"En España y muchas partes de Occidente, el cristianismo no está de moda y ello lleva a negar o silenciar las referencias a Dios. Hasta en las felicitaciones navideñas se procura no mencionar a Jesús. En muchísimas familias no se reza absolutamente nada."
Pedro Trevijano
Leemos en los Evangelios: “El que no
está conmigo, está contra mí” (Lc 11,23); “Vino a su casa, y los suyos
no le recibieron” (Jn 1,11); “La luz vino al mundo, y los hombres
prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas” (Jn
3,19).
Esto sucedió en los tiempos de Jesús, pero ¿qué sucede en los nuestros? Desgraciadamente hay un olvido de Dios y la descristianización avanza a pasos agigantados. Es evidente que, en España y muchas partes de Occidente, el cristianismo no está de moda y ello lleva a negar o silenciar las referencias a Dios. Hasta en las felicitaciones navideñas se procura no mencionar a Jesús. En muchísimas familias no se reza absolutamente nada.
En España nuestra sociedad es indudable que está muy afectada por la descristianización. Salvo UPN, al que sólo se le puede votar en Navarra, ningún partido político con representación parlamentaria defiende ni de lejos las ideas cristianas. Relativismo e ideología de género, aunque sean anticientíficos, aberrantes, faltos de sentido común e incluso diabólicos en su sentido más literal, campan a sus anchas, apoyándose en lo políticamente correcto, que cuenta con el respaldo de la inmensa mayoría de nuestros políticos y parlamentarios, cuando no con la unanimidad, siendo cada vez más difícil encontrarse con un parlamentario católico, porque ciertamente un parlamentario que vota a favor del aborto y de la ideología de género no es católico. El totalitarismo del pensamiento único es lo que impera y como mucha gente es cobarde y lo que no quiere son líos, aunque no piense así, se calla. Por ello encontrar en los partidos políticos alguien que se considere católico y actúe como tal es prácticamente imposible, porque además, cuando alguno ha querido actuar así, le han enseñado la puerta. En cuanto a los medios de comunicación importantes, sucede lo mismo.
El problema de los votantes católicos es que, de los partidos importantes, ninguno cumple con las condiciones mínimas para poder ser votado por alguien con ideas cristianas, pues todos traspasan las líneas rojas marcadas por Benedicto XVI en su Encíclica Sacramentum Caritatis (nº 83), por lo que muchos recurren al mal menor o votan a partidos hoy por hoy muy minoritarios, con la esperanza que algún día sean una opción política seria.
Actualmente no me resulta difícil ni extraño encontrarme en el confesionario con personas mayores que me dicen que sus hijos se han apartado de la fe de la Iglesia. Muchos me dicen que ellos sí han intentado educarles cristianamente, pero llegada a una cierta edad sus hijos han vuelto la espalda a lo religioso. Sin embargo, un buen número reconoce que, a pesar de su alejamiento religioso, sus hijos son honrados y buenas personas. Es decir, su educación ha servido para que, al menos, los valores puramente humanos los mantengan. Lo que me temo es que los hijos de éstos, educados sin valores religiosos cristianos, no sólo carezcan de valores humanos, sino que sus descendientes, como lo religioso es una dimensión humana, terminen en el islam. Además, frente al tópico de que “Es la generación más preparada de la Historia”, la realidad es que nos enfrentamos -con notables excepciones, claro- con una juventud que ha recibido una educación desastrosa, en la que se ha pretendido abolir el esfuerzo y el ejercitar la memoria, con lo que la cabeza está vacía, y se ha olvidado eso de que la inteligencia es el arte de relacionar las cosas entre sí, y que lo que merece la pena casi siempre o siempre exige sacrificio. Con frecuencia me quedaba horrorizado ante la profunda ignorancia religiosa de mis alumnos, por lo que les preguntaba cosas de Historia. Solía terminar diciéndoles: “Vuestra ignorancia es realmente enciclopédica. Abarca todos los ramos del saber”.
Las consecuencias me parecen muy graves. La oleada de egoísmo que nos ha invadido trae resultados muy negativos, como muestra el hecho de que, aun siendo actualmente la familia una de las instituciones más valoradas, los jóvenes en buena parte se conforman con vivir en pareja, sin ni siquiera preocuparse no ya del matrimonio religioso, sino ni siquiera del matrimonio civil.
Pero, como cristiano que soy, creo en la virtud sobrenatural de la esperanza y que con la muerte, pasión y resurrección de Jesucristo, el Bien ha obtenido la victoria decisiva sobre el Mal. Veo también a mi alrededor muchos brotes verdes de gente que intenta seguir sinceramente a Jesucristo. Hay muchas familias cristianas donde se viven y se transmiten los valores fundamentales de la vida.
Esto sucedió en los tiempos de Jesús, pero ¿qué sucede en los nuestros? Desgraciadamente hay un olvido de Dios y la descristianización avanza a pasos agigantados. Es evidente que, en España y muchas partes de Occidente, el cristianismo no está de moda y ello lleva a negar o silenciar las referencias a Dios. Hasta en las felicitaciones navideñas se procura no mencionar a Jesús. En muchísimas familias no se reza absolutamente nada.
En España nuestra sociedad es indudable que está muy afectada por la descristianización. Salvo UPN, al que sólo se le puede votar en Navarra, ningún partido político con representación parlamentaria defiende ni de lejos las ideas cristianas. Relativismo e ideología de género, aunque sean anticientíficos, aberrantes, faltos de sentido común e incluso diabólicos en su sentido más literal, campan a sus anchas, apoyándose en lo políticamente correcto, que cuenta con el respaldo de la inmensa mayoría de nuestros políticos y parlamentarios, cuando no con la unanimidad, siendo cada vez más difícil encontrarse con un parlamentario católico, porque ciertamente un parlamentario que vota a favor del aborto y de la ideología de género no es católico. El totalitarismo del pensamiento único es lo que impera y como mucha gente es cobarde y lo que no quiere son líos, aunque no piense así, se calla. Por ello encontrar en los partidos políticos alguien que se considere católico y actúe como tal es prácticamente imposible, porque además, cuando alguno ha querido actuar así, le han enseñado la puerta. En cuanto a los medios de comunicación importantes, sucede lo mismo.
El problema de los votantes católicos es que, de los partidos importantes, ninguno cumple con las condiciones mínimas para poder ser votado por alguien con ideas cristianas, pues todos traspasan las líneas rojas marcadas por Benedicto XVI en su Encíclica Sacramentum Caritatis (nº 83), por lo que muchos recurren al mal menor o votan a partidos hoy por hoy muy minoritarios, con la esperanza que algún día sean una opción política seria.
Actualmente no me resulta difícil ni extraño encontrarme en el confesionario con personas mayores que me dicen que sus hijos se han apartado de la fe de la Iglesia. Muchos me dicen que ellos sí han intentado educarles cristianamente, pero llegada a una cierta edad sus hijos han vuelto la espalda a lo religioso. Sin embargo, un buen número reconoce que, a pesar de su alejamiento religioso, sus hijos son honrados y buenas personas. Es decir, su educación ha servido para que, al menos, los valores puramente humanos los mantengan. Lo que me temo es que los hijos de éstos, educados sin valores religiosos cristianos, no sólo carezcan de valores humanos, sino que sus descendientes, como lo religioso es una dimensión humana, terminen en el islam. Además, frente al tópico de que “Es la generación más preparada de la Historia”, la realidad es que nos enfrentamos -con notables excepciones, claro- con una juventud que ha recibido una educación desastrosa, en la que se ha pretendido abolir el esfuerzo y el ejercitar la memoria, con lo que la cabeza está vacía, y se ha olvidado eso de que la inteligencia es el arte de relacionar las cosas entre sí, y que lo que merece la pena casi siempre o siempre exige sacrificio. Con frecuencia me quedaba horrorizado ante la profunda ignorancia religiosa de mis alumnos, por lo que les preguntaba cosas de Historia. Solía terminar diciéndoles: “Vuestra ignorancia es realmente enciclopédica. Abarca todos los ramos del saber”.
Las consecuencias me parecen muy graves. La oleada de egoísmo que nos ha invadido trae resultados muy negativos, como muestra el hecho de que, aun siendo actualmente la familia una de las instituciones más valoradas, los jóvenes en buena parte se conforman con vivir en pareja, sin ni siquiera preocuparse no ya del matrimonio religioso, sino ni siquiera del matrimonio civil.
Pero, como cristiano que soy, creo en la virtud sobrenatural de la esperanza y que con la muerte, pasión y resurrección de Jesucristo, el Bien ha obtenido la victoria decisiva sobre el Mal. Veo también a mi alrededor muchos brotes verdes de gente que intenta seguir sinceramente a Jesucristo. Hay muchas familias cristianas donde se viven y se transmiten los valores fundamentales de la vida.
No es raro que me
encuentre con personas y familias donde se vive una intensa vida de
oración, donde se desarrollan los sentimientos de amor, se vive la
integración en la comunidad eclesial y uno es orientado para vivir la
vida con un sentido vocacional. “Al darnos el Espíritu Santo, Dios ha
derramado su amor en nuestros corazones” (Rom 5,5). Y ello tiene
consecuencias positivas en nuestra sociedad. Y, sobre todo, no nos
olvidemos de que Cristo empezó su tarea de evangelización con doce
Apóstoles, de los que uno le salió rana. Nosotros somos bastantes más.
De todos modos, en la oración de los fieles suelo hacer una petición:
“Por España y su recristianización y unidad”.
PEDRO TREVIJANO Vía RELIGIÓN en LIBERTAD
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