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lunes, 31 de julio de 2017
“Susana, Page… están agazapados, esperando un momento que ya nunca llegará”
Los barones críticos, como se pudo comprobar este fin de semana, siguen remando a la contra más por devoción que por convicción
El mapa del PSOE en noviembre, una vez hayan concluido los congresos regionales, reflejará una formación totalmente alineada con Pedro Sánchez. Salvo en tres federaciones, la andaluza, la castellano-manchega y la valenciana,
donde ventea un resentimiento que en ocasiones raya el odio sarraceno,
el resto es coto privado del nuevo comandante en jefe del partido
socialista. Aunque algunos siguen empecinados en resaltar las
debilidades, los Saulos se cuentan por millares y, tras caer del
caballo, se han vuelto más sanchistas que el propio Sánchez.
No es el caso de los barones críticos que, como se pudo comprobar este fin de semana,
siguen remando a la contra más por devoción que por convicción. “Están
callados, agazapados… Han dado un paso atrás después de las primarias,
pero no se dan por vencidos. Esperan su momento. Ahora están intentando
afianzar sus plazas, luego habrán de conservar los gobiernos regionales y
ver qué tal le va a Pedro en las generales. Y si Pedro pierde escaños, entonces volver a intentarlo.
Lo tienen muy difícil, por no decir imposible, repetir un golpe como el
del pasado año, pero saben que han de dejar la llama encendida y crear
expectativas, especialmente entre los suyos”, comenta un hombre de confianza de Pedro Sánchez.
No hacía falta una jornada como la de ayer, ni debates como el de la plurinacionalidad, para que Ferraz dé prácticamente por perdida
a Susana Díaz. No hay posibilidad de reconciliación. Es algo sanguíneo.
Cuestión de piel. Todo ello a pesar de que el uno y la otra se
necesitan mutuamente. La andaluza, que ha demostrado ser una mala
candidata fuera de su comunidad y está por ver si no lo es también
dentro, deberá tirar de la máquina de Madrid si no quiere poner en
riesgo una plaza histórica en las próximas autonómicas. Y si Ferraz no
la apoya y la presidenta pierde Andalucía, entonces adiós al PSOE y a
cualquier posibilidad de Sánchez de alcanzar La Moncloa.
García-Page
no es sanchista ni tampoco susanista. "Page solo es de Page". Es el
gran 'tapado', presto y dispuesto si las cosas se le tuercen al
secretario
Otro de los que militan en el bando crítico es Emiliano García-Page, que no es sanchista ni tampoco susanista. “Page solo es de Page”.
En el equipo de Sánchez dicen que es el ‘tapado’. Una vez chamuscada
Susana Díaz, el castellano-manchego puede jugar sus bazas si las cosas
vuelven a torcerse para el líder del PSOE. Page se deja querer, siempre
se ha dejado, y aunque niegue más aspiraciones que las de ocupar el
Palacio de Fuensalida, le gusta que le regalen los oídos. “Unas
aspiraciones demasiado ambiciosas para alguien que perdió en Toledo en
las primarias y con unas bases detrás que no entienden por qué ha dado ese giro de 180 grados con Podemos y se resiste a consultarlo con ellas”, le censuran en el equipo de Sánchez.
El tercero de los críticos, Ximo Puig,
hizo este viernes un esfuerzo por escenificar la ‘pax romana’, un
acercamiento convencido de que están abocados a convivir. Pero estas declaraciones de intenciones que hacen en público,
luego, en 'petit comité', trocan en adjetivos más que gruesos. No se
fían. Igual que en Ferraz consideran un error la entrevista que concedió
a 'El País' tras alzarse con la federación valenciana, un texto que, en
opinión de los sanchistas, traslucía sobredosis de rencor, los de Ximo
miran con preocupación en lontananza a Rafa García, ese 'tomahawk' que
viene de Burjassot y que ha aglutinado al 42% de los votos en la
federación valenciana. “Que se cuide mucho Ximo. Es muy complicado gobernar teniendo a la mitad de tu casa en contra…”.
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, conversa con militantes y con el líder valenciano, Ximo Puig. (EFE)
Como cuarto miembro de este póquer de barones díscolos figura Javier Lambán,
secretario general de los socialistas aragoneses, que en ningún momento
ha mostrado empatía alguna con su jefe de filas, Pedro Sánchez, y mucho
menos con Pablo Echenique, líder de Podemos en esta comunidad, de quien
depende para sacar los Presupuestos. Aragón tiene todos los visos de
convertirse en el próximo campo de batalla socialista. “Lambán lo tiene jodido. Él o quien Lambán elija para el congreso regional. Enfrente van a tener a un candidato de Ferraz y van a perder. Que no les quepa la menor duda”, auguran los pretorianos de Ferraz.
Pedro Sánchez está montando un partido a su medida.
Más manejable, menos orgánico y, sobre todo, muy presidencialista.
Entre los fontaneros apenas quedan representantes de las etapas de
Zapatero y Rubalcaba, a excepción de un José Enrique Serrano
siempre lúcido. Poco más. Al resto los ha ido laminando con más o menos
sordina. Nada tiene que ver este PSOE con los anteriores ni sirven los
nombres que antes le daban imagen. Lo de Sánchez es una opa hostil. Ha comprado las siglas y ha montado una nueva formación.
Lejos
de la imagen que dio en la funesta entrevista con Évole, Sánchez se
muestra más sereno y maduro, y controla el partido con puño de hierro
De ahí la imposibilidad de los barones críticos de repetir un golpe como el del 1 de octubre de hace un año. Por muchos conciliábulos y planes que bosquejen, Sánchez está blindado. Si bien antes había múltiples recursos para promover
una asonada en Ferraz —véase la dimisión de la mitad de la ejecutiva—,
ahora dichos recursos han desaparecido. Ahora está todo en manos de las
bases y las bases, como se ha visto, las controla Sánchez.
Lejos
de la imagen que dio en aquella funesta entrevista con Évole, después
de la cual a muchos de sus colaboradores les entraron ganas de exiliarse
en Tombuctú, el actual secretario general de los socialistas se muestra
más sereno y maduro. Controla el partido con puño de hierro, y lo que
todavía no está bajo su égida lo estará próximamente según vaya
confeccionado las listas para las europeas, municipales y generales. En
su contra, en cambio, juegan el laberinto catalán y los tiempos. Dice no
tener prisas,
pero a veces se deja llevar por los impulsos. Asegura tenerle cogida la
medida a Pablo Iglesias, pero en ocasiones, más frecuentemente de lo
que quisiera, cae en su telaraña.
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