"En su interior se alza una ciudad con todos los servicios requeridos por tan singular colonia, cuyos enfermos no tienen necesidad de salir de puertas afuera para nada."
Vicente Alejandro Guillamón
Por estas fechas de 1956, o sea, hace 62 años, visité el sanatorio antileproso de San Francisco de Borja, más conocido como la leprosería de Fontilles,
sito en la comarca de la Marina Alta de la provincia de Alicante, que
regentaban y regentan los jesuitas, salvo el período sectario de la
Segunda República, en que los hijos de San Ignacio fueron expulsados de
España.
Aquel trabajo fue mi primer reportaje periodístico de alguna enjundia de la que sería mi vida profesional. Lo escribí para el semanario Signo, órgano de la Juventud de Acción Católica española, mientras estaba preparándome en mi pueblo de Castellón para ingresar en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, la única que existía entonces, con una hijuela en Barcelona. Aprobé en la convocatoria de septiembre de ese año.
Me acercó a ese sanatorio mi hermano Joaquín, siempre complaciente conmigo, a lomos de su moto Ossa, robusta pero cachazuda. Utilizar medios de transporte público era bastante complicado, dado el lugar donde se encuentra enclavada la leprosería, una zona agreste de acceso difícil, y la precariedad de los transportes de la época, todavía mermados por los destrozos de la guerra civil. Ocupa una extensión de 70 hectáreas, aisladas del mundo exterior por una cerca de tres metros de altura y medio metro de espesor a lo largo de todo su perímetro. En su interior se alza una ciudad con todos los servicios requeridos por tan singular colonia, cuyos enfermos no tienen necesidad de salir de puertas afuera para nada.
Algún conocido, al saber mi decisión de visitar Fontilles, me dijo si estaba loco, exponiéndome a sufrir el contagio de tan terrible enfermedad, de resonancias bíblicas. Tal era el terror que provocaba ese mal. Cierto que en la Plana de Castellón en aquella época se daban casos de lepra
Entonces habría en el sanatorio de San Francisco de Borja varios centenares de afectados de los miles que existían en España, parte de aquellos con el rostro y las extremidades roídos por la lepra. Ahora la población afectada por el mal es de unos cincuenta residentes y 150 en tratamiento ambulatorio, pero de aspecto mucho más saludable que medio siglo antes. De su atención se ocupan, además de los gestores del centro pertenecientes a la Compañía de Jesús, religiosas de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada, voluntarios y médicos y demás personal sanitario especializado en esta clase de enfermedades contagiosas, bajo la dirección técnica del doctor José Ramón Gómez.
Fontilles fue creado en 1909 por el padre Carlos Ferrís Vila, jesuita, y el abogado Joaquín Ballester Lloret, a fin de recoger y tratar los numerosos casos de lepra que se daban en España en aquella época, sobre todo en la costa mediterránea.
El año 2017 se detectaron en nuestro país ocho nuevos casos de contagio, siete de ellos contraídos en el extranjero. En 2016 fueron once los casos nuevos, según los datos facilitados por el Registro Estatal de Lepra, con ocasión de celebrarse el 31 de enero último el Día Internacional contra la Lepra. Pero en otros países del planeta sigue siendo un grave problema sanitario. De los 215.000 casos detectados a lo largo y ancho del mundo en 2016, más de la mitad, exactamente 125.700, tuvieron lugar en la India, 31.000 en Brasil y 17.000 en Indonesia (cifras redondeadas en las centenas).
Antiguamente había un pabellón exclusivo para matrimonios, que no sé si todavía subsiste. En estas fechas dispone de 90 habitaciones dobles o individuales con baño propio en todas ellas, televisión, teléfono y demás servicios de un hotel de cuatro estrellas, además de las instalaciones clínicas propias de un sanatorio de esta especialidad, con un centro de investigación de referencia internacional.
Como la demanda de camas para leprosos ha disminuido muchísimo, parte de los edificios están dedicados actualmente al denominado Centro Geriátrico Borja.
En tiempos pasados hubo otras leproserías en España, como la de Trillo en la provincia de Guadalajara, ahora cerrada y cedida al obispado de Sigüenza-Guadalajara para labores de asistencia social de la Iglesia, y la de Can Masdeu, en las afueras de Barcelona, dependiente del Hospital de San Juan de Dios y la Santa Cruz. Funcionó desde los años primeros del siglo XX hasta principios de los sesenta.
Hace pocas semanas recibí un prospecto de Fontilles recabando ayudas económicas, imagino que no tanto para el sostenimiento de este centro, que doy por supuesto que está totalmente sufragado por la Seguridad Social, sino para ayudar a otras leproserías, tal vez de la India, donde los jesuitas tienen una presencia notable en algunas regiones del subcontinente asiático. Las personas dispuesta a ayudar a esta inmensa labor caritativa pueden recabar información en los siguientes teléfonos de Fontilles: 963 511 583 o 965 583 350. Dios se lo pague.
Aquel trabajo fue mi primer reportaje periodístico de alguna enjundia de la que sería mi vida profesional. Lo escribí para el semanario Signo, órgano de la Juventud de Acción Católica española, mientras estaba preparándome en mi pueblo de Castellón para ingresar en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, la única que existía entonces, con una hijuela en Barcelona. Aprobé en la convocatoria de septiembre de ese año.
Me acercó a ese sanatorio mi hermano Joaquín, siempre complaciente conmigo, a lomos de su moto Ossa, robusta pero cachazuda. Utilizar medios de transporte público era bastante complicado, dado el lugar donde se encuentra enclavada la leprosería, una zona agreste de acceso difícil, y la precariedad de los transportes de la época, todavía mermados por los destrozos de la guerra civil. Ocupa una extensión de 70 hectáreas, aisladas del mundo exterior por una cerca de tres metros de altura y medio metro de espesor a lo largo de todo su perímetro. En su interior se alza una ciudad con todos los servicios requeridos por tan singular colonia, cuyos enfermos no tienen necesidad de salir de puertas afuera para nada.
Algún conocido, al saber mi decisión de visitar Fontilles, me dijo si estaba loco, exponiéndome a sufrir el contagio de tan terrible enfermedad, de resonancias bíblicas. Tal era el terror que provocaba ese mal. Cierto que en la Plana de Castellón en aquella época se daban casos de lepra
Entonces habría en el sanatorio de San Francisco de Borja varios centenares de afectados de los miles que existían en España, parte de aquellos con el rostro y las extremidades roídos por la lepra. Ahora la población afectada por el mal es de unos cincuenta residentes y 150 en tratamiento ambulatorio, pero de aspecto mucho más saludable que medio siglo antes. De su atención se ocupan, además de los gestores del centro pertenecientes a la Compañía de Jesús, religiosas de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada, voluntarios y médicos y demás personal sanitario especializado en esta clase de enfermedades contagiosas, bajo la dirección técnica del doctor José Ramón Gómez.
Fontilles fue creado en 1909 por el padre Carlos Ferrís Vila, jesuita, y el abogado Joaquín Ballester Lloret, a fin de recoger y tratar los numerosos casos de lepra que se daban en España en aquella época, sobre todo en la costa mediterránea.
El año 2017 se detectaron en nuestro país ocho nuevos casos de contagio, siete de ellos contraídos en el extranjero. En 2016 fueron once los casos nuevos, según los datos facilitados por el Registro Estatal de Lepra, con ocasión de celebrarse el 31 de enero último el Día Internacional contra la Lepra. Pero en otros países del planeta sigue siendo un grave problema sanitario. De los 215.000 casos detectados a lo largo y ancho del mundo en 2016, más de la mitad, exactamente 125.700, tuvieron lugar en la India, 31.000 en Brasil y 17.000 en Indonesia (cifras redondeadas en las centenas).
Antiguamente había un pabellón exclusivo para matrimonios, que no sé si todavía subsiste. En estas fechas dispone de 90 habitaciones dobles o individuales con baño propio en todas ellas, televisión, teléfono y demás servicios de un hotel de cuatro estrellas, además de las instalaciones clínicas propias de un sanatorio de esta especialidad, con un centro de investigación de referencia internacional.
Como la demanda de camas para leprosos ha disminuido muchísimo, parte de los edificios están dedicados actualmente al denominado Centro Geriátrico Borja.
En tiempos pasados hubo otras leproserías en España, como la de Trillo en la provincia de Guadalajara, ahora cerrada y cedida al obispado de Sigüenza-Guadalajara para labores de asistencia social de la Iglesia, y la de Can Masdeu, en las afueras de Barcelona, dependiente del Hospital de San Juan de Dios y la Santa Cruz. Funcionó desde los años primeros del siglo XX hasta principios de los sesenta.
Hace pocas semanas recibí un prospecto de Fontilles recabando ayudas económicas, imagino que no tanto para el sostenimiento de este centro, que doy por supuesto que está totalmente sufragado por la Seguridad Social, sino para ayudar a otras leproserías, tal vez de la India, donde los jesuitas tienen una presencia notable en algunas regiones del subcontinente asiático. Las personas dispuesta a ayudar a esta inmensa labor caritativa pueden recabar información en los siguientes teléfonos de Fontilles: 963 511 583 o 965 583 350. Dios se lo pague.
VICENTE ALEJANDRO GUILLAMÓN Vía RELIGIÓN en LIBERTAD
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