El exgobernador Caruana comparece hoy en el Congreso para explicar la crisis financiera. Desde el estallido de la burbuja, hace una década, ha caído en el ostracismo más absoluto
Jaime Caruana. (Reuters)
Jaime Caruana, el exgobernador del Banco de España, aterriza
hoy en el Congreso. Y lo hace una década después de que estallara la
crisis financiera. Podía —y debía— haberlo hecho antes, pero es
paradójico que el hombre clave en la formación de la gran burbuja inmobiliaria que
se llevó por delante más de tres millones de puestos de trabajo (y
creado otros tantos) no haya dicho aún esta boca es mía. Tampoco su
director del servicio de Estudios, José Luis Malo de Molina, hoy retirado en sus cuarteles de invierno de Bruselas.
Caruana, 65 años, no es que haya vivido en Marte durante este tiempo o en una galaxia extraña, sino en Basilea, patria de Federer, donde ha ejercido de banquero central como 'general manager', lo que significa que sus reflexiones hubieran sido muy útiles para entender el hundimiento del sistema financiero —la factura supera ya los 60.000 millones de euros— y, de paso, dejar algo de autocrítica.
Caruana comparece ante la comisión que investiga la liquidación de las cajas de ahorros y el consiguiente rescate financiero, pero en realidad lo hace por una cuestión política. A los partidos les suele preocupar más el desgaste del Gobierno de turno —sea cual que sea— que buscar las causas últimas del desastre. Y Caruana ha sido durante todo este tiempo un testigo incómodo de la calamidad.
Caruana comparece ante la comisión que investiga la liquidación de las cajas de ahorros y el rescate, pero en realidad lo hace por una cuestión política
En primer lugar, para el Partido Socialista, que en tiempos de Pedro Solbes como vicepresidente económico despreció la célebre carta de la asociación de inspectores del Banco de España en la que se le advertía sobre que el banco central no estaba haciendo bien su trabajo. La misiva llevaba fecha del 26 de mayo de 2006, y en ella decía algo tan llamativo como que “nuestro sentido de la responsabilidad, así como la lealtad que le debemos a la institución para la que trabajamos, nos obliga a desmarcarnos de los imprudentes análisis de la realidad que presenta el señor Caruana en sus últimas comparecencias públicas”. Solbes, como se sabe, tras recibir la carta, hizo la esfinge.
La misiva se conoció un quinquenio después, pero ya era demasiado tarde. La mitad del sistema financiero español (las cajas de ahorros llegaron a controlar más del 50% del activo total) había sucumbido al ladrillo sin que nadie pidiera explicaciones a Caruana, por entonces no solo el regulador, sino también el responsable de la supervisión. Por supuesto que Pedro Solbes o Elena Salgado, su sucesora, tampoco fueron llamados para dar explicaciones en una comisión de investigación, lo que refleja una especie de ley de la 'omertá' del bipartidismo hasta que las nuevas formaciones, en particular Podemos y Ciudadanos, han entrado en liza.
Y es que Caruana también era un testigo incómodo para el Partido Popular (PP). El partido de Mariano Rajoy siempre ha centrado su estrategia en acusar al Partido Socialista de todos los males, incluido el asesinato de Kennedy. Como si la gran burbuja inmobiliaria se hubiera gestado entre abril de 2004 —año de la llegada de Zapatero a La Moncloa— y el segundo semestre de 2007, cuando era ya evidente que el castillo de naipes que había construido la economía española desde comienzos de siglo se iba a desplomar.
Y Caruana —tampoco su sucesor— no hizo nada de ello por impedir la borrachera de crédito. Cuando le estalló la crisis a Fernández Ordóñez sin comerlo ni beberlo directamente, el estropicio estaba hecho y no había posibilidad alguna de favorecer un aterrizaje suave de la economía española, que creció, como acaba de recordar el asexuado informe que ha hecho el Banco de España sobre la crisis, nada menos que un 3,8% de media anual a base de endeudamiento de familias y empresas.
El ser un testigo incómodo, sin embargo, no es la única razón del ostracismo con que ha sido tratado Caruana desde 2009, año en que desembarcó en el Banco de Pagos Internacional (BIS, por sus siglas en inglés), lo que le convirtió en uno de los funcionarios españoles de mayor rango en las organizaciones multilaterales. Pese a ello, siempre ha tenido algo de 'apestado' para el entorno económico del PP.
El exgobernador y jefe del BIS escaló dentro del primer Gobierno de Aznar (1996-2000) de la mano de Rodrigo Rato, quien siempre apostó por Caruana frente a De Guindos, y, de hecho, fue uno de los pocos elegidos que se llevó a Washington para trabajar en el FMI como consejero del director gerente. De hecho, lo nombró director general del Tesoro durante los años clave de la entrada de España en el euro, y, posteriormente, consejero del Banco de España, para culminar como gobernador en el año 2000. Hay quien dice —en el actual Gobierno— que ese puesto lo quería el actual ministro de Economía y desde entonces cayó en el ostracismo. Hoy tendrá la oportunidad de explicarse.
El exgobernador del Banco de España y director gerente del Banco de Pagos Internacional (BIS, por sus siglas en inglés), Jaime Caruana, defendió el papel de la institución durante su mandato y apuntó que definir la tolerancia al riesgo de cada entidad financiera dependía de los gestores de la misma y no del supervisor.
Así lo señaló quien fuera el gobernador del Banco de España entre los años 2000 y 2006, en la Presidencia de José María Aznar, durante su intervención en la comisión del Congreso que investiga la crisis financiera, la quiebra de las cajas y el rescate bancario.
Caruana apuntó que el supervisor alertó con "insistencia" sobre los riesgos y presentó a las entidades financieras escritos con recomendaciones y requerimientos, especialmente relacionados con los riesgos del crédito, la contabilización de los riesgos y observaciones de carácter general sobre la política crediticia.
El exgobernador del Banco de España reconoció que una implementación "más rápida" de la normativa Basilea II en España podría haber ayudado a mitigar los efectos de la crisis, ya que cuando finalmente se puso en marcha, en 2008, "ya se conocía que también resultaba insuficiente" para frenar los efectos de la crisis.
Caruana defendió que el Banco de España aplicó la misma política supervisora con todas las entidades financieras y afirmó que algunas tomaron más riesgos y los gestionaron de peor forma. Además, apuntó que la institución ahora gobernada por Luis María Linde advirtió de los problemas específicos de las cajas de ahorros, de su gobernanza y de la necesidad de que se gestionaran con rigor.
CARLOS SÁNCHEZ Vía EL CONFIDENCIAL
Caruana, 65 años, no es que haya vivido en Marte durante este tiempo o en una galaxia extraña, sino en Basilea, patria de Federer, donde ha ejercido de banquero central como 'general manager', lo que significa que sus reflexiones hubieran sido muy útiles para entender el hundimiento del sistema financiero —la factura supera ya los 60.000 millones de euros— y, de paso, dejar algo de autocrítica.
Caruana comparece ante la comisión que investiga la liquidación de las cajas de ahorros y el consiguiente rescate financiero, pero en realidad lo hace por una cuestión política. A los partidos les suele preocupar más el desgaste del Gobierno de turno —sea cual que sea— que buscar las causas últimas del desastre. Y Caruana ha sido durante todo este tiempo un testigo incómodo de la calamidad.
Caruana comparece ante la comisión que investiga la liquidación de las cajas de ahorros y el rescate, pero en realidad lo hace por una cuestión política
En primer lugar, para el Partido Socialista, que en tiempos de Pedro Solbes como vicepresidente económico despreció la célebre carta de la asociación de inspectores del Banco de España en la que se le advertía sobre que el banco central no estaba haciendo bien su trabajo. La misiva llevaba fecha del 26 de mayo de 2006, y en ella decía algo tan llamativo como que “nuestro sentido de la responsabilidad, así como la lealtad que le debemos a la institución para la que trabajamos, nos obliga a desmarcarnos de los imprudentes análisis de la realidad que presenta el señor Caruana en sus últimas comparecencias públicas”. Solbes, como se sabe, tras recibir la carta, hizo la esfinge.
La misiva se conoció un quinquenio después, pero ya era demasiado tarde. La mitad del sistema financiero español (las cajas de ahorros llegaron a controlar más del 50% del activo total) había sucumbido al ladrillo sin que nadie pidiera explicaciones a Caruana, por entonces no solo el regulador, sino también el responsable de la supervisión. Por supuesto que Pedro Solbes o Elena Salgado, su sucesora, tampoco fueron llamados para dar explicaciones en una comisión de investigación, lo que refleja una especie de ley de la 'omertá' del bipartidismo hasta que las nuevas formaciones, en particular Podemos y Ciudadanos, han entrado en liza.
Y es que Caruana también era un testigo incómodo para el Partido Popular (PP). El partido de Mariano Rajoy siempre ha centrado su estrategia en acusar al Partido Socialista de todos los males, incluido el asesinato de Kennedy. Como si la gran burbuja inmobiliaria se hubiera gestado entre abril de 2004 —año de la llegada de Zapatero a La Moncloa— y el segundo semestre de 2007, cuando era ya evidente que el castillo de naipes que había construido la economía española desde comienzos de siglo se iba a desplomar.
La orgía del ladrillo
El hecho de ser un testigo incómodo de la crisis, sin embargo, no exime a Jaime Caruana de su enorme responsabilidad en el desaguisado. Parece evidente que cuando el crédito para la adquisición de vivienda crece un 20% (entre 2000 y 2006, en media anual), o un 29%, en el caso del crédito a las empresas de construcción y servicios inmobiliarios, el gobernador debe hacer lo que se exige a los banqueros centrales cuando son las cuatro de la madrugada y la fiesta está algo más que animada: entrar con una patada a la puerta, apagar la música y retirar las copas.Y Caruana —tampoco su sucesor— no hizo nada de ello por impedir la borrachera de crédito. Cuando le estalló la crisis a Fernández Ordóñez sin comerlo ni beberlo directamente, el estropicio estaba hecho y no había posibilidad alguna de favorecer un aterrizaje suave de la economía española, que creció, como acaba de recordar el asexuado informe que ha hecho el Banco de España sobre la crisis, nada menos que un 3,8% de media anual a base de endeudamiento de familias y empresas.
El ser un testigo incómodo, sin embargo, no es la única razón del ostracismo con que ha sido tratado Caruana desde 2009, año en que desembarcó en el Banco de Pagos Internacional (BIS, por sus siglas en inglés), lo que le convirtió en uno de los funcionarios españoles de mayor rango en las organizaciones multilaterales. Pese a ello, siempre ha tenido algo de 'apestado' para el entorno económico del PP.
El exgobernador y jefe del BIS escaló dentro del primer Gobierno de Aznar (1996-2000) de la mano de Rodrigo Rato, quien siempre apostó por Caruana frente a De Guindos, y, de hecho, fue uno de los pocos elegidos que se llevó a Washington para trabajar en el FMI como consejero del director gerente. De hecho, lo nombró director general del Tesoro durante los años clave de la entrada de España en el euro, y, posteriormente, consejero del Banco de España, para culminar como gobernador en el año 2000. Hay quien dice —en el actual Gobierno— que ese puesto lo quería el actual ministro de Economía y desde entonces cayó en el ostracismo. Hoy tendrá la oportunidad de explicarse.
Caruana echa balones fuera
El exgobernador del Banco de España y director gerente del Banco de Pagos Internacional (BIS, por sus siglas en inglés), Jaime Caruana, defendió el papel de la institución durante su mandato y apuntó que definir la tolerancia al riesgo de cada entidad financiera dependía de los gestores de la misma y no del supervisor.
Así lo señaló quien fuera el gobernador del Banco de España entre los años 2000 y 2006, en la Presidencia de José María Aznar, durante su intervención en la comisión del Congreso que investiga la crisis financiera, la quiebra de las cajas y el rescate bancario.
Caruana apuntó que el supervisor alertó con "insistencia" sobre los riesgos y presentó a las entidades financieras escritos con recomendaciones y requerimientos, especialmente relacionados con los riesgos del crédito, la contabilización de los riesgos y observaciones de carácter general sobre la política crediticia.
El exgobernador del Banco de España reconoció que una implementación "más rápida" de la normativa Basilea II en España podría haber ayudado a mitigar los efectos de la crisis, ya que cuando finalmente se puso en marcha, en 2008, "ya se conocía que también resultaba insuficiente" para frenar los efectos de la crisis.
Caruana defendió que el Banco de España aplicó la misma política supervisora con todas las entidades financieras y afirmó que algunas tomaron más riesgos y los gestionaron de peor forma. Además, apuntó que la institución ahora gobernada por Luis María Linde advirtió de los problemas específicos de las cajas de ahorros, de su gobernanza y de la necesidad de que se gestionaran con rigor.
CARLOS SÁNCHEZ Vía EL CONFIDENCIAL
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