Muchas tradiciones cristianas navideñas se originan en los siglos I y II ya que los primeros cristianos aprovecharon las festividades paganas para celebrar su fe
Muchas de las tradiciones cristianas
navideñas originan en los siglos I y II de nuestra era ya que los
primeros cristianos aprovecharon las festividades paganas romanas para
celebrar su fe. Más adelante, entre los siglos IV y VI incorporan las
costumbres precristianas de los pueblos de Europa del norte y
escandinavos.
En torno al 25 de
diciembre casi todas las civilizaciones precristianas celebraban el
solsticio de invierno, cuando la luz vuelve nuevamente y se acaban las
tinieblas. Durante el frío y la oscuridad de diciembre, encendían fuegos
como señal de esperanza en la vuelta de la primavera. Los campesinos
deseaba que pasara el invierno -el tiempo donde la luz se acorta, el
frío es intenso, la tierra no pruduce y la noche se alarga- mientras
esperaban, haciendo plegarias a los dioses, que volviera la luz, el
verdor y la vida.
Los romanos celebraban las Saturnalia, unas fiestas dedicadas al dios Saturno.
En la época imperial, a partir del siglo II, se instauró el 25 de
diciembre como el día del nacimiento del “sol invicto”, divinidad que
era representada por un recién nacido. En los países nórdicos celebraban
fiestas como la Yuletide vikinga o las que hacían en honor a los dioses Thor y Odín.
El 25 de diciembre
En
un primer momento, durante los siglos I y II después de Cristo, los
cristianos no celebraban el nacimiento de Jesús. Se sabía cuando había
muerto, durante la Pascua Judía, pero no cuando había nacido. En el s
III aparecen los primeros documentos de la celebración de la fiesta del
Nacimiento de Cristo el día 25 de diciembre -aunque no conocieran la
fecha- aprovechando las fiestas romanas dedicadas al recién nacido “sol
invicto”. En el s IV se fijó oficialmente esta fecha y se celebró de
manera universal.
La Misa del Gallo
La misa del gallo la introdujo en Roma el Papa Sixto III,
en el s V, y lo hizo celebrando una vigilia nocturna, a medianoche del
día 24, “cuando canta el gallo”. La misa se hacía a un pequeño oratorio,
donde había un pesebre y que estaba situado detrás del altar mayor de
la Basílica paleocristiana de San Pedro.
El belén
Un
belén es la representación doméstica del misterio de la Natividad de
Jesús. La costumbre surgió en la Navidad de 1223, en Italia, cuando San Francisco de Asís
celebró la misa en una cueva en la localidad de Greccio. En ella, había
instalado un “pesebre” con una imagen de piedra del Niño Jesús y un
buey y un asno vivos. Esto fue el inicio de una gran difusión que tuvo
esta representación, primero en Italia y luego en toda Europa a lo largo
de los siglos XIV y XV.
La corona de Adviento
En
el siglo XVI católicos y protestantes alemanes utilizan la corona
durante el Adviento ya que está llena de símbolos: el círculo verde es
símbolo del Dios eterno (que como el círculo no tiene principio ni fin) y
de la confianza en el retorno de la vida (el color verde); las velas
que encendemos cada uno de los domingos simbolizan la luz divina que va
disolviendo la oscuridad hasta el estallido de la luz, que es Jesús, la
noche de Navidad. La cinta de color rojo, que suele adornar la corona,
constituye el símbolo del amor de Dios por la humanidad.
El “tió”
Es una tradición rural y precristiana de Cataluña ligada también al solsticio. El tió
es un tronco de árbol que se golpeaba con la intención de hacer
despertar la naturaleza para que los días se alarguen, se aleje la
oscuridad y llegue nuevamente la luz.
En Cataluña existe la costumbre de “fer cagar el tió” (hacer “defecar” el tronco). El tió
es un tronco de árbol que desde la Purísima se coloca junto al fuego,
se tapa con una manta y se le pone comida debajo que consume cada día.
El día de Navidad los niños cantan villancicos ante el pesssebre y después aporrean el tió para que “cague” dulces, barquillos y turrones que se comen después de la comida. Nunca juguetes que los traen los Reyes.
El árbol de Navidad
Los
antiguos pobladores escandinavos y centroeuropeos consideraban los
árboles seres sagrados. Por ello en el solsticio de invierno, adornaban
el árbol más alto y poderoso del bosque con luces y con frutos creyendo
que sus raíces llegaban al reino de los dioses.
El
cristianismo dio una lectura más profunda a esta costumbre: la forma
triangular del abeto representaría la Trinidad, los frutos serían los
dones del Espíritu Santo; la estrella sería Cristo, la luz del mundo; y
el tronco la madera de la cruz de Cristo… El árbol de Navidad es un
árbol de hoja perenne que simboliza el amor perenne de Dios para con los
hombres.
Papá Noel
San Nicolás
fue un obispo de Myra, en la actual Turquía, en el siglo IV. De los
muchos milagros que realizó, uno de los más populares es el que relata
que devolvió la vida a tres niños que habían sido descuartizados por un
mal hombre. El día de San Nicolás (6 de diciembre) se repartían regalos pero pronto se asoció el santo a los regalos que los niños recibían en Navidad.
En el s XVII los holandeses llevaron a los USA sus costumbres y así lo hicieron con San Nicolás. El actual Santa Claus es la versión “americana” de San Nicolás: se le ha quitado la mitra y se le ha colocado un gorro, y el nombre es una mala adaptación inglesa del popular Sinterklaas
(San Nicolás) holandés. En el s XIX pasa a Inglaterra y de allí se
extiende a toda Europa y adapta como medio de transporte un trineo
llevado por renos ya que su lugar de residencia es el Polo Norte.
Cuando se difunde en Europa cada país lo bautiza como Padre Navidad (Father Christmas, Père Noël, Babbo Natale) excepto en España que tanto en catalán como en castellano se ha adaptado la forma francesa Papá Noel.
Los Reyes de Oriente
Los Reyes de Oriente
(los Reyes Magos) es una fiesta religiosa: ellos son los protagonistas
de la manifestación de Dios a todos los hombres, de todos los pueblos de
la tierra y se celebra el día 6 de enero. Los evangelios dicen que
“unos magos” llevaron presentes al Niño Jesús. De ahí que la tradición
hace que la noche del 5 al 6 de enero los Reyes pasen por las casas
dejando regalos a pequeños y mayores según los deseos expresados en
las cartas que en días previos los niños han enviado a los Reyes.
En el siglo V, el Papa León Magno fija en tres el número de reyes. Los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar no aparecen hasta el s VII. Los restos de los reyes de Oriente reposan en la catedral de Colonia.
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