Autor: JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL Vía FORUM LIBERTAS
- Las raíces de todos los problemas de nuestro tiempo son la pérdida de la noción del bien y del interés por buscar la verdad.
- Ambos tienen dos causas relacionadas por el mismo fenómeno de desvinculación: Una, religiosa; la otra, filosófica.
- La causa religiosa es el olvido de Dios, su desprecio o su reducción a un ídolo humano. La ignorancia de la cultura religiosa es una de sus consecuencias seculares. La descristianización otra en el ámbito de la fe.
- La causa filosófica es la destrucción de la razón objetiva y, con ella, de la tradición cultural y del cegamiento de sus fuentes.
- Desde la extraordinaria construcción ético-filosófica de la Antigüedad grecolatina, hasta el esfuerzo desmedido por la primacía o exclusividad de la razón, todo está dañado, tanto que, si la cultura religiosa ha desaparecido de la escuela pública, las humanidades aun lo han hecho en mayor medida. Y es que entre una y otras hay una fuerte relación de fondo. La desaparición del sentido religioso no ha ido acompañada de un crecimiento de la racionalidad, sino de un aumento extraordinario del mundo oscuro de las supersticiones. Posiblemente MacIntyre en Tras la Virtud, haya sido quien mejor y antes (1984) ha explicado por qué.
- La pérdida del sentido religioso ha sido definida como secularización. En realidad, la secularización es la manifestación en el plano religioso de un proceso mucho más amplio: la desvinculación, que ha afectado en una medida muy variable según cada país, al conjunto de la sociedad occidental, con especial intensidad en Europa, con una gran velocidad en España, y de una forma demoledora en Cataluña.
- La cultura desvinculada se configura por la convergencia de ideas que emergen en el siglo XVIII, pero que eclosionan con fuerza y como cultura de masas a partir de la década de los sesenta del siglo XX. Hay que seguir atentamente a Taylor y su Orígenes del Yo para ver cómo termina configurándose esta concepción cultural, que no surge de ningún propósito explícito, de ningún concepto holístico, ni siquiera de un proceso de racionalización. Es el resultado del progresivo deslizamiento que Freud ya denunciaba en 1915: “Allí donde la comunidad se abstiene de toda desaprobación cesa también la jugulación, los impulsos perversos”.
- La desvinculación sostiene la pretensión de que sólo es posible la realización personal mediante la satisfacción del deseo. Ningún compromiso o vínculo personal, íntimo, o público, social o institucional; ningún deber, obligación; ninguna norma, tradición, creencia filosófica, fe religiosa, puede limitar o negar la satisfacción del deseo individual, fuente de la realización y signo de la autonomía personal.
- Si el vínculo limita o hace imposible esa realización, debe ser transformado hasta hacerlo adaptativo, débil; y si tal adaptación no es posible debe ser destruido.
- Se ha descuidado la evidencia de que el ser humano se realiza precisamente en relación con sus vínculos, alcanzados voluntariamente o por nacimiento, que empieza en lo más elemental como es el compromiso con su corporeidad. Son los vínculos fuertes los que aportan la identidad humana, sin ellos, o en su provisionalidad y accidentalidad, se produce la alienación, la adición, y la dependencia de los deseos emotivistas, pasionales. Es el fin del fundamento de la cultura occidental en lo que establece como proceso de personalización, y de la vida de la polis como compromiso fuerte con el bien común.
- Sin vínculos nacemos cada día, y así nos vemos forzados a un esfuerzo imposible de reconstrucción cotidiana de los horizontes de sentido, o bien, lo que en la práctica es más fácil, prescindimos de todo sentido. Esta última dinámica favorece la alienación
- Las generaciones actuales de jóvenes y adolescentes manifiestan mejor que nadie esta actitud, porque ellas son las primeras herederas de la sociedad desvinculada en su plenitud. Sus padres aún guardan, bien que mal, la huella, poca o mucha, de otra cultura fruto de la civilización occidental basada en el vínculo.
- Los vínculos han cambiado a lo largo del tiempo las sociedades, reordenando su jerarquía, pero siempre bajo el común denominador de su existencia en el ámbito de la razón objetiva. El humano se hace por el vínculo y en el vínculo. Desde Aristóteles lo sabemos razonadamente.
- No conocemos otro modelo porque no hay ningún otro modelo viable. No puede existir una persona realizada y una sociedad cohesionada si los vínculos sólo son sostenidos por la razón subjetiva del deseo. Lo bueno es lo que deseo del compromiso ético con la polis, al empeño y comunión cristiana, la fraternidad de la Revolución Francesa, el imperativo categórico kantiano: la concepción tradicionalista, conservadora, marxista, el personalismo comunitario, el comunitarismo. El tronco fundamental de nuestra filosofía moral y política está basado en el vínculo, porque él es expresión de la naturaleza humana.
- Incluso la temprana formulación liberal de Adam Smith mantiene la vinculación fuerte, no conoce otra, no concibe otra. Ha sido la posterior evolución, seguramente por las dinámicas inherentes a su ontología, que el liberalismo en sus diversas versiones, conservadora, neoliberal, social, y de una manera especialmente intensa desde las aportaciones de Rawls y Rorty, el liberalismo se ha convertido en la coartada política de la desvinculación. Pero incluso en este caso hay corrientes minoritarias en su seno, como el liberalismo perfeccionista de Raz, que mantienen la importación del vínculo nacido de una determinada práctica consuetudinaria fruto de una cultura de razón objetiva
- la neutralidad moral del estado es una gran falsedad hoy más evidente que nunca con la imposición de determinadas cosmogonías ideológicas como la perspectiva de género y LGTBI
- La vinculación es la consecuencia de las leyes que rigen las relaciones humanas y regulan el funcionamiento de las sociedades en términos no deterministas pero sí probabilísticos.
- La ética sin marco de referencia de razón objetiva y sin comunidad moral de referencia, se transforma en un hacinamiento de prescripciones particulares formuladas en función de cada circunstancia, y así acaba siendo un cuerpo caótico y contradictorio de normas al servicio del poder, porque él es el que se impone cuando no hay límites objetivos forjados en la historia y la razón.
- Esta es la situación que describen en su práctica la proliferación de observatorios de ética.
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