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sábado, 23 de diciembre de 2017
Cuando falla el diagnóstico, la terapia nunca puede acertar
La estrategia y la campaña, en
caliente y con las heridas abiertas, han sido vistas como agresiones por
una parte importante de catalanes que se ha movilizado
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (EFE)
Si las elecciones catalanas del 21-D se
hubieran celebrado en Valladolid, con toda seguridad habrían ganado los
constitucionalistas, quizás encabezados por el PP, y los partidos independentistas de Cataluña hubieran sido extraparlamentarios. La estrategia de Mariano Rajoy se hubiera contrastado como acertada y el presidente del Gobierno viviría hoy otro día feliz.
El
pequeño detalle que le ha fallado es que las elecciones se celebraron
en Cataluña. No lo tuvo en cuenta en el diagnóstico, en la terapia y las
medidas a adoptar, en la urgencia de unas elecciones en caliente y con las heridas muy abiertas
y, mucho antes, en la manera de abordar el asunto durante años, porque
retrasar las decisiones a veces empeora la situación. Se creyó que en
dos meses se diluiría la mayoría parlamentaria independentista y muchos
le acompañaron en esa ilusión.
Si las elecciones no se hubieran
celebrado en Cataluña, los electores habrían acudido a las urnas con el
convencimiento de que el Gobierno, de forma legítima, actuó el 1 de octubre para impedir que se cometiera una ilegalidad. Habrían tenido claro que los políticos presos lo están por haberse saltado la ley y por haber hecho caso omiso a decisiones judiciales y a informes jurídicos de la Generalitat y el Parlament.
Los
votantes habrían sido conscientes de que el expresidente de la
comunidad ha huido de la Justicia y ha eludido su responsabilidad, mientras otros están en la cárcel.
Si se hubiera votado fuera de Cataluña se entendería como normal que
La Moncloa fuera el convocante de las elecciones, en virtud del artículo 155 de la Constitución.
No
habría pegas a que uno de los argumentos de campaña fuera cuestionar
todo el sistema educativo, porque fuera de Cataluña no hay problema para
que se hable de adoctrinamiento en las escuelas catalanas. El constitucionalismo hubiera arrasado.
El problema para Rajoy es que votaban los catalanes,
lo hacían con las heridas en carne viva y con una perspectiva diferente
en gran parte de su población. Hay unos dos millones de personas que
creen que hay una intervención ilegítima en su comunidad, que los
políticos encarcelados lo están injustamente y que su 'president'
legítimo vive en el exilio. Consideran también que tienen un modelo
educativo que es pacífico y admitido en la sociedad y viven como una
agresión que se cuestione. No les afecta en su sentimiento ni en su voto
que se insista desde el Gobierno en el apocalipsis económico que se
avecina ni que se ponga un contador para ver en tiempo real cuántas
empresas se marchan.
El
problema para Rajoy es que votaban los catalanes y hay unos 2 M de
personas que creen que hay una intervención ilegítima en su comunidad
Se
puede estar de acuerdo o no con esa visión de dos millones de
catalanes, puede parecer disparatada esa impresión o influida por medios de comunicación y un sistema educativo
que les adoctrina, pero, si se aplica una estrategia política para
Cataluña es necesario tener en cuenta que esa realidad existe, que los
que van a votar no son los de Valladolid, Almería o Soria. Que el
problema principal no son las noticias falsas sino la realidad. Que
alguna responsabilidad y explicación debe alguien sobre los errores del 1-O.
Que
no es conveniente hacer una campaña electoral en la que se hable de
"descabezar" a su líderes, de "desinfectar" o de poner "personas
normales" al frente de sus medios de comunicación públicos. Si falla el diagnóstico, falla siempre la terapia. Y según qué tratamiento se aplica puede hacer sangrar aún más heridas.
Sobre todo porque las elecciones del 21-D pretendían ser parte de la solución y no debían servir para reestablecer la situación previa, pero con heridas nuevas y abiertas.
Es posible que se haya reforzado a los contrarios al independentismo y a
los habitantes del resto de España, pero no se ha desenganchado a
ninguno de los que apoyaron al soberanismo, ni se ha convencido a
ninguno de la imposibilidad de avanzar hacia la República catalana.
No hubiera estado de más tampoco tener en cuenta los precedentes. Que cuando en 2001 Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros se veían ganadores de las elecciones
en el País Vasco, con apoyo de todos los medios españoles, el
nacionalismo se movilizó frente al "adversario exterior" y venció.
Entonces, como ahora, fallaron la perspectiva de quien diseñó la
estrategia y la campaña y el diagnóstico.
En términos bélicos o de pelea, casi siempre tiene las de ganar el que puede hacerse la víctima con un adversario exterior.
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