Las medidas que se tomen para salir del embrollo catalán no se han de
dirigir a los políticos nacionalistas, sino directamente a los
ciudadanos de Cataluña con el fin de obtener su respaldo.
La verdadera naturaleza del problema catalán.
EFE
En el conjunto de la
abundante literatura publicada desde que el conflicto catalán se ha
agudizado al extremo de desembocar en un golpe separatista cuyo
propósito explícito ha sido la liquidación del orden constitucional
vigente y con él la existencia de una gran nación europea con cinco
siglos a sus espaldas, destaca un documento que, pese a su brevedad,
catorce páginas, ejemplifica la dificultad principal para afrontar este
problema con posibilidades de éxito. En efecto, para superar un
obstáculo es imprescindible entender cual es su altura, su consistencia y
el material del que está hecho. Si la barrera es una delgada hoja de
papel basta atravesarla sin más, si es un grueso muro de hormigón de
varios metros de altura la forma de pasar al otro lado deberá ser algo
más elaborada. En su bien razonado y sabiamente concebido texto “Ideas para una reforma de la Constitución” el profesor Santiago Muñoz Machado,
acompañado de un distinguido plantel de catedráticos de Derecho
Constitucional y de Derecho Administrativo, realiza un ponderado y
riguroso análisis de los defectos del Estado de las Autonomías para
seguidamente proponer algunas líneas directrices para su reforma,
apoyándose en la experiencia acumulada en otros sistemas federales de
nuestro continente. Su planteamiento se lee con agrado por lo razonable,
bien estructurado y técnicamente acertado que resulta, aunque
lamentablemente orilla el punto fundamental del tema que trata: la
verdadera naturaleza del secesionismo catalán.
No sólo no desean ser españoles, sino que sienten una aversión profunda e irracional a cualquier elemento constitutivo de la nación española
Todas las recomendaciones del profesor Muñoz Machado y
sus colegas presuponen algo que se da en Alemania o Austria, por
referirme a los dos casos a los que acude con reiteración, pero que por
desgracia está ausente del ánimo de los nacionalistas catalanes desde
hace más de cien años, la llamada “lealtad federal”, la tan celebrada Bundestreue,
que vincula entre sí a alemanes o austríacos por encima de diferencias
territoriales, culturales, religiosas o históricas, la adhesión a un proyecto nacional común
impregnado de solidaridad y de la voluntad inequívoca de participar en
un destino compartido. Jamás a un bávaro o a un renano se le pasará por
la cabeza, y mucho menos por el corazón, que su identidad bávara o
renana sea incompatible con su aglutinadora identidad alemana.
El
prófugo Puigdemont, el sedicioso Cuixart o el preventivamente encarcelado Junqueras,
no sólo no desean ser españoles, sino que sienten una aversión profunda
e irracional a cualquier elemento constitutivo de la nación española,
su lengua, su pasado, su Gobierno, su Corona, su proyección global sobre
un mundo cuyo tamaño contribuyó a doblar. Y ese rechazo visceral,
irrefrenable e impermeable a una evaluación coste-beneficio de su
disparatad empresa, emana de una doctrina política que es
intrínsecamente perversa: el supremacismo de raíz identitaria, que sitúa
la diferencia de habla, de origen, de color de piel o de creencias,
como valor supremo de la escala de valores que debe vertebrar una
sociedad, concepto que es la fuente de los mayores horrores que ha
sufrido Europa en su historia contemporánea.
Las buenas intenciones y las atinadas sugerencias de un grupo de respetados expertos únicamente provocarán la irrisión de los golpistas
Por consiguiente, no hay reforma constitucional ni
reestructuración institucional ni cambio jurídico ni sistema de
financiación autonómica que pueda apagar este fuego inextinguible y
destructor. Si la Ley de leyes de 1978, que transformó España en uno de
los Estados más descentralizados del planeta y que proporcionó a
Cataluña un Parlamento, un Gobierno, una bandera, un himno, una lengua
co-oficial, potentes medios de comunicación públicos y amplísimas competencias legislativas y de gestión,
entre ellas una tan vital como la educación, no ha sido suficiente y
nos ha arrastrado por la contumacia separatista y la pasividad de los
dos grandes partidos nacionales hasta la crisis arrasadora que estamos
padeciendo, las buenas intenciones y las atinadas sugerencias de un
grupo de respetados expertos únicamente provocarán la irrisión de los
golpistas, que las apartarán de un manotazo para seguir empecinados en
su tarea de demolición. Es duro y doloroso reconocerlo, y se entiende
que muchos españoles de buena fe se resistan a hacerlo, pero la verdad
es que los nacionalistas identitarios no son integrables y, por
consiguiente, no han de ser contentados, sino neutralizados. Nunca se
conseguirá una Constitución en la que se encuentren “cómodos” por el
mismo motivo que un tigre de Bengala no se adaptará nunca a una dieta
vegetariana.
La armonía y la cohesión de todas nuestras gentes y territorios se alcanzará cuando las élites de nuestro país se decidan a dar y ganar frente a los nacionalistas la batalla de las ideas
Hay un párrafo del meritorio trabajo del equipo redactor
de “Ideas para una reforma de la Constitución” en el que, quizá sin
advertirlo, vislumbran la auténtica esencia del asunto que intentan
solventar y es cuando afirman que las medidas que se tomen para salir
del embrollo catalán no se han de dirigir a los políticos nacionalistas,
sino directamente a los ciudadanos de Cataluña con el fin de obtener su
respaldo. En efecto, el definitivo tránsito de la resignada conllevanza
trufada de sacudidas traumáticas que llevamos soportando los españoles
desde finales del siglo XIX, a la armonía y la cohesión de todas
nuestras gentes y territorios, se alcanzará cuando las élites de nuestro
país, convencidas ya de la inutilidad del apaciguamiento mediante
concesiones, se decidan a dar y ganar frente a los nacionalistas la
batalla de las ideas y de las urnas que expulse de las mentes de los
catalanes el veneno del particularismo reduccionista, divisivo y
empobrecedor para reemplazarlo por el gusto de ensanchar nuestros
horizontes y de promover lo que une por encima de lo que separa.
ALEJO VIDAL-QUADRAS Vía VOZ PÓPULI
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