destructiva, los
acoquinados socios de Fomento del Trabajo se hubiesen opuesto
públicamente a sus autores de manera firme, movilizando los recursos
necesarios para despertar a la mitad de los catalanes de su hipnosis
identitaria, otro gallo hubiera cantado a la pandilla de irresponsables
que están abocando a Cataluña a la ruina.
"Siempre será un oprobio para los empresarios considerados un día “el motor de España” que haya sido un extranjero el que haya demostrado la entereza y la dignidad que a ellos les ha faltado"
Como muy acertadamente señaló Karl Jacobi ante un
rabioso Roger Torrent, el mal ya causado es enorme y se necesitarán
como mínimo veinte años para volver a la situación anterior al malhadado
referéndum inconstitucional del primero de Octubre. En el
enfrentamiento entre la sensatez y la decencia representadas por un
competente empresario y la irracionalidad y la carencia de escrúpulos
encarnadas por un presidente del Parlamento de Cataluña tan inútil como
persona como desaprensivo como figura institucional, la ventaja estaba
claramente del lado de alguien que con su talento, su dedicación y su
trabajo ha aportado mucha riqueza a Cataluña frente a un profesional de
tres al cuarto de la politiquilla aldeana que no ha hecho otra cosa a lo
largo de su improductiva existencia que sorber de la ubre del erario.
Los sulfúreos tuiteros separatistas se han lanzado como hienas sobre
Karl Jacobi llamándole nazi y otras lindezas, amenazándole con boicotear
sus empresas y demás tormentas del infierno. Sin embargo, la realidad
es justo la contraria. Los que se comportan como descerebrados camisas
pardas son los que intentan intimidar y expulsar de Cataluña a un hombre
que ha expuesto su patrimonio y sacrificado su comodidad para combatir a
la opresión y proteger a los sometidos a la barbarie tribal. Karl
Jacobi se ha consagrado para la Historia, en la estela de otros
nobilísimos compatriotas suyos, como Oskar Schlinder y Otto Weidt,
que en los años cuarenta del siglo pasado resistieron frente a la
pesadilla hitleriana, como un valeroso y extraordinario héroe alemán.
ALEJO VIDAL-QUADRAS Vía VOZ PÓPULI
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