Sánchez explicó al presidente del Gobierno que hará una oposición de Estado, sin renunciar a su objetivo de acabar con el reinado del PP
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el líder del PSOE, Pedro Sánchez, se reúnen en el palacio de la Moncloa (EFE).
Con los hombros más ligeros se fue Rajoy a la cumbre del G-20 en Hamburgo. Le salen los números y ahora también le sale la política enmarcada en la “normalidad institucional”. Léase diálogo entre dirigentes sobre “lo que realmente importa a los españoles”. Por ejemplo, el conflicto catalán, con el presidente queriendo saber por dónde le va a tirar Puigdemont el penalti.
Lo demás es ruido, pasto fresco para tertulianos voraces, cuentas pendientes en los tribunales y ministros reprobados. Maldita sea. Pero en sus más secretos anhelos vive la esperanza de que los “chismes” no tapen las cifras de crecimiento, empleo, afiliación a la Seguridad Social, turismo, comercio exterior, que le dejan prometer y promete bajada de impuestos, subida de salarios y una espectacular oferta de trabajo público.
Después de su encuentro con el líder del nuevo PSOE, ya sabe además que tiene asegurada la estabilidad parlamentaria al menos hasta 2019y que Pedro Sánchez no es un rojo peligroso. Al menos en la intimidad.“No es momento de pensar en la moción de censura”, le oyó decir el jueves pasado en una reunión inesperadamente larga donde, por mucho que insistan sus pregoneros, la política exterior (Libia, Siria, Venezuela) solo fue una pequeña parte de las dos horas y media.
La comunicación entre los dos principales jefes de fila de la política nacional será “fluida y discreta”
El posado ante la Moncloa ha sido la foto más aireada en los medios. Sonrisas donde antes se alzaba un muro de hielo entre ambos. Es cosa del bipartidismo, que empieza a desperezarse después de unos años de hibernación. A partir de ahora la comunicación entre los dos principales jefes de fila de la política nacional será “fluida y discreta”, pero permanente. Mala noticia para Podemos. A Iglesias Turrión no le han debido sentar bien las apelaciones de Sánchez a una “oposición responsable”.
Los hechos desmienten la podemización de los nuevos dirigentes de Ferraz. Sánchez ha explicado a Rajoy que es compatible ser de izquierdas y comprometerse con el vigente orden constitucional. Dicho fue respecto a la “inaceptable violación sistemática de la Constitución y las leyes” por parte del independentismo catalán, que fue lo más visible en la huella mediática del encuentro, pero también respecto a todo lo demás.
El posado ante la Moncloa ha sido la foto más aireada. Sonrisas donde antes se alzaba un muro. El bipartidismo empieza a desperezarse
También explicó Sánchez al presidente del Gobierno que hará una oposición de Estado, sin renunciar a su objetivo de acabar con el reinado del PP cuando la aritmética parlamentaria se ponga de su parte. Que su ADN político es la izquierda y su bandera la lucha contra la desigualdad. Que siempre estará con el Gobierno frente al terrorismo y en defensa de la soberanía nacional.
Para la historia de nuestros días queda la “sustancial coincidencia en lo fundamental” del jefe del Ejecutivo y el líder del principal grupo de la oposición. Fue el unívoco mensaje que sus respectivos mensajeros –el ministro Méndez de Vigo y la portavoz parlamentaria Margarita Robles– colocaron en los medios de comunicación. Mensaje tan pactado como el común acuerdo de profundizar en las coincidencias y aparcar las discrepancias surgidas en la conversación. Porque haberlas las hubo, aunque ninguna tan insalvable como para romper la baraja, como ocurrió el 12 de febrero de 2016 y en la cita “perfectamente prescindible” del 29 de agosto.
ANTONIO CASADO Vía EL CONFIDENCIAL
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