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martes, 19 de diciembre de 2017

LOS CATALANES QUE NO SABÍAN ESCUCHAR

¿Cuántos catalanes hay que piensan que uno de los grandes problemas de Cataluña es que en el resto de España no se les entiende, no se les comprende?


La presidenta del Parlament, Carme Forcadell (i), junto al concejal del ayuntamiento de Barcelona, el actor Juanjo Puigcorbé (d). (EFE)


Ha sido el actor Juanjo Puigcorbé el último en decirlo: “Si vivieras aquí, lo entenderías”. Hablábamos de las causas de su independentismo y resolvió la conversación con esa afirmación, entre la condescendencia y el desprecio, tan utilizada por muchos catalanes, no sólo los independentistas. “Ven a Cataluña y lo entenderás pero, si además vienes en coche, lo entenderás más rápido todavía”, añadió con ese tono que invalida al interlocutor para seguir hablando. Sencillamente, se ha asumido que para cualquier español que no viva allí es un atrevimiento hablar de Cataluña; es como pretender que un aborigen del Amazonas entienda las claves de Wall Strett. O eso piensan.

¿Lo de las carreteras lo dice por los peajes de las autopistas?”, le pregunté. “Porque si es eso, quizá lo más razonable sería pensar que quien pidiera la independencia en España fuesen aquellos que no tienen ni autopistas, ni trenes de alta velocidad, ni aeropuertos cercanos…” Pero ya sólo pude oír una sonrisa, maliciosa o perdonavidas, de fin de charla. ¿Cuántos catalanes hay así, que piensan que uno de los grandes problemas de Cataluña es que en el resto de España no se les entiende, no se les comprende? No sería precipitado afirmar que la inmensa mayoría piensa que Cataluña es independentista porque España no ha sabido escucharla. Sin embargo, lo que ninguno de ellos se ha planteado es que quizá el problema es el contrario, que hay muchos catalanes que no saben escuchar. Que han dejado de escuchar.

Es verdad que esa displicencia no es nueva; esa pose de egoísmo intelectual es una limitación propia de los nacionalistas más acérrimos y lo extraordinario ha sido observar cómo se ha propagado en Cataluña en los últimos años a consecuencia de la crisis económica y de la debacle del pujolismo. Un tipo como Juanjo Puigcorbé, con el que ahora es difícil hasta dialogar, no era así hace tan solo diez años. En 2008 participó de protagonista en una película de Antonio del Real, ‘La conjura del Escorial’, en la que encarnaba a Felipe II.

Lo que ninguno de ellos se ha planteado es que quizá el problema es el contrario, que hay muchos catalanes que no saben escuchar

En un chat con lectores, en el diario 'El País', una mujer le preguntó: “Juanjo, además de un excelente actor, creo que encarnas unos valores muy acordes con los de la España democrática, fruto de la transición. En tus propias películas transmites ese espíritu, aunque quizá no busques hacerlo”. Y Puigcorbé respondía: “Yo estoy absolutamente de acuerdo. Un actor transmite no sólo el personaje sino algo de sus valores humanos”. Cinco años después, en 2013, ya convertido en un activo militante del independentismo, su visión de España ya había cambiado radicalmente, de la España moderna y democrática que él mismo encarnaba, pasó a repudiar un Estado retrógrado. "A mí España no me ha hecho nada, yo he vivido en Madrid y en Barcelona y mi mujer es de Alicante, no tengo absolutamente nada en contra. No son los españoles sino el Estado español, que es obsoleto, antiguo y que va para atrás".

Toda esa diatriba independentista contra el Estado español, del que se cuestiona todo, se ha sustentado desde hace años en algunos referentes palmarios, como la invocación constante de las autopistas de peaje, convertidos en símbolos de la incomprensión de los problemas de los catalanes. Lo de que “España no nos escucha, no nos atiende, no nos entiende” es uno de los lemas más corrosivos porque es un discurso que también asumen quienes se mantienen en una cómoda equidistancia. Es el clásico reproche que se realiza contra ‘el Gobierno de Madrid’ cuando se le acusa no de haber atendido las demandas de la sociedad catalana para evitar que se expanda la desafección y el independentismo.

Lo del los peajes invocado por Juanjo Puigcorbé es uno de los mejores ejemplos de lo que ocurre en Cataluña. La realidad incontestable es que los catalanes, a diferencia de otras regiones de España –no de todas-, soporta un mayor numero de peajes en sus autopistas. Lo que no se dice es por qué ocurre eso: En primer lugar, porque en los años 60 y 70, el franquismo, que había favorecido el desarrollo de Cataluña en detrimento de otros territorios, diseñó un plan de autopistas de peaje para poder afrontar financieramente la construcción.

Con la llegada de la democracia, fue la Generalitat de Cataluña la que, en vez de compensar a sus ciudadanos con autovías gratuitas, como sí hicieron otros gobiernos autonómicos, mantuvo la construcción de autopistas de peaje. ¿Quién tiene la culpa de los peajes, por tanto? Los catalanes se movilizaron con una campaña de protesta, de insumisión contra los peajes, #novullpagar (‘no quiero pagar’), pero en vez de mirar a sus dirigentes han terminado señalando a quien menos culpa tenía, el resto de España. Y todo lo demás, se ignora, como que Cataluña, que tuvo la primera línea de tren de España en 1848, es la única comunidad con todas sus capitales de provincia conectadas por alta velocidad y con una de las mayores redes de cercanías de Europa.

El arraigo social del independentismo tiene una fase de aislamiento, de ensimismamiento que, al final, es más decisiva que todas las demás. Por algún motivo que se desconoce, de pronto se deja de escuchar a los demás. El paroxismo de ese aislamiento llega cuando hasta el mero hecho de escuchar argumentos contrarios, distintos, se hace incómodo, violento, y aparece como un movimiento reflejo el instinto de evitar cualquier diálogo, cualquier discusión. Sólo en una dictadura pueden encontrarse datos tan asombrosos como los que reflejaba una encuesta de octubre pasado en 'El Periódico' en la que casi un 41 por ciento de los catalanes admitía que había dejado de hablar de política con algún familiar. Si eso es lo que ha ocurrido en las familias, puede calcularse qué puede pasar con respecto al resto de los españoles, de sus problemas, de sus necesidades, de sus anhelos, de sus frustraciones, con sus carreteras viejas y sus trenes olvidados, que también existen por increíble que pueda parecerle a Juanjo Puigcorbé.


                                                                            JAVIER CARABALLO  Vía EL CONFIDENCIAL

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