Quedaron en simples salvas de fogueo las proposiciones del bloque independentista que piden la libertad de sus presos y el derecho de Puigdemont a repetir como presidente efectivo
La líder y portavoz de Ciutadans, Inés Arrimadas, durante su intervención de este miércoles en el Parlament. (EFE)
El secesionista catalán llora de rabia y quema contenedores
porque, después de rebelarse contra la Constitución, el Estado niega el
derecho de sus dirigentes a la participación política (artículo 21 de
la Declaración Universal de Derechos Humanos).
Es como el conductor que patalea porque, después de saltarse un semáforo en rojo y cargarse a un ciclista, el juez no le reconoce el derecho a la libre circulación (artículo 13 de la misma Declaración de DD HH).
El ciclista del cuento acabó en la cárcel. Los impulsores del plan secesionista, también. Pero entretanto quisieron solemnizar en el Parlament su irreprimible ataque de contrariedad por el atropello a los derechos de Puigdemont, Sànchez y Turull a ser presidentes de la Generalitat, aún sabiendo que los tres habían estado concertados en una ofensiva para proclamar la independencia en una parte del territorio nacional.
El resultado fue un pleno con aires de vuelta a las andadas. De carácter 'simbólico'.
O sea, declamatorio. Menos mal. Si no, estaríamos ante un supuesto de
desobediencia al Tribunal Constitucional (presencialidad y permiso del
juez), y ese es un riesgo que no quiere correr el presidente de la
Cámara, Roger Torrent.
Por tanto, y aunque fuesen aprobadas por una mayoría de diputados, se quedaron en simples salvas de fogueo las proposiciones del bloque independentista que piden la libertad de sus presos y el derecho de Puigdemont a repetir como presidente efectivo y no simbólico de la Generalitat.
No corrieron mejor suerte las proposiciones presentadas por los grupos no independentistas. Balas de fogueo, fuegos artificiales, cartas a los Reyes Magos, igualmente. La de Ciudadanos, por la dimisión de Torrent, que renunció a la neutralidad exigible a un presidente del Parlament. Los comunes volvieron a reclamar la imposible transversalidad. Y los socialistas de Iceta hicieron una apuesta buenista por la reconciliación de una Cataluña política y social, hoy por hoy partida en dos.
El caso es que el 'simbólico' pleno de ayer visualizó una especie de vuelta a las andadas del bloque secesionista. Se entiende, a la luz de un doble chute de adrenalina.
Por un lado, las movilizaciones callejeras, no exentas de la violencia prevista en los planes secesionistas. La reacción de la ciudadanía como alternativa al fracaso de la vía política estaba prevista en el 'Libro blanco para la transición nacional' (2014). Y el propio presidente del Parlament, cuando aún no lo era, ya había advertido de que había que estar preparados porque “van a llover hostias” (el vídeo arrasa en las redes sociales).
El otro chute, aunque muy mal traído, se lo ha proporcionado el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, al acusar recibo de una queja de Jordi Sànchez (clave en la trama civil del golpe al Estado).
Se oculta que el comité se ha limitado a pedir al Reino de España su versión del caso en un plazo de hasta seis meses. Además, le recuerda que debe respetar los derechos políticos de Sànchez y los de cualquier otro ciudadano.
Lo cual es como recordar al usuario del ferrocarril que está prohibido cruzar las vías.
ANTONIO CASADO Vía EL CONFIDENCIAL
Es como el conductor que patalea porque, después de saltarse un semáforo en rojo y cargarse a un ciclista, el juez no le reconoce el derecho a la libre circulación (artículo 13 de la misma Declaración de DD HH).
El ciclista del cuento acabó en la cárcel. Los impulsores del plan secesionista, también. Pero entretanto quisieron solemnizar en el Parlament su irreprimible ataque de contrariedad por el atropello a los derechos de Puigdemont, Sànchez y Turull a ser presidentes de la Generalitat, aún sabiendo que los tres habían estado concertados en una ofensiva para proclamar la independencia en una parte del territorio nacional.
Es
como el conductor que patalea porque, tras saltarse un semáforo en rojo
y matar a un ciclista, el juez no le reconoce el derecho a la libre
circulación
Por tanto, y aunque fuesen aprobadas por una mayoría de diputados, se quedaron en simples salvas de fogueo las proposiciones del bloque independentista que piden la libertad de sus presos y el derecho de Puigdemont a repetir como presidente efectivo y no simbólico de la Generalitat.
No corrieron mejor suerte las proposiciones presentadas por los grupos no independentistas. Balas de fogueo, fuegos artificiales, cartas a los Reyes Magos, igualmente. La de Ciudadanos, por la dimisión de Torrent, que renunció a la neutralidad exigible a un presidente del Parlament. Los comunes volvieron a reclamar la imposible transversalidad. Y los socialistas de Iceta hicieron una apuesta buenista por la reconciliación de una Cataluña política y social, hoy por hoy partida en dos.
El caso es que el 'simbólico' pleno de ayer visualizó una especie de vuelta a las andadas del bloque secesionista. Se entiende, a la luz de un doble chute de adrenalina.
Aunque
fuesen aprobadas por una mayoría de diputados, se quedaron en simples
salvas de fogueo las proposiciones del bloque 'indepe'
Por un lado, las movilizaciones callejeras, no exentas de la violencia prevista en los planes secesionistas. La reacción de la ciudadanía como alternativa al fracaso de la vía política estaba prevista en el 'Libro blanco para la transición nacional' (2014). Y el propio presidente del Parlament, cuando aún no lo era, ya había advertido de que había que estar preparados porque “van a llover hostias” (el vídeo arrasa en las redes sociales).
El otro chute, aunque muy mal traído, se lo ha proporcionado el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, al acusar recibo de una queja de Jordi Sànchez (clave en la trama civil del golpe al Estado).
Se oculta que el comité se ha limitado a pedir al Reino de España su versión del caso en un plazo de hasta seis meses. Además, le recuerda que debe respetar los derechos políticos de Sànchez y los de cualquier otro ciudadano.
Lo cual es como recordar al usuario del ferrocarril que está prohibido cruzar las vías.
ANTONIO CASADO Vía EL CONFIDENCIAL
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