El día 8 está convocada una huelga general
política, aquella que con tanto empeño persiguió el partido comunista
cuando el régimen de Franco, con el fin de propinarle un golpe
demoledor. Pero esta, la del día 8, es otra cosa. Pretende ser general, cuando en realidad es política,
porque lo reivindica todo más allá de lo laboral, el fin de la escuela
concertada, la libertad para abortar (en el país que encabeza los
ránkings del aborto en Europa), la educación obligatoria en perspectiva
de género, y mucho más. Aunque se olvida, como es lo propio del feminismo de género que la alimenta, de la situación de las mujeres que quieren ser madres,
de las embarazadas, y de quienes ya lo son, precisamente aquellas que
son las perjudicadas por la brecha salarial, porque esta no se da tanto
por la condición femenina, sino en razón de la maternidad. Pero este fin
que realiza a la mujer -como hace con al hombre- no interesa a las
convocantes, como no interesa, a pesar de reivindicar pensiones justas, las realmente discriminadas: las viudas.
Porque la mujer que ha dedicado su vida al hogar es percibida como una
traidora por las convocantes de la huelga. Como tampoco figura en el
extenso listado de reivindicaciones políticas, el fin de la explotación de la mujer traficada y prostituida,
la prohibición de toda tercería. Esas ausencias dicen más que todas las
presencias, sobre la ideología de las promotoras, que se enmascaran en
la defensa de la mujer
Pero decíamos más arriba que, referido a lo que es una huelga general política, esta es otra cosa, porque rompe con la unidad de los trabajadores
que, en su inmensa mayoría, con las excepciones ya apuntadas de las
mujeres con hijos o que desean tenerlos, no tienen problemas salariales
por ser mujeres, sino por su condición de trabajadores. Es una huelga
que el neoliberalismo asume con satisfacción porque
desplaza el eje a una falsa dialéctica entre hombres y mujeres, cuando
la real es la misma de siempre, entre asalariados y propietarios y altos
ejecutivos, con dos matices concretos fruto de la dinámica del sistema,
la dicotomía entre precarios y fijos, y la cuestión decisiva para la
justicia social de cómo se distribuye la ganancia de la productividad
una vez descontada la inversión y el mantenimiento necesario. No puede
ser que toda mejora de la productividad se distribuya en unos términos
que, para el capital y los altos directivos, no tiene más limite que la
oportunidad, mientras que los salarios se fijan a límites estrictos y se
presionan a la baja. No puede ser que la única productividad que
parezca contar es la del trabajo, mientras que la del capital, y sobre
todo la total de los factores, nunca se tengan en cuenta. Ese es el gran
debate de los trabajadores, y no si son hombre o mujeres.
Este es el centro de gravedad de la justicia social. Lo otro, lo del día 8, es simplemente un engaño
para fragmentar, dividir a los trabajadores, al mismo tiempo que
justifica el abandono de las mujeres que realmente si están
discriminadas: las madres y embarazadas, las viudas y las traficadas por
la prostitución.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
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