"Si en el pensamiento marxista originario no hallamos (a diferencia de lo que ocurría con el pensamiento capitalista) odio a la procreación sí hallamos, en cambio, aversión hacia la institución familiar."
Juan Manuel de Prada
Ni siquiera puede afirmarse que el totalitarismo soviético tuviese un designio antinatalista. Aunque Lenin, sabiendo que la anarquía moral favorecería el triunfo de la revolución, despenalizó el aborto y la homosexualidad, enseguida Stalin rectificó, prohibiendo el aborto y persiguiendo sañudamente la homosexualidad. A mediados de los años cincuenta, una vez superados los estragos causados por la guerra, la Unión Soviética volvió a promover leyes de control de la población; en cambio, extremó su vigilancia contra la homosexualidad, cuya práctica consideraba una vía de infiltración del decadente y abominable modo de vida capitalista. El comunismo soviético, pues, sólo fue antinatalista por razones de coyuntural conveniencia política, o porque la aritmética del horror de los planes quinquenales así lo establecía.
Si en el pensamiento marxista originario
no hallamos (a diferencia de lo que ocurría con el pensamiento
capitalista) odio a la procreación sí hallamos, en cambio, aversión
hacia la institución familiar. En sus Tesis sobre Feuerbach,
por ejemplo, Marx afirma que para combatir la «autoenajenación
religiosa» no basta con disolver el mundo religioso, reduciéndolo a su
«base terrenal», sino que hay que transformar esta base terrenal. Y pone
un ejemplo muy ilustrativo : «Después de descubrir, v. gr., en la
familia terrenal el secreto de la sagrada familia, hay que criticar
teóricamente y revolucionar prácticamente aquélla». Esta
“deconstrucción” de la familia que propone Marx (y que sus discípulos
harán suya con entusiasmo) se explica porque en ella descubre una
pervivencia del principio de autoridad que es el fundamento de
instituciones políticas como la monarquía. Resulta paradójico que la
perspicacia de Marx descubriese al instante lo que los monárquicos de
opereta ni siquiera huelen; y tampoco, por cierto, el clericalismo
merengoso que oculta o tergiversa las palabras de San Pablo sobre la
familia, temeroso de provocar las iras del mundo. En efecto, la familia
natural es una escuela de autoridad amorosa y obediencia responsable, en
donde interiorizamos el concepto de jerarquía. Marx creyó que
criticando teóricamente y revolucionando prácticamente la familia podría
combatirse más fácilmente la autoridad política (para entonces ya
degenerada) que amparaba unas relaciones de producción injustas. Pero al
capitalismo también le interesaba esta revolución de la familia, como
dejó claro John Stuart Mill; y tenía la fórmula idónea para preservar
las estructuras que facilitaban su hegemonía, mientras los marxistas se
dedicaban a destruir las superestructuras que la dificultaban. (Continuará)
JUAN MANUEL DE PRADA
Publicado en ABC el 8 de julio de 2017.
Pincha aquí para leer el primer artículo de la serie.
Publicado en ABC el 8 de julio de 2017.
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