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domingo, 30 de julio de 2017

Venezuela, Pablo Iglesias y la hucha de Olof Palme

Unidos Podemos no solo se equivoca respaldando de forma indirecta a Maduro no denunciando su régimen, hace un flaco favor a la izquierda que luchó contra el franquismo




Ahora que se cumplen 40 años de casi todo, es probable que merezca la pena recordar una de las imágenes más célebres de la Transición. En ella, se puede ver al por entonces primer ministro sueco, Olof Palme, disfrazado como hombre-sándwich y sujetando, con su mano derecha, una hucha petitoria.

El socialdemócrata Palme, brutalmente asesinado años después, había acudido junto a su ministro de Economía a un mercado de Estocolmo para reunir fondos destinados a la oposición democrática española. La colecta pública se produjo el 3 de octubre de 1975, apenas un mes y medio antes de que muriera Franco, y un par de días después de la última aparición pública del dictador, que el 1 de octubre había congregado en la plaza de Oriente a cientos de miles de seguidores a protestar contra lo que el régimen consideraba 'injerencias extranjeras' sobre asuntos internos de España, y que habían alcanzado la máxima tensión tras la ejecución de cinco militantes del FRAP y ETA.

El acto era la respuesta política de un régimen que se desangraba y que tuvo que enfrentarse en pocos días al asalto de numerosas legaciones diplomáticas, incluido el saqueo e incendio de la embajada de España en Lisboa y la toma de consulados en Francia y otros países europeos. “Todo lo que en España y Europa se ha armado obedece a una conspiración masónico-izquierdista, en contubernio con la subversión comunista-terrorista”, dijo el general con un hilo de voz casi ininteligible en aquella macromanifestación, en la que los corresponsales extranjeros fueron zarandeados y vilipendiados por la muchedumbre.

Como en el tardofranquismo, Nicolás Maduro acusa a quienes le hostigan de actuar como terroristas al servicio de intereses extranjeros

Nicolás Maduro no es Franco. Pero al igual que sucedía en 1975, su régimen bolivariano agoniza. Y como en el tardofranquismo, acusa a quienes le hostigan de actuar como terroristas al servicio de intereses extranjeros. Ya se sabe que Rajoy es su diana favorita. Pero también Trump, Colombia, Francia, el imperialismo y todo lo que huela a democracia y derechos humanos.

Hasta aquí nada nuevo. Todos los dictadores suelen escudarse en las injerencias procedentes del exterior para mantenerse en el poder, lo cual es una buena forma de ocultar las miserias interiores. Lo singular es que en 2017 –40 años después del fin de la dictadura– una parte de la izquierda española, la que representa Unidos Podemos (sucesores de quienes eran los destinatarios de los fondos que recaudaba Olof Palme), vea lo que está sucediendo en Venezuela como un asunto privado.





Imagen de un discurso de Nicolás Maduro en la campaña a las elecciones de la Constituyente. (Reuters)
Imagen de un discurso de Nicolás Maduro en la campaña a las elecciones de la Constituyente. (Reuters)


Lo peor, sin embargo, es que algunos dirigentes –Garzón o Monedero– asumen las tesis de Maduro y llaman a la oposición ‘terroristas’, como hacía Franco cuando sus padres ideológicos salían a la calle para luchar por la libertad y contra la represión franquista. Otros, por el contrario, como Iglesias o Montero, son incapaces de distanciarse de un régimen completamente agotado, y ni siquiera Errejón ha encontrado la ocasión para construir un discurso propio más allá de las obviedades que se dicen cuando da miedo decir con nitidez lo que se piensa. Es decir, de una manera o de otra, Podemos acepta cosas en Venezuela que hoy en España llevaría a sus dirigentes a tomar de nuevo la Puerta del Sol.

Libertad y democracia


Unidos Podemos, sin embargo, no es culpable de lo que sucede en Venezuela. Ni siquiera remotamente. Tampoco su nula contribución a la libertad y a la democracia del país –los presos políticos son una realidad evidente– justifica que a modo de mantra muchos dirigentes conservadores aburran con la idea de que el partido de Pablo Iglesias está deslegitimado para hacer política por su estúpido apoyo al régimen bolivariano. Unidos Podemos cuenta con cinco millones de votos y muchos de sus electores lucharon contra la dictadura, mientras que otros, los que ahora se llenan la boca de libertad y democracia, permanecían en casa o se abstenían en el referéndum de la Constitución de 1978.

Por eso, precisamente, sorprende la actitud de los dirigentes de Unidos Podemos, incapaces de apoyar a la mayoría del pueblo venezolano, levantado contra un patán rodeado de canallas que han llevado a su pueblo a la ruina y a la pobreza, y cuyo sistema clientelar, eso que se ha llamado el petropopulismo, se hundió cuando el petróleo pasó de 140 dólares a los 50 actuales. Es por eso que mientras que Unidos Podemos no se desmarque del régimen bolivariano, seguirá habiendo fundadas sospechas –en algunos casos ya existen certezas– de que solo la financiación ilegal del partido explica su absurdo comportamiento. Miedo a que alguien desvele secretos inconfesables.







Es posible, sin embargo, que la respuesta de los dirigentes de Unidos Podemos tenga que ver con el desprecio con que una parte de la izquierda –afortunadamente no toda– ha tratado históricamente el concepto de libertad, y que atronó hace menos de un año con ocasión de la muerte de Fidel Castro, cuando muchos dirigentes de Unidos Podemos no supieron responder a una verdad incómoda: por qué los españoles tienen derecho a la libertad y los cubanos no.

Para demasiados, la libertad es un simple instrumento de lucha política –una herramienta con fines tácticos–, pero no un objetivo en sí mismo. Es decir, un paso obligado en el camino de la dictadura, y conviene recordarlo ahora que se cumple el centenario de la revolución rusa y 97 años desde el célebre encuentro entre Fernando de los Ríos y Lenin, en el que el líder comunista le respondió: “¿Libertad para qué?", obviando, precisamente, que solo en libertad –con los límites que impone el caos social o la desigualdad injusta, como decía Isaiah Berlin– progresan las naciones. Y por eso, construir discursos en los que aparecen como antagónicos conceptos como la libertad y la igualdad no es más que un retroceso ideológico. Una visión reaccionaria de la historia que hoy, Podemos, parece asumir. Como denunció también Keynes tras su histórico viaje a la Rusia de Lenin por aquellas fechas.

¿Qué dirían Iglesias y Garzón?


La fantasmagórica Asamblea Nacional Constituyente (ANC) no es más que un golpe de Estado interno –como el que ha hecho Erdogan en Turquía– destinado a que el régimen bolivariano se perpetúe en el poder. Como la terrorífica Ley Habilitante que el Reichstag aprobó en 1933 para entregar todos los poderes a Hitler después de que su partido fuera el más votado.
¿Y qué opinarían del hecho de que la tercera parte de los ministros sean militares que controlan todo el sistema de producción y distribución del país?

¿Qué dirían Iglesias y Garzón si Rajoy se sacara de la manga un Congreso de los Diputados paralelo para expulsar a Unidos Podemos del parlamento? ¿O cuál sería la respuesta de los dirigente de UP si se aplican los criterios de la ley electoral bolivariana, que rompe el principio de una persona un voto en busca del voto clientelar? ¿O qué dirían si el referéndum revocatorio de un presidente, como Podemos ha incluido en su programa electoral, se incumple pese a que la oposición logró todos los requisitos que exigía la Constitución bolivariana para destituir a Maduro? ¿O del hecho de que la tercera parte de los ministros sean militares que controlan todo el sistema de producción y distribución del país? ¿O qué pensarían Garzón e Iglesias si Rajoy ordenara detener uno a uno a todos los magistrados del Tribunal Supremo?

Podemos, habrá que repetirlo, no es culpable de lo que pasa en Venezuela, ni siquiera donde gobierna –algunas de las grandes capitales españolas– practica la represión que acepta para los venezolanos. Y por eso, precisamente, bien harían sus dirigentes en desmarcarse y denunciar a un régimen patético que representa lo peor de los valores de esa izquierda que Pablo Iglesias dice defender.



                                                                           CARLOS SÁNCHEZ  Vía EL CONFIDENCIAL 

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