Mariano Rajoy y Carles Puigdemont
EFE
El Gobierno evita desvelar sus planes. No
adelanta cuál será su reacción si los secesionistas, como afirman con
insistencia, deciden seguir adelante con su referéndum como paso previo a
la proclamación de la República catalana. "Al Estado le bastan 24 horas
para parar la ley del referéndum", afirmó días atrás Soraya Sáenz de Santamaría. ¿Cómo lo hará?. ¿Qué factores se adivinan a estas alturas fuera del control del Ejecutivo? Estos son los principales.
Un 'president' cerril y obsesivo
Carles Pigdemont
es, posiblemente, el factor fundamental de la función que representan
las fuerzas separatistas de Cataluña. Eliminado de la escena Jordi Pujol, como gran líder espiritual de la 'patria catalana', inhabilitado y descartado su sucesor, Artur Mas,
Puigdemont se ha erigido en el gran conductor del 'proceso'. No dará
marcha atrás, dicen quienes le conocen. "Nada tiene que perder, ya
anunció que no sería candidato en caso de unas nuevas elecciones. Le
agrada el papel de mártir", señalan quienes le conocen.
Puigdemont
es el presidente por accidente. Mas le sacó de la alcaldía de Gerona y
le puso al frente de la Generalitat para evitar que los antisistema de
la Cup dejaran caer al Gobierno. Desde entonces, Puigdemont, no ha dado
ni un paso atrás. No está abierto a un diálogo que no plantea el referéndum como condición primera. Mariano Rajoy
le tiende la mano para negociar 'dentro de la ley'. Esfuerzo inútil. El
jefe del Ejecutivo catalán se mantiene en sus trece. Fulmina a los
débiles y a quienes dudan, como hizo con el conseller Baiget, quien se atrevió a dudar de la celebración de la consulta.
No comparte información ni con los suyos. Su equipo de fieles cada vez es menor y más estrecho. No se fía de Oriol Junqueras,
el líder de ERC, quien aspira a colocarse en su sillón. Moncloa, por
medio de la vicepresidenta, optaba por Junqueras como alternativa más
'razonable'. Un experimento que no salió bien. Puigdemont se ha puesto
en manos de la Cup y del sector más radical del PdeCat,
su partido agonizante. No dará un paso atrás, piensan en Moncloa. Tan
sólo los tribunales lograrán frenar su delirante aventura.
Los socios abrasivos
Es un magma 'indigesto, tóxico y abrasivo', en palabras de un antiguo conseller del viejo Pujol. Con sus escaso diez diputados, es también el grupo con menos diputados en el Parlament. Aún así, ellos deciden lo que se hace en Cataluña. "Una aberración política e histórica", señala esa fuente. Artur Mas se puso en sus manos para lograr la mayoría en la Cámara. Grave error estratégico que le costó el cargo.
Nadie
controla la Cup. Ni siquiera son capaces de controlarse a ellos mismo,
como se vio en la curiosa votación para la investidura de Mas: empate a
1.515. Un desideratum que evidencia lo surrealista de esta agrupación. Anna Gabriel es la imagen de este movimiento que está decidido a todo para sacar adelante el referéndum. No admite titubeos. Habla de tomar las calles en el caso de que la
consulta no se lleve a cabo. Y lo harán, entre otras cosas, porque en
unas elecciones, su resultado sería un desastre, de acuerdo con las
encuestas. Luchan por su supervivencia.
El
Gobierno central los ignora, pero saben que son una pesadilla por su
papel clave en el bloque secesionista. El presidente de la
Generalitat los escucha y sintoniza con muchos de sus radicales
planteamientos. Ya se dice en los ambientes políticos que "Puigdemont se
ha convertido en el candidato de la Cup".
La fiel infantería
Fueron los encargados de sacar adelante el referéndum de las urnas de cartón. Dos movimientos sociales de enorme arraigo, bien organizados, bien subvencionados, con voluntad y medios. Son la fiel infantería cívica del 'proceso'. La ANC y Omnium Cultural llegan allí donde no pueden llegar políticos y partidos. Han organizado las multitudinarias Diadas con cientos de miles de manifestantes en toda Cataluña. Están bien organizados, tienen experiencia en movilizaciones, en sacar gente a las calles, en demostrar cómo el músculo civil de la población soberanista.
Su
papel va a ser clave de aquí al 1-0. Puigdemont cuenta con ellos y les
va a endosar protagonismo. Será un verano de gestos y de calle. El 19 de julio arranca la serie
de concentraciones por las comarcas que se repetirá con insistencia
hasta la fecha del plebiscito. Un acto simultáneo en un sólo pueblo de
cada una de las 41 comarcas catalanas. Un primer paso hasta las urnas.
La ANC y Omnium son los encargados de mantener viva la llama de la protesta. Aunque con menos fuerza que antaño,
la calle sigue siendo suya. El Gobierno central lo sabe. Por eso no
incurre en provocaciones o declaraciones ruidosas. No hay que alimentar a
la 'fiera'.
Un Constitucional tímido
Descartado el recurso al 155, al menos aparentemente, el Gobierno basa toda su estrategia en los tribunales. En el Constitucional, concretamente. ¿Puede detener el TC un plebiscito? Hasta ahora, los secesionistas han ignorado sus sentencias. Les ha costado caro. Artur Mas y dos dirigentes del anterior Gobierno catalán, están inhabilitados. Los funcionarios ya han avisado que no atenderán órdenes o instrucciones fuera de la legalidad. Puigdemont ha dejado claro que sólo acatará la inhabilitación del Parlament. No de los 'tribunales españoles'.
El
TC invalidará cada paso de la Generalitat al margen de la ley. Ahora
acaba de dictaminar que la Generalitat no puede gastarse un euro del
presupuesto en llevar a cabo la consulta. Puigdemont
no se da por demasiado aludido. Se trata de un proceso lento que lleva
su tiempo. El ritmo de la Justicia no se acomoda al de la política. El
Constitucional fue dotado, en la reforma de hace dos años, de poderes
especiales para apartar de su puesto a los cargos de la Generalitat que
incurran en desobediencia. Es el famoso artículo 92, que ahora se estudia en Moncloa
como sustituto de un inabordable 155. La otra alternativa es el recurso
a la Ley de Seguridad Nacional que, tras ponerse en marcha pone a los
cuerpos de Seguridad de Cataluña a las órdenes del presidente del Gobierno por el tiempo que sea necesario. Unas horas, un día, dos... tal y como ya adelantó Vozpópuli.
El Alto Tribunal ya ha advertido hace tiempo que no hará uso de esa prerrogativa.
"Es el Gobierno quien tiene que hacerlo", señalan. Si Puigdemont ignora
al Constitucional, deberá ser el Ejecutivo, a través de los fiscales,
quien mueva ficha para impedirlo. Con el TC se puede contar, pero no más
allá de lo justo. Si Puigdemont se niega a abandonar su despacho,
llegado el momento, tal y como ya ha advertido, nadie sabe qué puede
ocurrir. "Tendrán que ser los Mossos", comentan en fuentes del Gobierno central. Una imagen que por ahora nadie se imagina.
Los secretos de Sánchez
¿Cómo reaccionará el PSOE si hay que pasar de las palabras a los hechos? El encuentro en Moncloa con Mariano Rajoy funcionó bien. Largo, prolijo y en buena sintonía. Acuerdo en lo fundamental: el referéndum es ilegal y no se puede llevar a cabo. El líder del nuevo PSOE planteó un paso imposible: un encuentro del presidente del Gobierno con Puigdemont. "Es imposible, la Generalitat sólo quiere hablar del referéndum", responden en Presidencia.
Pedro Sánchez
no mostró sus cartas. Deslizó algunas alternativas peculiares, como la
puesta en marcha de 'iniciativas legislativas' de que no desveló. El
equipo de Ferraz trabaja sobre un terreno ya trillado: infraestructuras,
financiación, lengua... y reforma de la Constitución. Nada que pueda
saciar las ansias de Puigdemont. En Moncloa no se fían de Sánchez. Temen que, tras el verano, emprenda una línea de acción por su cuenta, al margen de lo acordado con Rajoy.
"El
líder del PSOE tiene que marcar su distancia con Rajoy, es lógico,
porque ese fue el mensaje que le hizo ganar en las primarias. Pero sería
desastroso que en este asunto, hiciera la guerra por su cuenta",
señalan estas fuentes. De momento, el bloque constitucionalista se
mantiene firme. PP, PSOE y Ciudadanos le plantan cara al plebiscito. ¿Hasta cuándo?.
JOSÉ ALEJANDRO VARA Vía VOZ PÓPULI
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