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jueves, 6 de diciembre de 2018
Cuando los nacionalistas vascos y catalanes quisieron ser españoles
Nos formulan una 'interesante'
propuesta desde Vitoria y Barcelona: que nos suicidemos como Estado y
nación plural. Porque una parte de vascos y catalanes no quieren ser
españoles
Ilustración: Raúl Arias
Fue en la sesión del pleno del Congreso del 21 de julio de 1978.
Francisco Letamendia, diputado vasco de Euskadiko Ezkerra, instalado en
el Grupo Mixto, defendió una enmienda para introducir en el futuro
texto constitucional —aprobado en referéndum hoy hace 40 años— el derecho de autodeterminación de
los pueblos de España. Fracasó en el intento. ¿Saben quiénes se
opusieron a reconocer tal derecho entre los 268 diputados que votaron en
contra? Pues los del PNV. ¿Saben quiénes se abstuvieron? Pues nueve de
los 11 diputados de la entonces Minoría Catalana. ¿Saben quiénes
defendieron que la enmienda no debía admitirse? Pues los catalanes Jordi
Solé Tura y Ramón Trías Fargas, entre otros.
Por aquel entonces, el nacionalismo vasco (que ejecutó luego una de estratagemas más oportunistas de cuantas se produjeron en el itinerario constitucional) no parecía estar interesado en lo que votó la semana pasada en el Parlamento de Vitoria: el derecho a decidir.
Y los nacionalistas catalanes estaban a distancia sideral de los
acontecimientos de septiembre y octubre de 2017. Cuarenta años después
del referéndum del 6 de diciembre de 1978, lo que fue histórico ha dejado de ser válido en Euskadi y Cataluña.
Pero lo cierto es que la Constitución
de entonces y de ahora estuvo presidida por un afán de cohesión
territorial de España desde una perspectiva históricamente distinta:
reconocer, en su artículo segundo, el derecho de las nacionalidades y regiones al autogobierno.
Nunca en la historia de España se había realizado esta formulación a
tan alto nivel jurídico y con tanta contundencia política.
Antes de que se aprobara la Constitución, en 1977, el Gobierno de UCD reinstauró la Generalitat de Cataluña reintegrando a Josep Tarradellas a su presidencia y constituyó en Euskadi el Consejo General Vasco,
un órgano preautonómico que presidieron, primero, el inolvidable
socialista Ramón Rubial y, luego, Carlos Garaikoetxea, más tarde primer
lendakari estatutario.
Antes también de la aprobación de la Constitución se dictó una amplísima y definitiva Ley de Amnistía
que vació las cárceles españolas de presos políticos y de los reclusos
de la banda terrorista ETA. Se atendía así, primordialmente, al compromiso de conciliación que resonaba con fuerza especialmente en Cataluña: “Libertad, amnistía y Estatut de Autonomía”.
En
Euskadi se disfruta de un régimen de autogobierno constitucional para
el que el PNV tuvo la desvergüenza de pedir la abstención
La Constitución, en atención a la historia y a las aspiraciones de los nacionalismos vasco y catalán, construyó el concepto de 'nacionalidades'
sin mencionarlas pero señalando implícitamente qué territorios lo eran,
al establecer en su disposición transitoria segunda que aquellos que
hubiesen dispuesto antes de Estatuto de Autonomía (Cataluña, País Vasco y
Galicia durante la II República) y, además, contasen con regímenes
provisionales de autonomía, accedían rápidamente al autogobierno y con
el mayor paquete competencial.
Y así sucedió. Pero hubo más: la disposición adicional primera de la CE recogió los derechos históricos de los territorios forales, habilitando que estos se reformulasen en el Estatuto vasco y en la Ley de Amejoramiento del Fuero Navarro, implantándose la bilateralidad política con el Estado
y, sobre todo, generalizando para Vizcaya y Guipúzcoa el concierto
económico suprimido por Franco en 1937 como castigo a esas dos
provincias 'traidoras'. Además, y para satisfacer a los peneuvistas,
otra disposición transitoria (4ª. 1) establecía un mecanismo refrendario
para la incorporación de la comunidad foral navarra a Euskadi.
Tras la Constitución vinieron los estatutos,
auténticas constituciones particulares con rango de ley orgánica, por
las que el País Vasco desarrolló la Ley de Concierto, normativizó la
policía autónoma (Ertzaintza) con carácter de integral, replegándose las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado —incluso en plena ofensiva
terrorista—, asumiendo todas las transferencias que materializaron el
autogobierno: sanidad, educación, cultura, infraestructuras, medios
públicos de comunicación, presencia exterior, política lingüística… Y lo
mismo en Cataluña. Jordi Pujol no pujó entonces por un pacto fiscal —calculó que no le convenía al Principado—, pero protagonizó una maratón de transmisión de competencias.
La identidad lingüística
catalana quedó amparada por la inmersión idiomática en la escuela
pública, lo mismo que el euskera en el circuito de las 'ikastolas' y en
los distintos modelos de enseñanza pública y concertada. También en los
años ochenta el Parlamento catalán reguló en una ley —igualmente con
carácter integral— la policía autónoma: los Mossos de d'Esquadra, cuyo
contingente ahora es de más de 17.000 efectivos.
En Cataluña, se votó con más entusiasmo que en ningún territorio una Constitución luego traicionada
Se podría seguir glosando hasta qué punto el autogobierno de las nacionalidades —Euskadi, Cataluña, Galicia— fue un eje, un vector, un pilar de la Constitución
tratando de superar ese 'demonio familiar' de nuestro país que ha sido
la tensión territorial centrífuga. Se hicieron de buena fe los mejores
esfuerzos. España —como idea nacional— se retranqueó. Pues bien: 40 años
después, la deslealtad a ese texto constitucional procede intensamente
de Cataluña y de su nacionalismo mutado en separatismo y del País Vasco.
En Euskadi se disfruta de un régimen de autogobierno constitucional
para el que el PNV tuvo la desvergüenza de pedir la abstención en el
referéndum. En Cataluña, se votó con más entusiasmo que en ningún otro
territorio una Constitución luego traicionada.
Vascos, catalanes y
demás españoles que no militamos en el nacionalismo de esas comunidades
¿qué más podemos hacer? Nos formulan una 'interesante' propuesta desde
Vitoria y Barcelona: que nos suicidemos como Estado y como nación
plural. Simplemente porque una parte de los vascos y una parte de los
catalanes no quieren que en su DNI conste su nacionalidad española, que sí quisieron aquel 21 de julio de 1978.
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