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miércoles, 20 de diciembre de 2017
MIEDO AL PRECIPICIO
La alternativa puede estar entre una nueva mayoría independentista o un encaje de bolillos de Iceta
Foto: Reuters
Las últimas encuestas -las prohibidas- insisten en que, aunque baja,
el independentismo puede mantener (también perder) la mayoría absoluta.
La cifra mágica de 68 diputados.
El independentismo
ha fracasado -no ha habido independencia, ni ningún reconocimiento
europeo o internacional, muchas empresas han trasladado su sede social
fuera de Cataluña, gran parte de sus dirigentes están imputados, en
prisión provisional o huidos-, pero los electores secesionistas ya no votan un programa,
expresan un sentimiento de protesta y rechazo al Gobierno de Madrid y
al 'establishment' español. Y en los últimos días este sentimiento
parece encaminarse a favor de ERC.
Si el independentismo salva los muebles -saca 68 o 69 diputados- tiene muy difícil hacer otra cosa que seguir empantanando la vida política y económica. Que no es poco y tendrá negativas consecuencias.
Será una victoria amarga. Más que la que Pedro J. contó de Aznar en 1996. Primero porque para elegir presidente dependerán de la CUP. Y como se ha visto en los tres debates televisivos, la CUP hará condición de la insumisión y tratará de vetar cualquier evolución hacia el realismo del
presidente electo. También porque el pacto entre la lista de ERC, que
parece que será la ganadora y que tiene tres candidatos posibles -Oriol Junqueras que está en la cárcel, Marta Rovira que es la suplente entronizada pero a la que esconden en muchos debates, y Carles Mundó, 'exconseller' de Justicia y posible tapado- y la lista de JxCAT de Puigdemont,
apoyado como mal menor por el PDeCAT y cuyo único programa es reponer
en la Generalitat al 'president' huido a Bruselas, será no solo
laborioso sino enojoso.
La pelea entre Puigdemont y ERC revela que el separatismo está partido pero que pese a todo tiene un alto suelo electoral
Además, ambos grupos viven en una cierta irrealidad y han demostrado incompetencia. El gran argumento del secesionismo es que aplicar el artículo 155
ha sido un golpe de estado y una violación de las instituciones
catalanas. Hay pues que excomulgar a los partidos constitucionalistas
que votaron el 155. Es todo lo contrario de la realidad. Fueron los
independentistas quienes pisotearon no solo la Constitución sino también
el propio Estatut de Cataluña que para su reforma exige el apoyo de las
dos terceras partes del Parlamento.
Pero instalados en el rechazo al 155, la lista de Puigdemont ataca a ERC y afirma que hacer 'president' a cualquiera que no sea Puigdemont - elegido por el Parlamento en enero de 2016 tras la retirada, forzado por la CUP, de Artur Mas- es colaborar con el 155. Elegir a Junqueras,
o a otro parlamentario de ERC, sería una traición. Pero es que el
propio Puigdemont ha aceptado el 155 al presentar una lista a unas
elecciones convocadas por el presidente del Gobierno español que se
regirán por las normas de la ley electoral española, que facilita la mayoría independentista
al hacer que los diputados cuesten menos votos en las provincias menos
pobladas de Lleida y Girona (no es hoy una crítica sino una
descripción).
El 'summum' del absurdo es
que el 155 solo se aplicó por culpa del propio Puigdemont y de su
vicepresidente Oriol Junqueras. En la madrugada del viernes 27 de
octubre Puigdemont dijo a su Gobierno -con el apoyo de los 'consellers' Santi Vila
y Carles Mundó- que iba a convocar elecciones ya que, a través de una
mediación del lendakari Urkullu, creía que si convocaba elecciones,
Rajoy no aplicaría el 155. Y Junqueras dijo -ante el Gobierno y el
estado mayor del independentismo- que no estaba de acuerdo pero que no
diría nada en contra. Las ventajas para ambos eran evidentes. No habría
intervención -estaba Urkullu y era difícil que el PSOE apoyara el 155
con elecciones convocadas-, Puigdemont seguía de 'president' y
Junqueras, sin mojarse, tenía todos los números para ganar las
elecciones.
Pero ni Puigdemont ni Junqueras se atrevieron a
convocar elecciones la mañana del viernes 27. LaCUP se movilizó en
contra con manifestantes que acusaban de traición a Puigdemont, muchos
diputados de la antigua CDC se insubordinaron -incluso con dos
dimisiones- y Marta Rovira
reunió a la ejecutiva de ERC que acordó salir del Gobierno. Sin que
Junqueras dijera nada. Y Rufián lanzó su tuit de las 30 monedas de plata
comparando a Puigdemont con Judas.
Arrimadas pelea por ser la lista ganadora pero tiene difícil llegar a la presidencia si no hay mayoría constitucionalista
El 155 solo se aplicó porque Puigdemont y Junqueras -juntos y desunidos- no se atrevieron a plantar cara a sus radicales.
¿Se puede confiar en unos líderes que, en un momento trascendental, no
saben imponerse, siguen adelante con la declaración de independencia,
hacen inevitable el 155 y agudizan así la desconfianza política y
económica respecto a Cataluña? Es evidente que no, pero pese a todo es
posible que el electorado revalide por los pelos su mayoría absoluta.
Debe haber muchos motivos, pero si al final esto es lo que sucede será
evidente que también se deberá a que el constitucionalismo no ha
inspirado la suficiente confianza y ha confundido -como los
independentistas- la media Cataluña que les vota con la totalidad de
Cataluña.
Pero el separatismo también puede naufragar y perder la
mayoría absoluta. Es lo que debería pasar porque cuando se fracasa -como
ha sido el caso- lo saludable para reciclarse es una cura de oposición.
Es lo que supo hacer el PNV cuando en 2008 Patxi López, con el apoyo
externo del PP, ocupó la Lehendakaritza. El PNV cambió de líder,
abandonó el maximalismo, Urkullu volvió a ganar cuatro años después y
ahora hace lo que puede hacer un partido nacionalista de una nación sin
Estado en el marco de la Unión Europea.
Eso debería ocurrir en
Cataluña si el separatismo pierde el jueves. Pero eso exigiría para eso
que los no secesionistas consiguieran formar una mayoría. No será fácil.
Acto organizado por Esquerra a las puertas de la prisión de Estremera. (EFE)
Cs, con Inés Arrimadas,
será el primer partido constitucionalista e incluso puede llegar a
ganar las elecciones, a ser la lista más votada si la distancia entre
ERC y la lista de Puigdemont es pequeña y se reparten los votos
independentistas (parece que hay muchos electores indecisos entre las
dos listas ya que lo que las separa no es muy vistoso). Que Arrimadas
gane, o quede muy cerca del primero, sería una gran victoria de Cs. No
solo demostraría que en Cataluña la estelada está muy lejos de hacer
unanimidad, sino que sería un puntazo para Albert Rivera en su empeño de
construir una fuerza de corte liberal que pueda disputar la PP los
votos de centro-derecha. Pero las posibilidades de que Arrimadas llegue a
la presidencia son muy limitadas. Salvo que haya un claro vuelco
electoral, lo que hoy ninguna encuesta prevé, y las tres fuerzas
constitucionalistas consigan la mayoría.
Pero si el
constitucionalismo no tiene la mayoría absoluta, la investidura de un
presidente no independentista necesitará el apoyo de cuatro grupos
parlamentarios, de los tres constitucionalistas y de los 'comunes' que,
con entre 8 y 11 diputados, tendrán la llave de la legislatura. Miquel Iceta
lo explicó así ayer sin complejos en el desayuno informativo de 'El
Periódico', ante la mirada atenta de José Montilla y de José Luis
Abalos, el secretario de organización del PSOE, que lleva días instalado
en Barcelona. Iceta,
al que las encuestas dan unos 21 diputados y sería la cuarta fuerza
parlamentaria, dijo que aspiraba a ser investido gracias a un acuerdo
con los comunes, Cs, el PP y el PSC, para hacer no un gobierno de
coalición sino un gobierno abierto, con independientes, dispuesto a
negociar todo en el Parlamento y a buscar la reconciliación entre los
catalanes y con el Gobierno de España. Y añadió que el PSC no vetaba a nadie,
salvo a los independentistas porque habían violado la Constitución,
pero que -si no había mayoría separatista- no veía otra alternativa
salvo la repetición de elecciones.
Puede haber un pacto bendecido o tolerado por Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera... y Pablo Iglesias
Pero
Iceta no se ve candidato soólo por las matemáticas parlamentarias sino
porque cree que después de muchos años de enfrentamiento entre dos
mitades de Cataluña y con un resultado muy empatado será imposible salir de la crisis actual con una mitad gobernando contra la otra mitad, lo que ha sido el gran error del independentismo.
¿Será posible poner de acuerdo a cuatro partidos con relaciones tensas entre ellos y que necesitaría el visto bueno conjunto de Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias?
La primera condición es obviamente que no hubiera ni mayoría
independentista (que está por ver) ni constitucionalista (la encuesta
más favorable, la del 'ABC' del viernes les da 63 diputados, a cinco de
la mayoría absoluta) y que el PSC sacara buen resultado. La otra es la
actitud de los líderes. Con Pedro Sánchez no basta. ¿Mariano Rajoy? Con las cifras que dan las encuestas, sería algo más que el mal menor. ¿Albert Rivera?
Si Arrimadas tiene más votos -todas las encuestas lo dicen y la
polarización juega a su favor- será un plato difícil de digerir. Pero
tampoco puede cargar con ser el responsable de otra repetición
electoral.
El nudo gordiano sería Pablo Iglesias. Un veterano político me dice que en este caso la decisión final la tomarán Xavier Domènech y Ada Colau. Votar -aunque sea una vez- junto al PP y a Cs parece indigerible para un partido que decidió hace poco expulsar al PSC del Ggobierno de Barcelona por su apoyo al 155. Y en 2019 hay elecciones municipales. Aquí Colau tiene una decisión difícil. Apoyar a un candidato del bipartidismo es pecado mortal. Pero gobernar es pactar con la realidad. El pacto con Cristóbal Montoro ha obligado a Manuela Carmena a echar del Gobierno de Madrid al concejal de Hacienda de IU. ¿Qué pasará en Barcelona si la inestabilidad política y económica se prolonga un mínimo de seis meses más?
Haber dejado pudrir la crisis catalana y fiarlo todo al estricto cumplimiento de la ley no ha sido la mejor política.
Ahora el centro-derecha de Madrid tiene que cruzar los dedos para que
-pese al fracaso- no se repita una mayoría independentista, hoy más
desnortada, y confiar después en que el socialista que -aparte de Pedro
Sánchez- más se opuso en 2015 a la investidura de Rajoy sea capaz de un
muy complicado encaje de bolillos. La única escapatoria a esta cura de aceite de ricino sería el milagro Arrimadas. En Génova tampoco tendría una digestión fácil.
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