El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
EFE
No ha hecho falta mucho tiempo para que la
radio-televisión pública se despolitice. La velocidad ha sido asombrosa.
El pasado lunes por la mañana, apenas un mes después de que Rosa María Mateo fuera nombrada administradora única provisional de RTVE, la ministra de Justicia, Dolores Delgado, comparecía en Radio Nacional de España para explicar -titubeante- la postura del Gobierno sobre la defensa del juez Pablo Llarena. Como se puede apreciar en el podcast del programa, la política habló durante casi ocho minutos sin interrupción en
un primer momento; y durante otros cuatro con posterioridad. El tema
era espinoso, pero no se puede decir que Delgado tuviera demasiados
apuros para salir airosa.
Moncloa sabía de la importancia que tenía de tomar el mando de RTVE y por eso tramitó el asunto con carácter de urgencia. De hecho, en tan sólo unos días se inventó un Real Decreto que
le permitió designar a Rosa María Mateo como administradora única
provisional de la corporación -tras un par de bandazos- con el apoyo
parlamentario de quienes avalaron la moción de censura contra Mariano Rajoy.
No es Sánchez un político que se caracterice por cumplir siempre lo que
promete y por la firmeza de sus convicciones, pero conviene recordar
que, mientras lideró la oposición, defendió la necesidad de despolitizar la televisión pública. Ejemplos como el que aconteció el pasado lunes en RNE con la ministra hablan de todo lo contrario.
Quienes criticaban la burda manipulación que realizó la anterior dirección de informativos han callado. En Torrespaña,
siempre se ha sido mucho más condescendiente con el PSOE que con el PP y
eso parece que ha llevado a sus trabajadores más activistas a obviar
que el hecho de que el Gobierno disponga de tantos minutos en la radio
pública para defender sus intereses sin oposición es, como mínimo,
reprobable. Es curiosa la ceguera que afecta a unos cuantos desde el 31
de mayo.
Los populares han denunciado estos días la
"purga" que ha tenido lugar en los Servicios Informativos de la
corporación con la mayor de las hipocresías, dado que ellos también
cortaron cabezas y dieron mando en plaza a sus muchachos cuando Rajoy
llegó a Moncloa. Algunos de los agraciados, como Julio Somoano,
vieron peligrar su puesto cuando el Gobierno del PP comenzó a dar
señales de desgaste y recurrieron ante los tribunales para que se les
reconociera el estatus de indefinido en esta empresa pública,
en la que fueron contratados a dedo y sin superar ningún tipo de
oposición, pero en la que echarán raíces. Afuera hace mucho frío y,
total, como todo el tinglado de unos y otros se paga con dinero público,
no hay excesivos problemas por engordar la plantilla todo lo que sea
necesario.
Progresistas que fueron enemigos
Con Rosa María Mateo
al frente, la televisión pública no será un problema para Pedro
Sánchez, al contrario que hubiera ocurrido si el Gobierno hubiera
renunciado a desahuciar a 'los hombres del PP’ del organigrama de la corporación. Tampoco está previsto que causen muchos dolores de cabeza en Moncloa El País y LaSexta, los dos medios progresistas más influyentes y los cuales fueron especialmente críticos con Sánchez antes de que llegara al Palacio de la Moncloa. Mucho han cambiado las cosas desde entonces, pues el periódico de Prisa ha respaldado al Ejecutivo en varios de los puntos más relevantes de su agenda política; y en la cadena de Atresmedia, también se puede decir que la beligerancia contra el Gobierno se ha producido en dosis muy bajas.
Con Rosa María Mateo al frente, la televisión pública no será un problema para Pedro Sánchez, al contrario que hubiera ocurrido si el Gobierno hubiera renunciado a desahuciar a 'los hombres del PP’ del organigrama de la corporación.
La clave en este viraje se encuentra en el negocio, como
siempre. Los accionistas de Prisa decidieron hace unos meses, tras
rascarse el bolsillo en una ampliación de capital, que la línea
editorial que se estableció en el periódico generalista durante la etapa
de Antonio Caño como director ya no valía,
pues había espantado a una parte de sus lectores de izquierda, pero no
había atraído a los de otro perfil ideológico.
Eso les llevó a re-calcular la ruta y a situar el periódico, de nuevo, al lado del PSOE.
El giro fue tan profundo como descarado, puesto que el diario pasó en
pocos días de pedir elecciones generales a defender a Pedro Sánchez. Es
decir, de mirar a Cuenca a fijar la vista en Portugal. Habrá que ver si
esta decisión le ayuda realmente a incrementar su número de seguidores o
si resulta errónea.
De Podemos al Valle de los Caídos
El caso de LaSexta también se explica en términos de audiencia. La cadena de Atresmedia
despegó en 2014 después de que los líderes de Podemos se convirtieran
en fenómenos televisivos. Después de varios años de crisis económica,
una parte de la población expresó su indignación
en las urnas con el apoyo a un partido, a la izquierda del PSOE, que
creció mucho en poco tiempo y que hacía subir como la espuma la cuota de pantalla.
El
problema es que el partido ha sufrido un evidente desgaste durante los
últimos meses y eso se ha notado en términos de audiencia. Ni Pablo Iglesias, ni Íñigo Errejón, ni Juan Carlos Monedero
son lo que eran, vaya. En este contexto, ha llegado el PSOE con una
ristra de proyectos que persiguen movilizar al electorado de izquierdas y
que son pura carnaza para las televisiones. Entre ellos, el que apuesta
por llevar el cadáver de Franco más allá del Valle de los Caídos
o el que persigue subir los impuestos a las rentas más altas para
conseguir un buen titular en prensa. Además de las habituales
reflexiones filosóficas de Carmen Calvo,
que también ayudan a calentar el discurso entre los tertulianos
habituales y generan el debate necesario para atraer a la audiencia
hacia estos programas.
Llama la atención, en este
sentido, la buena disposición de Podemos para negociar y apoyar este
tipo de medidas, con las que el PSOE quiere recuperar el voto progresista
que emigró hacia la formación morada unos años atrás. Las tornas se han
invertido entre ambos partidos y parece que Pablo Iglesias y los suyos
son incapaces de ver -o no quieren- que los socialistas les están
combatiendo con las mismas armas que ellos utilizaban contra el PSOE
hasta hace bien poco.
Mientras en Ferraz tratan de devorar a Podemos, en Génova intentan rearmarse tras dar sepultura al 'marianismo',
a sabiendas de que los potentes aliados mediáticos del Gobierno esperan
con el cuchillo entre los dientes cualquier noticia relacionada con los
cuestionados méritos académicos de su líder, Pablo Casado.
En cuanto a Ciudadanos, ha quedado en una zona de sombra mediática después del harakiri que Albert Rivera
se hizo en la moción de censura, cuando –por vértigo o por lo que
fuera- se negó a distanciarse del PP, abstenerse y erigirse como el
nuevo líder de la centro-derecha. Su centro de operaciones parece haber
vuelto últimamente a Barcelona, donde
surgió el partido y donde mejores resultados ha cosechado hasta el
momento. La duda es si su confrontación contra el independentismo le
permitirá crecer en todo el país o si quedará escorado en ese lugar,
quizá protagonizando su propio Dunquerque y esperando su evacuación, arrinconado en la playa.
Con
estos aliados mediáticos y con este conjunto de medidas
sentimentaloides que tratan de enmascarar que, en lo importante, el país
se encuentra paralizado -ante la extrema dificultad para entablar
alianzas parlamentarias sólidas-, Pedro Sánchez intentará que el PSOE vuelva a ser una fuerza parlamentaria sólida. Da la impresión de que las elecciones generales las convocará cuando Félix Tezanos lo aconseje desde el CIS.
Hasta
entonces, necesitará que sus apoyos en la prensa mantengan a los
ciudadanos con la tensión a flor de piel, pues es precisamente en ese
estado cuando más fácil es que se produzcan los cambios de tendencia. Ya
lo decía José Luis Rodríguez Zapatero en esa conversación que mantuvo con Iñaki Gabilondo fuera de antena: “Nos conviene que haya tensión”.
RUBÉN ARRANZ Vía VOZ PÓPULI
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