Resulta viable que la última semana de esta campaña se convierta en una guerra por el voto útil dentro de cada bloque: voto útil hacia ERC y voto útil hacia Ciudadanos
El comienzo de la última semana de campaña tiene en
los cuarteles generales de los partidos políticos el mismo valor
psicológico que las cifras redondas en la historia y en las biografías.
Es un fecha marcada. Y, por lo tanto, una invitación a pasar pantalla y
redoblar determinación. Más todavía aquí y ahora, porque la última
imagen de la opinión pública deja abiertas casi todas las incógnitas. El suspense no puede ser mayor.
Si recorremos los fotogramas anteriores, no tardaremos en llegar a la conclusión de que la competición ha venido fundamentalmente marcada por tres movimientos:
Primero, un claro auge de la movilización en el cuerpo electoral menos propenso a votar en los comicios catalanes. Consecuencias, previsible aumento de la participación e incremento de las opciones del constitucionalismo.
Segundo, rotundo magnetismo de Ciudadanos en el bloque no separatista. El partido de Rivera ha sido capaz de ocupar el centro del escenario, e Inés Arrimadas lo ha llenado con una imagen limpia y un mensaje claro. Buena candidata.
Tercero, sorprendente declive de ERC e inesperada subida de JxCAT. En solo dos meses, la pérdida de respaldo electoral a los republicanos que reflejan la sociología electoral ha alcanzado los dos dígitos. Un desplome asombroso que, en mi opinión, debe ser analizado porque va a condicionar la pregunta que plantearán las urnas en el tramo definitivo hacia el 2-1D. ¿Permitir o no permitir que Ciudadanos sea la primera fuerza en número de votos?
Creo que, con sus variantes, esa será la cuestión que más se repetirá en los entornos sociales de los catalanes. Lo creo, porque considero que la estadística no solo describe el paisaje, también construye la realidad. Mejor dicho, las realidades. Después de todo lo ocurrido, me cuesta imaginar una razón de voto más potente en el bloque constitucional que la posibilidad de arrebatar al nacionalismo la victoria en sufragios. Del mismo modo, me cuesta encontrar un motivo más poderoso en el bloque nacionalista que evitar como sea esa derrota. Por eso resulta viable que la última semana de esta campaña se convierta en una guerra por el voto útil dentro de cada bloque: voto útil hacia ERC y voto útil hacia Ciudadanos.
Los procesos de polarización política siempre funcionan simplificando cosas. Fuera y dentro de España, llevamos años viendo campañas en las que los argumentos vienen sustituyéndose por las emociones. Casi estamos acostumbrados ya. Lo llamativo de esta hipótesis está en que todavía hay menos grises, y la razón de voto central puede acabar limitada a la triste lógica del “enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Votar a quien más daño pueda hacer al de enfrente. Y ya está.
Es curioso que esa posible evolución de los acontecimientos pueda frenar la caída de ERC. Incluso me pregunto si podría ser ahora cuando estén tocando suelo y si hasta les queda margen en los próximos días para recuperar parte del terreno perdido. Si algo parecido a eso llega a ocurrir no será por méritos propios, ni por deméritos del adversario.
Los de Puigdemont han sabido abrir una buena vía de agua a sus viejos socios porque las viejas élites convergentes siempre han tenido una capacidad sobrehumana de adaptación al medio político. A su lado, la antigua Democracia Cristiana italiana –ejemplo de aclimatación a cualquier tipo de hábitat- parece un tribu de hombres de cromañón. Comparemos cómo han competido hasta el momento las dos fuerzas del nacionalismo catalán.
La muchachada de Artur Mas acertó estratégicamente al convertirse en seres desvertebrados. A lo largo de los últimos años se han presentado bajo mil marcas distintas, han cerrado un partido, han abierto otro, y como vieron que el paisaje cambiaba, tomaron la decisión de transformarse en el producto adecuado para competir en un sistema marcado por la crisis de los partidos políticos. Un producto que parece un movimiento social pero que está organizado con un aparato de eficiencia probada. Vistos desde fuera los de JxCAT recuerdan a la galaxia electoral que activó Macron, se ve a todo tipo de referentes sociales heterogenéos. Sin embargo, lo que se mueve dentro es la ANC y toda la red municipal convergente. Pura natación sincronizada.
Frente a ese cuerpo extraño, ERC se fue quedando encajonado como un partido clásico con todo lo malo que tienen los partidos para gran parte de la opinión pública. El sectarismo, que demostraron al quebrar la unidad nacionalista por un mero interés partidista. El cortoplacismo, reflejado en la ausencia de proyecto. La mala gestión ya que son ellos quienes se han quedado con todo el peso institucional. Y la desatención a la vida real, manifestada por la ausencia de cualquier tipo de empatía hacia sus propios votantes. Añadan a eso la falta de liderazgo porque Junqueras está encarcelado y el impacto de su inútil apostasía para salir de prisión. Desastre general.
Ese contraste entre las capacidades competitivas de ERC y JxCAT puede dar más sentido a la aproximación de trazos que reflejan los gráficos de las encuestas que lo dicho por ellos durante las últimas semanas. Sin contenido político, lo más cercano que se ha emitido en ese bloque a una emoción es un sentimiento –Puigdemont, 'president' legítimo-, poca cosa al lado de una pesadilla que siete días antes de las elecciones tiene visos de llegar a ser real. Noche del 21-D, conectamos con la sede de Ciudadanos. Arrimadas sale sonriente a celebrar que su candidatura es la primera fuerza en número de votos. La sola posibilidad de que eso ocurra podría activar un instinto político vital en amplias capas del electorado nacionalista. Instinto de supervivencia.
Veremos si la corriente eléctrica del voto útil llega a desencadenarse en ese sector. ERC lleva tiempo con los plomos fundidos. Mientras tanto, Puigdemont puede buscar un golpe de efecto de ultimísima hora, él es impredecible y además lo necesita-. Pueden venir curvas. Por ahora, Ciudadanos parece mantener el 'momentum', su apelación al voto táctico puede no servir para atraer nuevas adhesiones, aunque quizá sirva para mantener lo conseguido. Queda mucho.
PABLO POMBO Vía EL CONFIDENCIAL
Si recorremos los fotogramas anteriores, no tardaremos en llegar a la conclusión de que la competición ha venido fundamentalmente marcada por tres movimientos:
Primero, un claro auge de la movilización en el cuerpo electoral menos propenso a votar en los comicios catalanes. Consecuencias, previsible aumento de la participación e incremento de las opciones del constitucionalismo.
Segundo, rotundo magnetismo de Ciudadanos en el bloque no separatista. El partido de Rivera ha sido capaz de ocupar el centro del escenario, e Inés Arrimadas lo ha llenado con una imagen limpia y un mensaje claro. Buena candidata.
Tercero, sorprendente declive de ERC e inesperada subida de JxCAT. En solo dos meses, la pérdida de respaldo electoral a los republicanos que reflejan la sociología electoral ha alcanzado los dos dígitos. Un desplome asombroso que, en mi opinión, debe ser analizado porque va a condicionar la pregunta que plantearán las urnas en el tramo definitivo hacia el 2-1D. ¿Permitir o no permitir que Ciudadanos sea la primera fuerza en número de votos?
Cuenta atrás de infarto
Creo que, con sus variantes, esa será la cuestión que más se repetirá en los entornos sociales de los catalanes. Lo creo, porque considero que la estadística no solo describe el paisaje, también construye la realidad. Mejor dicho, las realidades. Después de todo lo ocurrido, me cuesta imaginar una razón de voto más potente en el bloque constitucional que la posibilidad de arrebatar al nacionalismo la victoria en sufragios. Del mismo modo, me cuesta encontrar un motivo más poderoso en el bloque nacionalista que evitar como sea esa derrota. Por eso resulta viable que la última semana de esta campaña se convierta en una guerra por el voto útil dentro de cada bloque: voto útil hacia ERC y voto útil hacia Ciudadanos.
Los procesos de polarización política siempre funcionan simplificando cosas. Fuera y dentro de España, llevamos años viendo campañas en las que los argumentos vienen sustituyéndose por las emociones. Casi estamos acostumbrados ya. Lo llamativo de esta hipótesis está en que todavía hay menos grises, y la razón de voto central puede acabar limitada a la triste lógica del “enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Votar a quien más daño pueda hacer al de enfrente. Y ya está.
El PP, alarmado por el 'voto útil' a Cs, apela a la decisión de Rajoy de aplicar el 155
Es curioso que esa posible evolución de los acontecimientos pueda frenar la caída de ERC. Incluso me pregunto si podría ser ahora cuando estén tocando suelo y si hasta les queda margen en los próximos días para recuperar parte del terreno perdido. Si algo parecido a eso llega a ocurrir no será por méritos propios, ni por deméritos del adversario.
Los de Puigdemont han sabido abrir una buena vía de agua a sus viejos socios porque las viejas élites convergentes siempre han tenido una capacidad sobrehumana de adaptación al medio político. A su lado, la antigua Democracia Cristiana italiana –ejemplo de aclimatación a cualquier tipo de hábitat- parece un tribu de hombres de cromañón. Comparemos cómo han competido hasta el momento las dos fuerzas del nacionalismo catalán.
La muchachada de Artur Mas acertó estratégicamente al convertirse en seres desvertebrados. A lo largo de los últimos años se han presentado bajo mil marcas distintas, han cerrado un partido, han abierto otro, y como vieron que el paisaje cambiaba, tomaron la decisión de transformarse en el producto adecuado para competir en un sistema marcado por la crisis de los partidos políticos. Un producto que parece un movimiento social pero que está organizado con un aparato de eficiencia probada. Vistos desde fuera los de JxCAT recuerdan a la galaxia electoral que activó Macron, se ve a todo tipo de referentes sociales heterogenéos. Sin embargo, lo que se mueve dentro es la ANC y toda la red municipal convergente. Pura natación sincronizada.
ERC y JxCAT se enzarzan por el voto útil para poder imponerse a Inés Arrimadas
Frente a ese cuerpo extraño, ERC se fue quedando encajonado como un partido clásico con todo lo malo que tienen los partidos para gran parte de la opinión pública. El sectarismo, que demostraron al quebrar la unidad nacionalista por un mero interés partidista. El cortoplacismo, reflejado en la ausencia de proyecto. La mala gestión ya que son ellos quienes se han quedado con todo el peso institucional. Y la desatención a la vida real, manifestada por la ausencia de cualquier tipo de empatía hacia sus propios votantes. Añadan a eso la falta de liderazgo porque Junqueras está encarcelado y el impacto de su inútil apostasía para salir de prisión. Desastre general.
Ese contraste entre las capacidades competitivas de ERC y JxCAT puede dar más sentido a la aproximación de trazos que reflejan los gráficos de las encuestas que lo dicho por ellos durante las últimas semanas. Sin contenido político, lo más cercano que se ha emitido en ese bloque a una emoción es un sentimiento –Puigdemont, 'president' legítimo-, poca cosa al lado de una pesadilla que siete días antes de las elecciones tiene visos de llegar a ser real. Noche del 21-D, conectamos con la sede de Ciudadanos. Arrimadas sale sonriente a celebrar que su candidatura es la primera fuerza en número de votos. La sola posibilidad de que eso ocurra podría activar un instinto político vital en amplias capas del electorado nacionalista. Instinto de supervivencia.
Veremos si la corriente eléctrica del voto útil llega a desencadenarse en ese sector. ERC lleva tiempo con los plomos fundidos. Mientras tanto, Puigdemont puede buscar un golpe de efecto de ultimísima hora, él es impredecible y además lo necesita-. Pueden venir curvas. Por ahora, Ciudadanos parece mantener el 'momentum', su apelación al voto táctico puede no servir para atraer nuevas adhesiones, aunque quizá sirva para mantener lo conseguido. Queda mucho.
PABLO POMBO Vía EL CONFIDENCIAL
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