Se ha convertido en un mantra político y, como tal, no cesa de repetirse: para regenerar nuestro sistema hay que conseguir la democracia interna en los partidos políticos.
Por democracia interna en los partidos se suelen entender dos cosas: el
funcionamiento democrático interior de estas organizaciones en la
elección de sus órganos de gobierno -esta obligación está establecida en
nuestra Constitución, en su artículo 6-, y la elección por los
militantes de los candidatos que finalmente presenta el partido a cada
una de las elecciones en las que comparece.
Mientras que la organización democrática interna, aparte de su obligatoriedad legal, es una particularidad que debería preocupar únicamente a los simpatizantes
de cada una de estas organizaciones (ocurre igual con la democracia
interna en el Real Madrid, en el Colegio de Abogados de Barcelona o en
la Asociación de Amigos de la Ópera de Ciudad Real); la segunda
característica, la que se conoce popularmente como primarias, la designación por la militancia de los candidatos a los comicios, sí es una medida que afecta directamente a los ciudadanos:
primero, por la imagen que se crea respecto al sistema político ante el
que nos encontramos, y, en segundo lugar, porque la elección de una u
otra persona afecta directamente al refrendo de una lista cerrada que,
posteriormente, convalida el ciudadano.
Nuestro régimen es un “Estado de partidos”
y las elecciones se articulan a través de estas organizaciones. Es
verdad que se pueden presentar personas independientes en sus listas y
que también se admite la figura de las “agrupaciones de electores”,
pero son mínimos los casos de candidatos independientes y las llamadas
“agrupaciones” suelen ser instrumentos utilizados por distintos partidos
para concurrir conjuntamente a una cita electoral.
Podemos, Cs y PSOE han pactado que la celebración de primarias sea obligatoria
Por eso llama la atención que Podemos, Ciudadanos y
el PSOE hayan pactado cambiar las normas que regulan el régimen interno
de los partidos políticos, y lo hayan hecho con la intención de alcanzar
esa esencia democrática que, según ellos, carece nuestro sistema: la
democracia interna mediante la celebración obligatoria de primarias.
Ocurrió el pasado miércoles, durante la celebración de la subcomisión del Congreso de los Diputados sobre “Calidad democrática”,
cuando los representantes del PSOE, Podemos y Ciudadanos aprobaron un
documento de 75 medidas para regular el régimen interno y la
financiación de los partidos políticos. Los puntos 13 y 15 de este
informe hacen referencia expresamente a la inclusión de primarias
obligatorias para la elección de candidatos a la presidencia del
Gobierno en la Moncloa, a cada una de las presidencias de los Gobiernos
autónomos y también para las candidaturas de los alcaldes.
Esto es, si se consiguiera dar rango de Ley a esta
iniciativa (hay que esperar todavía a los votos particulares que se
presentarán ante esta misma Comisión y a una posterior tramitación en el
pleno del Congreso de los Diputados) los militantes y
simpatizantes de un partido político tendrán el derecho de votar algo
que el resto de los ciudadanos no podemos hacer. Según esta
propuesta, los militantes de los partidos podrán votar por un candidato
con nombre y apellidos, para presidente del Gobierno, alcalde de Cuenca o
lehendakari del País Vasco mientras que, el resto de ciudadanos, no
gozamos de la capacidad de realizar este tipo de elección.
En un régimen parlamentario se votan listas cerradas, no al futuro presidente o alcalde
No hace falta reiterar que, nuestro régimen
político, es parlamentario (en todos sus niveles) y, tanto al presidente
del Gobierno, como a los presidentes de las Comunidades Autónomas y a
los alcaldes, no los votamos directamente los ciudadanos:
los votan los diferentes entes parlamentarios elegidos (Congreso de los
diputados, asamblea autonómica, corporación local) que, una vez
constituidos deciden o no (ahí está el caso de Cataluña) quién se aloja
en la Moncloa, quién preside una Autonomía o quién es el alcalde de una
ciudad.
Luego, por tanto, los ciudadanos no tenemos derecho a
votar por un presidente, por un alcalde, ni por nada de nada. Los
ciudadanos refrendamos una lista cerrada y bloqueada de un partido o
agrupación con un simbolito. Los españoles votamos a un partido. Es, por
tanto, un falso mito el que existe, mediante el cual los ciudadanos
creen que al introducir una papeleta en una urna en las elecciones
legislativas en Murcia, por poner un ejemplo, están votando por Rajoy, Sánchez, Rivera o Iglesias. Es mentira. No votan por un candidato a la presidencia
del Gobierno. Están refrendando una lista lacrada y sellada formada por
un conjunto de personas, la mayoría de las cuales no conocen, que, a lo
mejor, resultan posteriormente elegidas.
Esta es la realidad de nuestro sistema. Luego, formado el Congreso de los Diputados, podrá ser elegido presidente del Gobierno cualquiera:
incluso un ciudadano español al que no ha votado nadie y que ni
siquiera ha concurrido a esas elecciones (artículos 99 y 113 de nuestra
Constitución).
Las primarias lo único que consiguen es otorgar más poder a los partidos y más confusión a los ciudadanos
Sería aconsejable, por tanto, que los responsables y
dirigentes de las principales organizaciones políticas no contribuyan,
todavía más, a engañar a la ciudadanía presentando como
regeneradora o democrática una medida que, lo único que consigue es
otorgar más poder a los partidos políticos y más confusión a nuestro, ya
muy confuso, régimen político.
Si los españoles no podemos votar
directamente a una persona, con nombre y apellidos, para presidente del
Gobierno, alcalde o presidente de Comunidad Autónoma, los militantes de los partidos, tampoco.
Y, las primarias, en la práctica se reducirán, aparte de un acto de
propaganda, a una lucha de poder dentro de cada organización. Nada que
ver, por tanto con la democracia ni con la libertad política. Porque más
importante que la democracia interna de los partidos políticos es la
democracia externa a los partidos políticos. La verdadera democracia.
Esa es, precisamente, de la que carecemos en nuestro país.
JAVIER CASTRO-VILLACAÑAS *** Vía EL ESPAÑOL
***Javier Castro-Villacañas es abogado y autor del libro 'El fracaso de la monarquía' (Planeta, 2013).
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