En dos de los actos celebrados en memoria de Blanco, Carmena fue abucheada. Censurable comportamiento, que tampoco borra el censurable comportamiento de la alcaldesa
Concentración en el Ayuntamiento de Madrid por Miguel Ángel Blanco. (EFE)
Los actos de homenaje a Miguel Ángel Blanco terminan con la concentración de la Puerta del Sol, convocada para mañana, viernes, por el Movimiento contra la Intolerancia. En dos de los celebrados ayer (Cibeles y plaza de la Villa), Manuela Carmena fue abucheada. Censurable comportamiento de un sector del público que tampoco borra el censurable comportamiento de la alcaldesa.
Finalmente hubo pancarta. Pero no en la vistosa fachada del ayuntamiento, donde figuran o han figurado otras de apoyo a distintos colectivos, sino a pie de calle, solo para la ocasión y como último recurso ante la presión política y mediática por dicho comportamiento.
Ha habido sectarismo, miseria moral y torpeza política en los motivos esgrimidos por la alcaldesa de Madrid para negar a la memoria de Miguel Ángel Blanco lo que nunca negó a refugiados y homosexuales. La compasión o la solidaridad respecto a estos colectivos, que honran a la alcaldesa y a su equipo, no alcanzó el mismo grado de arropamiento respecto al concejal de Ermua asesinado por ETA hace 20 años.
Algo difícil de entender en una exmilitante del PCE y fundadora del despacho laboralista donde hace 40 años cinco de sus compañeros fueron asesinados por pistoleros fascistas.
La matanza de Atocha provocó una multitudinaria movilización de solidaridad con las víctimas y de ira contenida contra los asesinos. Recuerdo el impresionante silencio de aquella marcha por las calles de Madrid el 26 de enero de 1977. Pero no recuerdo que nadie, absolutamente nadie, reprobase tan masivo homenaje so pretexto de que aquellos abogados no habían sido los únicas víctimas de la ultraderecha.
No recuerdo que nadie reprobase tan masivo homenaje so pretexto de que aquellos abogados no habían sido las únicas víctimas de la ultraderecha
Las siglas del PCE iban tan asociadas a las víctimas del despacho laboralista de Atocha como las del PP al joven concejal. Y en ambos casos desaparecieron en las respectivas muestras de duelo por las víctimas y de repulsa contra la barbarie de uno u otro pelaje. Rememorarlo, aunque sea para darnos golpes de pecho, es un acto de justicia.
Ahora que tocaba honrar la memoria de Miguel Ángel y evocar la espontánea reacción popular, hemos descubierto con tristeza que la razón partidista ha enterrado aquellas impresionantes lecciones de ciudadanía.
Carmena y sus costaleros de Podemos han utilizado argumentos lamentables. Aun ayer, la alcaldesa insistía en que si no puso la pancarta en la fachada del ayuntamiento, como suele poner la de los refugiados, los homosexuales o las víctimas de la violencia machista, es porque no se lo ha pedido ninguna asociación de víctimas del terrorismo.
¿Es que un testimonio de adhesión a la vida, la libertad y la democracia (las tres apelaciones de la presidenta del Congreso en el minuto de silencio de ayer) necesita de requerimientos especiales?
Peor ha sido sostener públicamente que exhibir una pancarta o una gran foto de Miguel Ángel en el frontal del ayuntamiento, como la hermana del concejal le pidió ayer a Carmena en uno de los actos celebrados en Madrid, hubiera hecho de menos a otras víctimas de ETA.
Primero porque no es una víctima más. Fue un punto de inflexión en la respuesta social y política a ETA, al margen de su pertenencia al PP. Y segundo, porque no es creíble que las asociaciones distingan entre víctimas de primera y de segunda, como hacen los socios de Carmena.
ANTONIO CASADO Vía EL CONFIDENCIAL
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