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martes, 13 de marzo de 2018
LA CONSPIRACIÓN DE LAS LECTORAS
El autor coescribió con María Teresa
Rodríguez de Castro un libro en el que retrataba a una de las
generaciones más olvidadas de España: la del Lyceum Club de 1926
Marcha convocada por Asemblea Galegas 8M. (EFE)
Pocos años antes de morir, Carmen Martín Gaite me contó que mientras buscaba información sobre Elena Fortún,
la autora de los libros de Celia, descubrió la existencia de un
extraordinario grupo de mujeres que habían organizado una sociedad
cultural en Madrid. Se llamaba Lyceum Club, y formaba parte de una red internacional de asociaciones. Como escribió María Teresa León, una de sus fundadoras, “era una conspiración femenina para adelantar el reloj de España”.Carmen
quería escribir su historia, pero solo tuvo tiempo de dar un par de
conferencias sobre el tema. Años después de su muerte, recuperé su
proyecto y escribí, con María Teresa Rodríguez de Castro, 'La conspiración de las lectoras'
(Anagrama, 2009). Me pareció escandalosa la ignorancia sobre esa
generación. Basta un ejemplo. Poca gente conoce que junto a la famosa
Residencia de Estudiantes de Madrid, existió una Residencia de
Señoritas, dirigida por María de Maeztu, una persona
excepcional. Si tuviera que decidir cuál de esas residencias fue más
importante para la cultura española, tendría que pensarlo mucho.
Hoy quería recordar a varias 'mujeres eclipsadas' cuyo talento fue anulado por la presión del ambiente
El
Lyceum Club se fundó en 1926 y es una prueba de que en España hubiera
sido posible el entendimiento, porque en el Lyceum se unieron mujeres de diferentes procedencias, María de Maeztu, Victoria Kent, Maruja Mallo, Concha
Méndez, María Teresa León, Carmen Baroja, la condesa de Campo Alange,
María Lejárraga, Zenobia Camprubí y otras 200 más. Fue una asociación
transversal, como la que ahora se reclama. La guerra
hizo fracasar aquel luminoso proyecto. Obligó a sus protagonistas a
tomar partido y a enfrentarse. Un caso paradigmático de esa ruptura:
Consuelo de la Mora, esposa de Hidalgo de Cisneros, jefe de la aviación
republicana, tuvo que exiliarse. Su hermana, Marichu de la Mora, fue la
mano derecha de Pilar Primo de Rivera, en la Sección
Femenina. EL Lyceum permaneció abierto hasta el final de la contienda
cuando, no sé si con una intención revanchista, sus instalaciones fueron
ocupadas por el Círculo Medina, de la Sección Femenina, ideológicamente
en las antípodas.
Portada de 'La conspiración de las lectoras', de la Editorial Anagrama.
"¿Qué es eso de que las niñas no son nada?"
Hoy quería recordar, como aportación a la movilización femenina que ha conmovido España, a varias 'mujeres eclipsadas' que pertenecieron al Lyceum. Mujeres cuyo talento fue anulado por la presión del ambiente. Una de ellas, la escritora Concha Méndez,
contaba que cuando era niña un amigo de su familia preguntó a sus
hermanos qué querían ser de mayores. “Viendo que a mí no me preguntaba
nada, teniendo toda la cabeza llena de sueños, me acerqué y le dije: 'Yo voy a ser capitán de barco'.
'Las niñas no son nada', me contestó, mirándome. Por estas palabras le
tome un odio terrible a ese señor. ¿Qué es eso de que las niñas no son
nada? Empecé a pensar. Yo era una niña que estaba inconforme con mi
medio ambiente”. Algo parecido revelan las deliciosas memorias de Carmen Baroja,
harta de toda su parentela, incluido su hermano Pío. “Si hubiera tenido
medios propios, en alguna ocasión hubiera agarrado a mis hijos y me
hubiera marchado, pero no tuve nunca medios, ni serví para ganar nada
por falta de preparación”. Esta experiencia compartida las llevó a
luchar por la formación de la mujer, pensando que era la única forma de
liberarlas.
Pensaba que Zenobia debía haber recibido el Nobel porque era quien se encargaba de resolverlo todo
Entre las 'liceómanas', como las llamó la prensa eclesiástica, hubo tres 'mujeres eclipsadas' que merecen una mención especial: María Teresa León, mujer de Rafael Alberti; Zenobia Camprubí, esposa de Juan Ramón Jiménez, y María Lejárraga. En sus 'Memorias de la melancolía',
María Teresa León comenta la muerte de Zenobia, con un texto que
resulta autobiográfico. Pensaba que el premio Nobel habría debido
recibirlo Zenobia, sin la que no hubiera habido premio, porque era quien
se encargaba de resolverlo todo. “¿Qué era lo que Zenobia solucionaba tan imperiosamente?
—se pregunta María Teresa—. Pues la vida. La vida de los poetas no se
soluciona como la de los pájaros, no provee sus alimentos aquel que
cuida de las golondrinas viajeras. Los poetas comen, duermen, se agitan y desean como
cualquier hombre. Bueno, no, peor, son más difíciles que cualquier
hombre. Zenobia Camprubí sabía muy bien eso”. Y supongo que María Teresa
León, también.
Gregorio Martínez Sierra publicó con su nombre las obras de su mujer, María Lejárraga
María Lejárraga es un caso paradigmático de 'mujer eclipsada'. Estuvo casada con Gregorio Martínez Sierra, un dramaturgo muy famoso, una de cuyas obras —'Canción de cuna'— llevó Garci al
cine. Martinez Sierra había escrito un libro defendiendo el feminismo,
lo que hace más flagrante su impostura. Tras la muerte de su marido,
María escribe un libro de memorias, 'Gregorio y yo',
que comienza con una dedicatoria sorprendente: “A la sombra que acaso
habrá venido —como tantas otras veces cuando tenía cuerpo y ojos con que
mirar— a inclinarse sobre mi hombro para leer lo que yo iba
escribiendo”. En efecto, Gregorio publicó con su nombre las obras que
escribió María Lejárraga. Antonina Rodrigo, en su
biografía de María, opina que Martínez Sierra era incapaz de escribir no
ya una comedia sino una carta de pésame, unas cuartillas para presentar
un acto, un prólogo. Para culminar esta triste historia, el marido la
traiciono con la actriz Catalina Bárcena.
Para
escribir este artículo he releído 'La conspiración de las lectoras', y
ha vuelto a emocionarme el talento generoso y despreciado de esas
formidables mujeres. Ojalá las nietas de esa generación reivindiquen su
memoria, y continúen estudiando sus vidas y sus obras. Pueden contar conmigo. JOSÉ ANTONIO MARINA Vía EL CONFIDENCIAL
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