La estrategia y la campaña, en caliente y con las heridas abiertas, han sido vistas como agresiones por una parte importante de catalanes que se ha movilizado
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)
Si las elecciones catalanas del 21-D se
hubieran celebrado en Valladolid, con toda seguridad habrían ganado los
constitucionalistas, quizás encabezados por el PP, y los partidos independentistas de Cataluña hubieran sido extraparlamentarios. La estrategia de Mariano Rajoy se hubiera contrastado como acertada y el presidente del Gobierno viviría hoy otro día feliz.
El pequeño detalle que le ha fallado es que las elecciones se celebraron en Cataluña. No lo tuvo en cuenta en el diagnóstico, en la terapia y las medidas a adoptar, en la urgencia de unas elecciones en caliente y con las heridas muy abiertas y, mucho antes, en la manera de abordar el asunto durante años, porque retrasar las decisiones a veces empeora la situación. Se creyó que en dos meses se diluiría la mayoría parlamentaria independentista y muchos le acompañaron en esa ilusión.
Si las elecciones no se hubieran celebrado en Cataluña, los electores habrían acudido a las urnas con el convencimiento de que el Gobierno, de forma legítima, actuó el 1 de octubre para impedir que se cometiera una ilegalidad. Habrían tenido claro que los políticos presos lo están por haberse saltado la ley y por haber hecho caso omiso a decisiones judiciales y a informes jurídicos de la Generalitat y el Parlament.
Los votantes habrían sido conscientes de que el expresidente de la comunidad ha huido de la Justicia y ha eludido su responsabilidad, mientras otros están en la cárcel.
Si se hubiera votado fuera de Cataluña se entendería como normal que La Moncloa fuera el convocante de las elecciones, en virtud del artículo 155 de la Constitución.
No habría pegas a que uno de los argumentos de campaña fuera cuestionar todo el sistema educativo, porque fuera de Cataluña no hay problema para que se hable de adoctrinamiento en las escuelas catalanas. El constitucionalismo hubiera arrasado.
El problema para Rajoy es que votaban los catalanes, lo hacían con las heridas en carne viva y con una perspectiva diferente en gran parte de su población. Hay unos dos millones de personas que creen que hay una intervención ilegítima en su comunidad, que los políticos encarcelados lo están injustamente y que su 'president' legítimo vive en el exilio. Consideran también que tienen un modelo educativo que es pacífico y admitido en la sociedad y viven como una agresión que se cuestione. No les afecta en su sentimiento ni en su voto que se insista desde el Gobierno en el apocalipsis económico que se avecina ni que se ponga un contador para ver en tiempo real cuántas empresas se marchan.
Se puede estar de acuerdo o no con esa visión de dos millones de catalanes, puede parecer disparatada esa impresión o influida por medios de comunicación y un sistema educativo que les adoctrina, pero, si se aplica una estrategia política para Cataluña es necesario tener en cuenta que esa realidad existe, que los que van a votar no son los de Valladolid, Almería o Soria. Que el problema principal no son las noticias falsas sino la realidad. Que alguna responsabilidad y explicación debe alguien sobre los errores del 1-O.
Que no es conveniente hacer una campaña electoral en la que se hable de "descabezar" a su líderes, de "desinfectar" o de poner "personas normales" al frente de sus medios de comunicación públicos. Si falla el diagnóstico, falla siempre la terapia. Y según qué tratamiento se aplica puede hacer sangrar aún más heridas.
Sobre todo porque las elecciones del 21-D pretendían ser parte de la solución y no debían servir para reestablecer la situación previa, pero con heridas nuevas y abiertas. Es posible que se haya reforzado a los contrarios al independentismo y a los habitantes del resto de España, pero no se ha desenganchado a ninguno de los que apoyaron al soberanismo, ni se ha convencido a ninguno de la imposibilidad de avanzar hacia la República catalana.
No hubiera estado de más tampoco tener en cuenta los precedentes. Que cuando en 2001 Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros se veían ganadores de las elecciones en el País Vasco, con apoyo de todos los medios españoles, el nacionalismo se movilizó frente al "adversario exterior" y venció. Entonces, como ahora, fallaron la perspectiva de quien diseñó la estrategia y la campaña y el diagnóstico.
En términos bélicos o de pelea, casi siempre tiene las de ganar el que puede hacerse la víctima con un adversario exterior.
FERNANDO GAREA Vía EL CONFIDENCIAL
El pequeño detalle que le ha fallado es que las elecciones se celebraron en Cataluña. No lo tuvo en cuenta en el diagnóstico, en la terapia y las medidas a adoptar, en la urgencia de unas elecciones en caliente y con las heridas muy abiertas y, mucho antes, en la manera de abordar el asunto durante años, porque retrasar las decisiones a veces empeora la situación. Se creyó que en dos meses se diluiría la mayoría parlamentaria independentista y muchos le acompañaron en esa ilusión.
Si las elecciones no se hubieran celebrado en Cataluña, los electores habrían acudido a las urnas con el convencimiento de que el Gobierno, de forma legítima, actuó el 1 de octubre para impedir que se cometiera una ilegalidad. Habrían tenido claro que los políticos presos lo están por haberse saltado la ley y por haber hecho caso omiso a decisiones judiciales y a informes jurídicos de la Generalitat y el Parlament.
Los votantes habrían sido conscientes de que el expresidente de la comunidad ha huido de la Justicia y ha eludido su responsabilidad, mientras otros están en la cárcel.
Si se hubiera votado fuera de Cataluña se entendería como normal que La Moncloa fuera el convocante de las elecciones, en virtud del artículo 155 de la Constitución.
No habría pegas a que uno de los argumentos de campaña fuera cuestionar todo el sistema educativo, porque fuera de Cataluña no hay problema para que se hable de adoctrinamiento en las escuelas catalanas. El constitucionalismo hubiera arrasado.
El problema para Rajoy es que votaban los catalanes, lo hacían con las heridas en carne viva y con una perspectiva diferente en gran parte de su población. Hay unos dos millones de personas que creen que hay una intervención ilegítima en su comunidad, que los políticos encarcelados lo están injustamente y que su 'president' legítimo vive en el exilio. Consideran también que tienen un modelo educativo que es pacífico y admitido en la sociedad y viven como una agresión que se cuestione. No les afecta en su sentimiento ni en su voto que se insista desde el Gobierno en el apocalipsis económico que se avecina ni que se ponga un contador para ver en tiempo real cuántas empresas se marchan.
El
problema para Rajoy es que votaban los catalanes y hay unos 2 M de
personas que creen que hay una intervención ilegítima en su comunidad
Se puede estar de acuerdo o no con esa visión de dos millones de catalanes, puede parecer disparatada esa impresión o influida por medios de comunicación y un sistema educativo que les adoctrina, pero, si se aplica una estrategia política para Cataluña es necesario tener en cuenta que esa realidad existe, que los que van a votar no son los de Valladolid, Almería o Soria. Que el problema principal no son las noticias falsas sino la realidad. Que alguna responsabilidad y explicación debe alguien sobre los errores del 1-O.
Que no es conveniente hacer una campaña electoral en la que se hable de "descabezar" a su líderes, de "desinfectar" o de poner "personas normales" al frente de sus medios de comunicación públicos. Si falla el diagnóstico, falla siempre la terapia. Y según qué tratamiento se aplica puede hacer sangrar aún más heridas.
Las claves del 21-D: así ha votado Cataluña
Sobre todo porque las elecciones del 21-D pretendían ser parte de la solución y no debían servir para reestablecer la situación previa, pero con heridas nuevas y abiertas. Es posible que se haya reforzado a los contrarios al independentismo y a los habitantes del resto de España, pero no se ha desenganchado a ninguno de los que apoyaron al soberanismo, ni se ha convencido a ninguno de la imposibilidad de avanzar hacia la República catalana.
No hubiera estado de más tampoco tener en cuenta los precedentes. Que cuando en 2001 Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros se veían ganadores de las elecciones en el País Vasco, con apoyo de todos los medios españoles, el nacionalismo se movilizó frente al "adversario exterior" y venció. Entonces, como ahora, fallaron la perspectiva de quien diseñó la estrategia y la campaña y el diagnóstico.
En términos bélicos o de pelea, casi siempre tiene las de ganar el que puede hacerse la víctima con un adversario exterior.
FERNANDO GAREA Vía EL CONFIDENCIAL
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