Una vez hundido el PDeCAT, Junqueras busca 'gasolina' para convertirse en 'president' y seguir jugando al independentismo como lo haría Fouché, ora el viento sopla del norte, ora sopla del sur
Imagen: Pablo López Learte
Primero se lo hizo a la vicepresidenta del Gobierno. Con su tono de homilía de 12 y esa cabeza tonsurada que tanto gusta entre el clero catalán, dejó caer a Sáenz de Santamaría que él, y no otro, era el interlocutor válido para buscar una salida a la crisis catalana, que en estos tiempos atrabiliarios su templanza brillaba como luz al final del túnel. Se lo decía mientras posaba los dedos en los hombros de ella igual que si estuviera esperando la llegada del Espíritu Santo. El juego le funcionó, y bien, hasta que el ‘president’ de la Generalitat decidió acelerar el cronómetro de la independencia. Entonces la negó tres veces y se embozó hasta desaparecer.
Otro al que tiene hipnotizado en un embeleso permanente es a Carles Puigdemont. Quién sabe si por adolecer de una inocencia infinita o si por ese carácter naíf que transmite en sus apariciones públicas, lo cierto es que hace lo que el otro le bisbisea al oído. Como si lo tuviera abducido. Mientras su socio permanece lejos de las llamas, Puigdemont, en su afán por encender el pebetero del ‘procés’, ha acabado chamuscado y su partido, el PDeCAT, hecho cenizas. Socios de gobierno, rivales políticos, intelectuales, periodistas… Los engaña a todos sin distinción. Junqueras es el ‘Chef de la Conspiration’.
Vive en una añagaza continua para conseguir la secesión, y antes que la secesión, o al menos a igual nivel, el ornato de un título: el de 'president'
“Pone en juego sus fuerzas y acecha atento los errores del otro; deja que la pasión del otro se agote y espera con paciencia hasta que se ha agotado o hasta que, en su falta de dominio, deja un flanco al descubierto: solo entonces golpea de manera implacable […] nadie ve con tanta exactitud, gracias a una vigilancia de mil cabezas y mil oídos, todos los pliegues de los acontecimientos, nadie sabe más de las debilidades o puntos fuertes de los partidos y las personas que este observador frío y calculador sentado a su aparato de registro, que señala las mínimas oscilaciones de la política”, escribía Stefan Zweig de Fouché, acaso el espejo en que se mira el presidente de ERC, Oriol Junqueras.
Aunque de ideología inquebrantable, el independentismo, muta en hombre venal dependiendo del interlocutor con el que se arrejunte, hoy hay posibilidad de sentarse en una mesa a negociar, mañana no queda más solución que disparar los cañones, viviendo en una añagaza continua con el objetivo último de conseguir la secesión, y antes que la secesión, o al menos a igual nivel, el ornato de un título, el de 'president' de la Generalitat. “Los jacobinos, al llegar a ministros, dejan de ser ministros jacobinos”.
Marta Pascal, coordinadora general del PDeCAT, antigua Convergència, contempla desde lontananza cómo su ejército, compuesto por una pléyade de soldados dispuestos a “hacer lo que haga falta” para la celebración del referéndum, mengua conforme se va acercando el 1 de octubre. Por el contrario, la orden de ERC, dirigida por el abad Junqueras, permanece incólume. Han inhabilitado a Mas, Rigau, Ortega y Homs, y también han dimitido/cesado, bien por disconformidad con la hoja de ruta de la Generalitat, bien por cuestiones personales, altos cargos de la Administración como los ‘consellers’ Munté, Jané, Ruiz y Baiget.
Vendrán más. Secretarios generales y funcionarios que se quieren apear del Gobierno de muyahidines que comanda Puigdemont, con Junqueras de ventrílocuo, antes de que sus actos tengan consecuencias legales. Son interventores y gestores del sector público catalán que reniegan del discurso mesiánico del Govern y a los que el Estado les puede exigir responsabilidades si participan, aunque sean obligados, en los preparativos de la consulta.
Mientras tanto, sus jefes, los de arriba, pese a sus aguerridos discursos, continúan sin estampar rúbrica para no enfrentarse a las ‘pulsiones demoniacas’ del Estado. Dicen disponer ya de las urnas para la celebración del referéndum, pero no hay concurso, ni asignación, ni albarán de compra para así evitar al Constitucional hasta el último momento.
Desde el PDeCAT, o lo que queda de este, le han intentado hacer ver a Puigdemont que debía haber sido más justo en la remodelación del Ejecutivo
Todos los caídos en combate, por continuar con el argot de Pascal, forman parte de las filas del PDeCAT, ninguno de ERC, lo cual, malician los exconvergentes, no es sino una treta de Junqueras para hacerse con el poder una vez termine la guerra de la consulta y haya que ir a elecciones, sean autonómicas o constituyentes. “¿No han perdido peso en la crisis de Govern?”, preguntaban ayer a la coordinadora del PDeCAT en ‘La Vanguardia’. “Lo que hemos hecho es un acto de generosidad extraordinaria. Y no es el primero. Si había que reformular el Govern, por nosotros no ha quedado”, apuntaba Pascal en clara alusión a los republicanos.
Desde la cúpula del PDeCAT, o lo que queda de esta formación, le han intentado hacer ver a Puigdemont que debería haber sido más ecuánime en la remodelación del Ejecutivo, no solo prescindir de los suyos sino también de alguno de sus socios de gobierno. Pero el ‘president’ se llama andana ante semejantes peticiones, esto es, a mí plin lo que diga el partido, que yo después del quilombo del ‘procés’ me vuelvo a Girona. Esta actitud levanta las suspicacias de los suyos, quienes dudan de si el gran capitán lo es del PDeCAT o trabaja en la sombra para el líder de ERC.
La receta con la que Oriol Junqueras, el ‘Chef de la Conspiration’, ha cocinado su estrategia ha dado sus frutos, porque no solo ostenta la corona del más independentista de los independentistas, sino que sigue mostrándose sin mácula y con la mayor de las popularidades, a tenor de los datos del CEO catalán de la pasada semana. De entre todos los líderes, solo aprueba él con un 5,17 de nota media (frente a un 5,58 en marzo). El ‘president’ Puigdemont, en cambio, suspende, al pasar del 5,28 al 4,88.
Esta Generalitat ‘ad hoc’ para el 1-O busca el choque duro, que los inhabiliten, que los espose la Guardia Civil, que los encierren, ocupar las calles y plazas, abrir los informativos de la BBC, entintar las portadas de 'The New York Times'. Haya o no referéndum, esa es la estrategia que Junqueras necesita para, una vez apartado Puigdemont, convertirse en el próximo 'president', contar con gasolina suficiente para 10 años y seguir jugando al independentismo como lo haría Fouché, ora el viento sopla del norte, ora sopla del sur.
NACHO CARDERO Vía EL CONFIDENCIAL
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